The Irish Way

Los que me conocen bien saben que una de mis pasiones siempre ha sido Irlanda, su música, sus tradiciones, su manera de entender la vida, tan parecida y al mismo tiempo tan diferente a la española. Para nuestra luna de miel escogí (con el permiso de mi mujer) como destino la Isla Verde y disfrutamos de nueve fantásticos días entre Dublín y las tierras del condado de Kerry, con alguna visita a Cork.

Cómo octubre es temporada baja y los típicos circuitos turísticos ya estaban cerrados, elegimos un viaje a la carta, “Irlanda al Volante”, alquilas un coche y eliges una ruta. Lo normal es que se escojan varios hoteles de la zona y vas haciendo paradas cada día, maletas a cuestas, registrándote en un hotel por parada y dejándolo a la mañana siguiente. Eso es lo normal como decía, pero para mí no lo es mucho, ya que todos los días tienes que sacar ropa, volver a empacar y cargar con los bultos jornada tras jornada. Nosotros cogimos dos hoteles, uno en la capital y otro en el pueblecito y desde allí nos movíamos a donde queríamos, total, Irlanda no es mucho mayor que lo que puede ser Andalucía y en nueve días da tiempo de sobra a ver muchas cosas.

El mayor miedo que yo tenía (aparte del avión, cosa que me aterra), era el hecho de tener que conducir por un país diferente, con símbolos de circulación escritos en otra lengua (dos en este caso) y haciéndolo por el sentido contrario al que estamos habituados en el resto de Europa, con la dificultad añadida de que el asiento del conductor se encuentra a la derecha del vehículo. Pero, eso fue algo que tras varios minutos de callejeo y dos o tres despistes tratando de llegar a Temple Bar (en pleno centro de Dublín) se me quitó pronto, la mejor terapia: el tratamiento de choque. Te acostumbras pronto al cambio de marchas y a girar a la izquierda en las rotondas, lo de mirar por el retrovisor interior era otra cosa, pero tampoco fue muy problemático. Eso si, conducir por ese país es mundo aparte, sobre todo con la experiencia de sólo haber circulado por España. Al principio iba tan tenso que reconozco que casi no me daba cuenta de por donde iba ni lo que tenía delante o detrás, yo circulaba por el carril lento, pegadito a mi izquierda y dejando pasar a todo aquel que quisiera. Claro está que esto era en autovía, en cuanto llegamos a las carreteras nacionales la cosa cambió, pero no para peor. Llegados a este punto hay que decir que la República de Irlanda tiene muy pocos tramos de autovía, la gran mayoría de su red viaria está formada por carreteras de doble sentido, nacionales y comarcales, bastante bien cuidadas y con mucho, muchísimo encanto. A mi parecer les hace poca falta más tramos de autovía, perderían mucho con ellas, pero el “progreso” es imparable y supongo que en poco tiempo llenarán sus increíbles paisajes con esas horribles vías, mientras tanto se puede disfrutar de lo que tienen ahora. Las carreteras nacionales irlandesas son diferentes a las nuestras, sus carriles son anchos y tienen un arcén casi de la misma medida que el carril de circulación, muy bien señalizado y sin escalón lateral. La velocidad máxima permitida en esas vías es de ochenta kilómetros por hora y, normalmente, la gente la respeta, aunque siempre haya un capullo que se la salte, porque capullos hay en todas partes y en Irlanda no podía faltar uno ¿verdad? O al menos eso pensábamos, que aquel tipo era un mamón... pero todo a su tiempo, primero voy a explicar la situación.

Tras un par de horas de camino por una de esas ya mencionadas encantadoras vías del sur, al mirar por el espejo retrovisor, me doy cuenta de que detrás mía llevo acumulados una mediana cantidad de vehículos, a cierta distancia y sin agobiar, o sea, nadie me echaba las luces, ni quemaba el claxon, ni se me pegaba al culo haciendo gestos y ademanes para que me apartara y dejara paso, cosa que me encantó porque ahí se veía la clase de conductores que tienen en ese país. Yo no iba a exceder la velocidad permitida, si no lo hago aquí en casa, fuera tampoco lo iba a hacer ¿no? Tampoco bajaba del límite, iba al máximo, pero, claro, para algunos eso no es suficiente. La cosa fue visto yo no visto. Como salido de la nada, un Ford Fiesta de los ochenta se arranca desde unos cinco coches atrás y empieza a adelantar, por linea continua y sin aminorar la marcha, yo me quedé un poco alucinado, ya había visto cosas así en España, pero no iguales a esta. Lo curioso es que los coches a los que adelantaba el Fiesta lo que hacían era apartarse cuidadosamente hacia el enorme arcén que tenían a su izquierda, mientras que los que venían de frente hacían lo propio por su derecha. Otra vez me quedé sorprendido por la tranquilidad con la que todo el mundo se tomaba una maniobra que para mí era de lo más peligroso, ya que nadie hacía gestos de desaprobación, ni lanzaba señales de aviso. Al final nos tuvimos que reir, sobre todo al ver que los ocupantes del pequeño Ford eran dos vejetes típicos Irlandeses, con gorra de tweed incluida, que iban charlando alegremente mientras todo el mundo se apartaba a su paso. Cuatro o cinco situaciones iguales nos hicieron darnos cuenta de que aquella era, y es, la forma de adelantar en ese país.

Aquello y el respeto que los conductores tienen los unos por otros, ejemplarizados en algo tan sencillo como dejar paso al de delante cuando este se quiere cambiar de carril y te lo indica adecuadamente o no abusar del acelerador, del claxon o del equipo de música, me hicieron darme cuenta de lo civilizados que están en un país que tan solo se encuentra a tres horas de avión de mi casa. Que eso que tanto había escuchado yo de la cultura automovilística, de las buenas maneras, de la educación al volante realmente existían y no era un mito de los educadores viales. Si ya de por si adoraba Irlanda, aquello me hizo darme cuenta de lo mucho que envidio a sus habitantes, porque aquí podemos tener sol y buen clima, pero todo eso queda a un lado cuando te subes a tu auto y, tras santiguarte y encomendarse a toda la corte celestial, tienes que aguantar, con todo el estoicismo posible, lo que te digan por el camino a casa el resto de “conductores” ya que yo, en aquellos días me propuse conducir siempre “A La Manera Irlandesa”, aunque ya llevara unos cuantos años haciéndolo sin darme cuenta. Bueno,menos lo de adelantar en plan Kamikaze a veinte coches por linea continua eso se lo dejaré a otros.

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