Yo También Me Quedé En Casa

A ese día previo a unas elecciones deberían cambiarle el nombre, lo de “Jornada de Reflexión” se ha quedado un poco, no se, fuera de lugar diría yo. Yo lo llamaría de una forma algo más coherente con la realidad, algo así como: El día de... “organización de la visita gastronómica a Ronda”, o de... “a ver que me pongo mañana para ir al campo”, o tal vez de... “¡jo que resaca tengo! Ya no vuelvo a mezclar ron con whisky nunca más, mañana me quedo a dormir todo el día”. No, por más que le doy vueltas pienso que está mal puesto el nombre, o mal situado el día, porque realmente la reflexión se debe de hacer una vez producidos los resultados, después de las elecciones, para sopesar, valorar y, si cabe, reaccionar ante lo ocurrido.

Reconozco que esta última campaña me dio que pensar porque,normalmente, lo tengo claro cuando se trata de votar, voy al colegio, cojo mi sobre, no lo relleno y a la urna, tal y como salió de la máquina que lo creó. Si, un voto en blanco, en otro momento explicaré mis motivos, aunque el que me conoce o el que me lee entiende perfectamente mi opción. Pero en la pantomima que vivimos el pasado domingo no había candidatos, tan solo dos opciones, bueno en realidad había tres, por primera vez en mi vida supe que habían reconocido al voto en blanco como decisión válida del votante y hasta habían creado una papeleta para dicha elección, aunque esta vez no sirviera realmente para nada, supongo que la pondrían de excusa ante la abstención masiva de andaluces, para decir que no había porque quedarse en casa para demostrar que les daba igual el estatuto, que podían ejercer su derecho y hacer lo mismo. Bueno, puede que fuera eso o que la imprenta oficial pidiera un favor para triplicar su facturación de ese mes, claro que todo esto es especulación pura y dura, fruto de una mente conspiratoria como la de un servidor. En fin, vuelvo a reconocer que esta vez lo tenía claro, yo iba a ir a mi mesa a votar no, no por simpatía al Partido Andalucista, que tiene el mérito de ser el único que se opuso aunque, claro está, por sus propias motivaciones, que siempre dejan que desear, al igual que las del resto. Yo tenía claro que renovar el estatuto, tan solo veinte años después de que se consiguiera el primero era una “gilichorrez”, por mucho que la sociedad andaluza haya cambiado desde entonces, que creo que ha sido poco. Han cambiado las ciudades, las empresas, han mejorado las infraestructuras y las comunicaciones, pero eso es consecuencia del tiempo, nosotros seguimos siendo iguales y que Dios nos conserve así muchos años. Yo me iba a oponer porque nadie me informó sobre el documento en cuestión, nadie me explicó en que consistía, en que mejoraba al anterior, que beneficios traía a la comunidad que ya no tuvieramos. Tampoco que tenía de malo, que algo tendría. O que utilidad tenía el votar un nuevo estatuto a estas alturas de la historia. No he visto folletos repartidos por las viviendas ni grandes espacios en televisión, no he visto a los políticos contándo la realidad del estatuto, tan solo soltando la parrafada de siempre de que vamos hacia el futuro (me gustaría saber que sentido tiene esa frase, si solo podemos ir hacia adelante, hablando en cuestión de tiempo), o lanzándose pullazos a destajo, pero bueno, eso es marca de la casa, si no hicieran eso, los mítines serían de lo más aburridos, porque la gente va a esos sitios a dar caña al rival y a que le aplaudan. Si fueran a explicar el estatuto paso a paso o el programa electoral, entonces no iba ni el tato.

Pero eso fue hasta el sábado por la noche. Si, es curioso lo fácil que puede cambiar uno de opinión cuando le dan un buen argumento. Comentándolo con unos amigos unos dijeron que iban a ir, otros que íbamos a votar que no y uno en concreto me dijo que no iba, porque estaba claro que el estatuto se iba a aprobar ya que todos los partidos mayoritarios estaban a favor del mismo, por lo tanto, la opción de no ir se apoyaba en el castigo al referendum en cuestión, o sea, si el porcentaje de participación era bajo, tal y como resultó al final, los políticos tendrían que hacer balance y darse cuenta de que no lo han hecho del todo bien. Claro que esto es pura fantasía, ellos nunca se equivocan y hoy, a vuelta de unos cuantos días ya todos están en su rutina de siempre, dándose palmaditas en la espalda y diciéndose lo buenos y grandes que son. Les vale con que el estatuto se haya aprobado, aunque haya sido por una minoría de votantes, tal que, en otros paises civilizados se hubiera anulado el referendum, pero claro, eso es en países con auténtica tradición democrática y no aquí donde lo que tenemos es una especie de teatrillo político, con buenos, malos y feos, muchos feos.

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