109.848 Gilipollas Cazados

Hoy vengo calentito con el tema de la carretera (a este paso me voy a convertir en monotemático). Según una nota de prensa de la DGT sobre la campaña de radares fijos instalados este verano, ese de arriba es el número de infractores graves identificados durante el tiempo que ha durado ésta. En la dirección que abajo os dejo podéis leer dicha nota y ojear unas “joyitas” en forma de foto de algunos de estos elementos (prestad atención a la velocidad).
Los dos que me han aguado el día de fiesta hoy no iban rápidos que digamos, pero tampoco se quedaban cortos en ganarse el título de “Mister Gilipollas 2005”. El primero tenía prisa por llegar a Dios sabe donde, el segundo ganas de picarse con alguien. Pero, situémonos antes para entender mejor porqué hoy pongo a caldo a otros dos conductores anónimos. Ocho de Septiembre, día de Nuestra Señora de la Victoria, es fiesta local en Málaga y decidimos ir a visitar algunos pueblos de la provincia, concretamente Monda, Guaro y Alozaina. Hasta dejar Guaro la cosa no iba mal, la carretera es de doble sentido pero está bien asfaltada, y los límites de velocidad así como las líneas de la calzada se encuentran en perfecto estado. Los vehículos adelantan cuando deben y, más o menos, moderan su marcha. Repito, la cosa no iba mal hasta que a unos cinco minutos del cruce de Guaro en sentido Tolox veo a un Twingo, amarillo gastado, tomar una curva un tanto bruscamente. A la contra-curva se tenía que poner a mi altura y así lo hizo, con exceso de velocidad, invadiendo mi carril con, aproximadamente, tres cuartos del coche y, lo que me cabrea aún más, echándome las luces para que me apartara. Yo ya me había apartado desde el momento en que lo vi y tanto yo como el que venía tras de mí le obsequiamos con una sonora pitada de claxon y, sin incluir al conductor de atrás, una retahíla de insultos para él y toda su familia. Yo cada día me sorprendo menos con las cosas que me encuentro conduciendo, pero ver a un “rey del asfalto” en un Twingo amarillo es de las pocas que me quedaban. O al menos eso creía hasta que me topé con el segundo aspirante. Ya veníamos de vuelta por la A-357, como siempre yo por el carril de la derecha controlando todo lo que venía por detrás y moderando la velocidad (90 a 100 km/h.). A la altura de Campanillas observo por el retrovisor como uno de esos trastos tuneados por esos canijos con un mal corte de pelo y demasiado dinero para gastar viene, digamos, bastante deprisita. En ese momento le digo a mi mujer: “Ana, mira que coche tan bonito nos va a pasar ahora mismo” (Aplíquese un tono irónico a la frase para entenderla bien). Cual no sería mi sorpresa cuando, al alcanzar mi posición, los dos niñatos, porque yo no los vi pero mi mujer si se fijó y eran del tipo estandar -por llamarlos de algún modo- no intentan sobrepasarme sino que se ponen a circular en paralelo durante cerca de un minuto, mirando hacia nosotros, presumiblemente intentando picarme para echar una carrera, eso pensando bien, ya que también podían buscar obstaculizarme el paso para que me empotrara contra el autobús de la EMT que se estaba incorporando a mi carril unos doscientos metros por delante, pero eso es pensar un poco mal. Total, como yo no me pongo nervioso al volante porque se que en el cielo me quieren mucho y vigilan para que no me pase nada, tras recorrer el casi kilómetro y medio con Pierre Nodoyuna y Patán de compañeros, opté por levantar el pie del acelerador, reducir para no acabar decorando mi coche (Manolete para los amigos) con rallas color verde autobús y dejar que la presión de los dos o tres que ya se habían puesto tras el “relámpago gris” hicieran que estos se buscaran un “pringao” para jugar más adelante.
En fin, todos sabéis que no soy de los que se van partiendo la cara por ahí, yo soy más sutil y me aplico ese proverbio árabe que dice “siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”. No soy tan crudo y no le deseo eso a nadie, pero el día que reconozca en las noticias ese SEAT León amarillo y gris, con un alerón que parece desmontado de un Boeing 727, aplastado contra una farola o empotrado en una fuente, me vais a permitir que, por lo menos, muy triste no me ponga.
P.D. Si llego a reconocer a un amigo, a mi hermano o a mi padre mismo en una de esas fotos, le arranco la cabeza de un sopapo.

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