Modas Pasajeras

Aún recuerdo con mucho cariño aquel curso de 1987-88 en el colegio Los Olivos. Después de cinco años sin compartir las aulas con niñas imagínense como se esperaba la llegada de las féminas en 1º de BUP. Al menos yo había cursado hasta tercero de EGB en un colegio mixto, pero el resto, bueno, digamos que aquello era como una olla a presión llenita de hormonas. Aunque en aquella época nos conteníamos porque, todavía nos quedaba esa cosa, eso que ahora falta tanto en los jóvenes, me refiero a la vergüenza. Por aquel entonces las niñas eran de lo más recatado, nada de enseñar, ni siquiera en verano. A lo sumo nos dejaban ver un poco de hombro cuando se pusieron de moda aquellas camisetas con los cuellos súper-anchos, los cuales, de vez en cuando traicionaban a nuestras amigas cuando hacían un movimiento extraño y podíamos ver la tirilla del sujetador (también llamado tirante o tiranta) poco más. No había “tops”, ni “micro faldas” y la “lycra” se utilizaba como mucho en las medias o en los pantalones de ciclista, los cuales, solían usar solo los chicos (y pocos), por lo tanto eso de ir apretadas era cosa rara, puede que algún pantalón vaquero elástico alguna que otra, pero no era lo normal
En todos los cursos siempre había una que daba la nota, aquel año se llamaba Arantxa, iba a Primero B. Una chica no espectacularmente mona, ni excesivamente bien dotada a la que yo tan solo conocía de oídas y de vista, porque, la verdad, difícil era no mirar cuando aquella chica se despertó una mañana y decidió que ya era hora de sacar a la luz su colección de corpiños y pantalones pirata. Al año siguiente no seguía en el colegio, dicen que a su padre lo destinaron a otra ciudad, pero me suena a leyenda urbana ya que a media clase suya le ocurrió lo mismo. La verdad es que estaban un poco desmadrados en ese aula. Pero, por mucho que aquella indumentaria, que parecía sacada del vestuario del Madonna Holiday World Tour ’87, fuera provocativa, ahora se queda en disfraz de puritana viendo lo que se ponen las señoritas, o mejor dicho lo que no se ponen.
Y es que todo este ataque de nostalgia viene al caso de que el sábado pasado fuimos a pasar el día a Granada, de tapas y a dar una vuelta por la ciudad, lo normal que se hace un fin de semana cualquiera. En el segundo local coincidimos con un grupito “mu apañao” de universitarias, de entre diecinueve a veintiún años, a cada cual más mona. No estaba sorprendido por que prácticamente todas fueran muy atractivas ya que eso parece ser que es algo que va con la ciudad. Tampoco me extrañaba el hecho de que fueran vestidas con mucho estilo, cuidando la apariencia, incluido el maquillaje, cien por cien informales (lo que ahora se llama “casual wear”) hablamos de un sábado a medio día con una temperatura primaveral que invitaba a no ir abrigados en absoluto. Lo que más nos llamó la atención a todos fue el descaro con el que algunas de las niñas iban demostrando que estaban a la última moda. Me refiero a esa tendencia que han impuesto, probablemente las cantantes de “rap”, y que muchos tildarán de “fashion” pero que, realmente, solo se puede definir como “ir por ahí enseñando las bragas”. Porque eso era exactamente lo que veíamos desde nuestra posición, que, por cierto, después de darme cuenta del panorama me arrepentí de haberle cedido a mi amigo Pedro mi sitio para que tuviera mejor vista, ya ven, uno que siempre está dispuesto a sacrificarse en bien de los amigos “necesitados”, pero que nunca se fija bien en lo que va a hacer hasta que ya lo ha hecho.
El caso es que a estas alturas de la película poco ya les queda por ver a mis retinas que consigan asustarlas o escandalizarlas. Y aunque muchos de mi generación pensarán eso de: -lo que hubiera dado yo por haber nacido en esta época y haber tenido la oportunidad de verle el tanga a Sandra, el escote a Verónica o a Elena más apretada que una morcilla de Burgos-. Sinceramente, yo prefiero recordar a mis compañeras, amigas y amores platónicos de juventud con la inocencia de aquellos días y el misterio que conllevaban los modelitos de finales de los ochenta, que si, tapados eran como ellos solos, pero ¿qué quieren que les diga? Dejaban mucho a la imaginación y de eso yo, al igual que ahora, gastaba un montón.

Comentarios

Jose M. Bermejo ha dicho que…
Gracias Stefyta! No solo por leerme, sino por ser de las pocas que se han atrevido a escribir un comentario en mi blog. Que seguro que muchos no lo hacen más por pereza que por miedo. Lo de los tangas, bueno, no estoy en contra, a mi me encanta, me resulta muy sexy y atrevido. Pero, realmente no es lo más elegante que se ha inventado en moda femenina, eso no me lo discutirás ¿no? Respecto a la comparación con Palmiro Capón, bueno yo soy un poco más jóven (no mucho más, creo ¡sigh!)además, después de lo de la anécdota del Telesketch de tu padre me puedes comparar con quien quieras. Hija, es que aquello me dejó marcado.

Un besote guapísima.

Jose.

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