Avance, Adelanto, Perfeccionamiento

Esta es la definición que la RAE hace de la palabra “Progreso”, junto con la de: “Acción de ir hacia delante”. Está claro que en este país siempre se ha leído muy poco, eso es algo que va con el carácter mediterráneo, siempre generalizando, no se me enfaden los nacidos junto al Mare Nostrum, ni se me envalentonen los atlánticos y cantábricos, que la ilustración no entiende de nacionalismos ni de aguas saladas. Ejemplos de la falta de lectura, cultura y entendimiento los tenemos a puñados todos los días, baste con ojear las columnas de cualquier diario para comprobar como, junto a las páginas de sucesos, donde siempre aparecen los mismos pobres desgraciados y marginados cosiéndose a cuchilladas, por un aparcamiento en la puerta de su casa, encontramos a la élite de los servidores públicos, haciendo lo mismo y sin ningún miramiento para con los que hemos decidido permitirles estar ahí. Pero ellos defienden esa actitud con la afamada frase “Todo esto se hace en pos del progreso…” ¿En progreso de quién o quienes? Supongo que de sus amigos o de ellos mismos, porque por mucho que me digan que se hace para el bien común, ¿que quiere usted que le diga?, no me convence.
La politización del bien común y del progreso lo único que ha conseguido, entre otras muchísimas cosas, es traernos moles de cemento a las playas, convertir los pintorescos pueblos de pescadores en ciudades dormitorio de la Europa adinerada (que sigue quedando por encima de los Pirineos) y crear una peligrosa dependencia de nuestra economía con respecto a la construcción. No hay que ser licenciado para darse cuenta de que esto es de todo menos bueno, con acudir a la sabiduría popular se despejan todas las dudas, todo el mundo sabe que no es de muy sabios el poner todos los huevos en la misma cesta. Y tampoco hay que ser un lumbreras para darse cuenta de que la cesta de la construcción (del avance y el progreso de la provincia) empieza a tener agujeros y rotos. Pocos remiendos le valen ya a esta situación. Ya llevo unos cuantos meses leyendo noticias relacionadas con el tema en la prensa, que si ya se nota el descenso de la actividad, que si ya han cerrado las inmobiliarias pequeñas que se subieron al tren para aprovechar el tirón, que si ya se tarda una media de treinta (¡30!) meses en vender una vivienda, que si vienen los indios, que si sálvese quien pueda… Total, que las señales están claras, el pastel de los pisos a precio de oro se está terminando y ya no quedan ni miguitas, vamos ni el plato para “rechupetear”.
Ya era hora digo yo. Ya toca que el dinero y la especulación monetaria se quede donde debe, en el parqué de las bolsas. Allí donde cada decisión afecta solo a aquellos que se han arriesgado y han querido jugar con pleno conocimiento de causa y sabiendo donde se metían, para bien o para mal. No como en el sucio negocio del ladrillo que cambia de manos, en el que todos los jóvenes hemos salido perdiendo, porque no hay futuro más negro que aquel que te obliga a hipotecar tu vida para poder vivir dignamente. Que eso es algo, lo de vivir dignamente, que, aunque te ampare la Constitución, ya poca gente se puede permitir, porque con cincuenta años de pago de intereses a la vista ya me dirán a mí que dignidad se puede tener. La que te queda de no haber devuelto ni un solo recibo del banco ¿no?
Mi consejo, lejos de teorías económicas, técnicas de recuperación rápida de capitales o lecciones de inversión para ir tirando, es que se tenga paciencia, ya que (como todas las cosas de esta vida) todo vuelve a su sitio con el tiempo, y si un día las cosas están en lo más alto del gráfico, a la vuelta de dos o tres años estarán tocando fondo. Que la burbuja inmobiliaria no va a explotar, pero se está desinflando poco a poco, ojeando un “Llave en Mano” o un “Don Anuncio” ya puedes ver empresas que dicen que rebajan los precios, y si eres algo meticuloso puedes dedicarte a buscar anuncios repetidos en varios meses, que los hay y bastantes.
Así que paciencia amigos, que pronto nos llegará la hora de progresar a nosotros. ¡Que ya toca! ¿Verdad?

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