La Vía Rápida

La vida cotidiana del malagueño medio (y por extrapolación, del español medio) se ha convertido en una incesante y constante búsqueda de atajos. No importa la edad, condición social, credo, ideología, raza o cualquiera que sea la diferencia que pueda catalogar al individuo, todos buscan llegar antes a su destino, saltarse puestos en la cola, “puentear” a cargos intermedios entre él y el jefe, ahorrarse dos minutos yendo marcha atrás o girando donde no es debido y, en fin, optando siempre por la vía rápida.
Atajar se ha convertido en el acto más admirado, codiciado y perseguido por la sociedad de hoy. Porque, aún existiendo decenas de opciones y cantidad de ofertas para llegar a conseguir lo que una persona desea, la elección, casi en el cien por cien de los casos a está enormemente condicionada por la rapidez con la que se pueda obtener el fin, el beneficio, el lucro o hasta el estatus social. Y de ahí suelen partir la mayoría de los problemas con los que nos encontramos hoy. Porque el que España siempre haya sido un país de pandereta en el cual el que menos tiene es el que más aparenta tener, bueno, pues eso es algo que puede resultar hasta gracioso en algunos casos, pero estamos llegando a unos extremos en los que, si no se pone remedio, nos vamos a encontrar con un problema muy difícil de resolver. No hay que tener un Master del Universo en Economía Social (si es que eso existe) para darse cuenta de que hay cosas que, bueno, que simplemente no funcionan. Yo, sinceramente no veo muy normal eso de que un peón de albañil gane lo mismo o más que el gerente de una empresa que factura más de seiscientos mil euros al año. Tampoco veo muy lógico que un chaval de diecinueve años, cuya única fuente de ingresos sea el trabajo de lavacoches que ostenta en el garaje de su primo, vaya conduciendo un Mercedes SLK. O que familias que apenas llegan a fin de mes con los dos humildes sueldos del padre y la madre, se vayan de vacaciones todos los veranos al caribe, a Disneyland Paris o a ver los patos de China, curiosamente en esas familias lo único humilde que hay son los sueldos.
¿Quién tiene la culpa de todo esto? Pues sin darle muchas vueltas, en primer lugar habría que culpar a los bancos, a todos sin excepción. Con esta política de créditos rápidos y “baratos” están consiguiendo que las familias españolas se endeuden, solo por querer vivir por encima de sus posibilidades. Estos señores hacen engordar las cuentas de resultados de sus entidades, con “enormes” carteras de “pequeños inversores” y se presentan todos los años como las entidades financieras más grandes del mundo mundial. Habría que mirar con lupa todo eso para ver que, y en este caso nunca mejor dicho, no es oro todo lo que reluce. En segundo lugar habría que dar un toque de atención al gobierno (por supuesto, esta vez tampoco se iba a librar). Si dejamos que los que dirigen la travesía económica del país hagan caso omiso a todas las advertencias que los expertos le hacen ¿a donde vamos a llegar? Bueno, no creo que alcancemos el record de los argentinos y su “corralito” aquello es difícil de superar. Pero, por si acaso, no deberíamos bajar la guardia. Por último hay que mirar muy severamente a las televisiones, revistas y demás medios de comunicación que se empeñan en mostrarnos, repetidamente las claves del éxito rápido y sin esfuerzo. Ahí encajan todos estos monstruitos televisivos salidos del Gran Hermano, del Operación Triunfo o de la Casa de la Vida de la madre que la parió. Aunque de esos aún se salvan muchos, peores son todos aquellos que lo único que han hecho en su vida ha sido acostarse una noche de borrachera con el yerno (o la nuera) de una aristócrata venida a menos. Que conducen deportivos pagados a base de exclusivas baratas y polvos caros.
Ese es el ejemplo que me preocupa que sigan los siempre influenciables adolescentes, ya que en la edad del pavo distinguir entre bueno y malo siempre ha sido muy difícil. Y un buen coche, una buena moto y una señora estupenda (o maromo hipermusculado) siempre ha impresionado mucho. Optar por el camino corto siempre será lo más fácil, pero trae consigo consecuencias no deseadas, y, casi siempre, solo para una de las partes, la más débil.
En mi mundo laboral particular también me encuentro casos de tipos así. Ayer mismo me llamó un personaje interesado en alquilar un local. Tras soltarle el rollo de siempre sobre medidas, tamaños, precios, duraciones, requisitos, etc.… y al comentarle lo de la lista de espera, el chaval me hizo este comentario: “Bueno ¿Y no hay forma de que me adelantes en la lista?... ¿Y si me enrollo contigo?” En otra situación y pillándome con algo más de cachondeo en el cuerpo le hubiera soltado una de mis típicas respuestas irónicas, pero, en el curro, con unos cuantos días a la espalda aguantando la misma rutina y a esas horas de la mañana, tan solo le dije que no. En fin para otra vez no dejaré pasar la oportunidad y le soltaré una puyita al oportunista de turno que me quiera saltar por encima.

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