Fran No Sabe Que Significa "Men"

En verano la actividad de la empresa se relaja, puede que el calor y eso de que media Málaga esté de vacaciones influya algo. Así que a la vuelta de mi descanso estival, el jefe de mantenimiento (Paco, buen hombre donde los haya y gran amigo), me comentó que me iba a traer a su hijo el pequeño para que le diera clases de Inglés. A Fran, que tiene dieciséis años y la cabeza entre el fútbol y las niñas, eso de aprender Inglés le parece una chorrada, de hecho la eligió como segunda lengua extranjera en la ESO, después del Francés (¡Pedazo de Lengua súper-actualizada!). Después de dos semanas obligándole a hacer ejercicios me he dado cuenta de que realmente el chico no tiene interés por aprender la lengua de “Su Graciosa Majestad”, no es que sea torpe, no lo es, en el resto de asignaturas ha sacado hasta nota, es que le da igual. Tanto que hasta no sabe que significa “Men” (¡Dios! Eso me lo enseñaron a mí en la guardería!). Al final resulta que la culpa no es del chaval, sino que su profesor, de doce temas que tiene que dar en todo el año, solo da diez y mal explicados. Según él, no le exigen más de lo que sabe, o sea, no le exigen nada, porque eso es lo que sabe de Inglés, gramática nada, vocabulario, nada, comprensión nada, esfuerzo cero. Además hoy me comenta que no importa si suspende, ya que no tiene que ir a recuperación, como se sobreentiende que si no sabes nada de Inglés en la ESO es imposible que apruebes Bachiller, pues no hay problema, si apruebas en un curso superior tienes aprobado lo que dejaste en la cola. ¡Bendito sea Dios! ¿Quién se ha inventado semejante receta? No, no hace falta que me lo digan. Vamos que ahora eso de no estudiar en el colegio está premiado con un montón de años de vacaciones ¿no? La cosa está clara, no pego palo en cuatro o cinco años y cuando llego a segundo de Bachillerato me pongo a empollar como un loco, saco los exámenes por los pelos y ¡tachán! Un bonito título para el señorito. Total para lo que les va a valer en la calle, todos lo tienen y lo único que buscan ahora es un par de brazos para cargar ladrillos o una cara bonita que sepa vender. A la hora de las “¡Madres mías!”, como dicen en mi casa, los niños de la LOGSE estarán dándose de cabezazos en la cola del paro mientras los que tenemos que asumir los puestos de responsabilidad nos las veremos muy negras a la hora de encontrar personal medianamente y decentemente cualificado. La manía de los nuevos politicuchos de cambiar la ley de educación nada más sentarse en los sillones azules está consiguiendo convertir a mi querida España en un país de tollos, tarugos y mentecatos más interesados en que los amplificadores del coche no les rompan los cristales cuando salen de botellón que en ganarse la vida como Dios manda. Cuando llegue el momento de pedir explicaciones y los dedos de señalar apunten a todas partes y a ninguna, mientras se escucha eso de “yo no he sido, fue aquel del otro partido que estaba antes que yo…” o “fueron los de mi partido que estaban antes y no seguían las directrices…” y gilipolleces del estilo a las que cada vez me acostumbro menos (cuando debería ser lo contrario), las cosas quedarán igual que siempre, con los que han de pagar yéndose de rositas y apuntando a objetivos más altos como ese del estatuto de los cojones que ahora está tan de moda (disculpen el tono, no suelo ser así normalmente). Al final el pobre Fran saldrá perdiendo y, cuando dentro de unos años, esté de viaje con los colegas en Londres y le sobrevenga un apretón de esos de no te menees, se verá crudo al no saber por cual de las dos puertas tendrá que entrar para evacuar a gusto sin montar un escándalo.

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