Un País de Prestamistas

“¡Agarrénse donde puedan porque esto empieza a caer!”. Este debería ser el aviso que el Banco de España nos diera en una no muy futura nota de prensa, de esas a las que nos suele tener acostumbrados y que, por desgracia, tan poco interés causa en quienes tienen que hacer caso.

Yo soy de esos economistas que no veneran los datos, índices y ratios y prefieren fijarse en lo que ven en la calle. Las cifras no mienten, es cierto, pero tampoco son dogma de fe. Un mal cálculo, un análisis erroneo y lo que ayer estaba bien hoy es un desastre. En cambio la calle no miente, no engaña, es la realidad pura y dura, un auténtico laboratorio socioeconómico con información de primera mano y al alcance de cualquiera. Una información tan buena, que al compararla con la de los organismos y entidades serias (y por serias me refiero a las que no obtienen beneficio y pueden ser imparciales) ves que respalda todos los datos destacados en sus informes.

El Banco de España lleva años diciendo que las economías domésticas, esto es, las unidades familiares, ya estén formadas por uno, dos o diez miembros, llevan un ritmo de endeudamiento poco sostenible. Que si no se fomenta el ahorro, en cuestión de unos pocos años vamos a encontrarnos con problemas muy serios. Y ¿qué respuesta obtienen estos avisos? Pues lo que cabía esperar en un país de buitres. Los bancos y entidades financieras quitan hierro al asunto diciendo que el Banco Central es muy alarmista, que la situación no es tan preocupante. El gobierno, que se supone que debería hacer más caso que ninguno a esa entidad, tampoco se pone de su parte, no le conviene, y en respuesta aparece siempre el Ministro de Economía y Hacienda diciendo que con la progresión de crecimiento económico y las previsiones futuras, este endeudamiento es del todo anecdótico y totalmente sostenible. ¿Y qué van a decir ellos? ¿Que el país va mal? ¡Quita, quita! La palabra mal no existe en el vocabulario político (a no ser que hablen del oponente)

En fin, que aquí como siempre los que no quieren ver no se van a quitar la venda de los ojos, sobre todo cuando eso les reporta pingues beneficios, porque los intereses son los intereses y si una familia formada por uno o dos “mileuristas” (o sea, aquellos que solo ganan mil euros,o menos, al mes en nómina) se quiere comprar la televisión de plasma más grande del mercado, el deportivo rojo con el que siempre han soñado y hasta el chalé pareado con piscina y solarium e hipotecarlo todo a cuarenta o cincuenta años, ellos no van a ser quienes se nieguen, no, ni ellos ni el Banco de España, porque eso sería coartar libertades y, además, tampoco está para eso esa Institución. El problema radica en que nadie pone limites al endeudamiento, no hay control, no hay responsabilidad y eso es muy peligroso, sobre todo en este país en el que hasta el más listo se cree que todavía hay sitios en los que los duros se venden a cuatro pesetas. Tan solo hay que poner la tele a media mañana y en cualquier bloque de anuncios te están bombardeando con dinero fácil, créditos rápidos, préstamos sin nómina... regalos para crédulos que acaban arruinándose la vida por darse el capricho de irse de vacaciones al Caribe, todos los años.

Hasta el mes pasado en la Avenida de Carlos Haya, zona en la que resido actualmente, había tres oficinas inmobiliarias y cuatro agencias de viajes, la semana pasada ya vi una de las inmobiliarias que había puesto el cartel de “Cerrado por reformas” (algo extraño porque el local se abrió al público no hace ni un año) y en cuestión de días se han abierto dos nuevas oficinas de créditos rápidos. Una de ellas nos dio mucha rabia porque en su local estaba anunciada la inauguración de una floristería y nos hacía bastante ilusión, en fin, supongo que a los floristas les hicieron los ojos chiribitas cuando le ofrecieron el oro y el moro por un local que acababan de reformar, no les culpo, pero me fastidia. La cosa está clara, la burbuja inmobiliaria está a punto de reventar, por mucho que se diga que no existe tal burbuja, y el negocio está ahora en el dinero fácil, en explotar al que más necesita que es en el fondo el que va a esos sitios a pedir, primero que le arreglen la vida, después que se la perdonen porque no pueden pagar lo que les exigen.

Hoy he visto el primer cartel en una marquesina de autobus urbano anunciando este tipo de negocios, no de un banco cualquiera, de uno de los grandes. Ahora todos se han subido a este carro, tal y como lo hicieron cuando pasó el del ladrillo. Ya no les basta con anunciarse por televisión a la hora en la que solo las amas de casa y los parados están viéndola, no, ahora quieren llegar a todo el mundo. Miedo me dan.

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