Mens Sana...

Cuando yo digo que no a algo suele ser por un motivo en concreto. También tengo que decir que pocas veces suelo negarme a algo, pero, repito, razones no me faltan cuando me niego a cualquier cosa. Aún así siempre hay ocasiones que merecen saltarse las convicciones, mirar para otro lado y acceder a ciertas proposiciones. No se me asusten que no me refiero a nada malo.
Mis amigos Sebi y Alex, llevaban cosa de un año y pico invitándome a que compartiera con ellos la estimulante actividad de ir a jugar al fútbol los domingos por la mañana. Obviamente, todo aquel que me conozca puede entender, perfectamente, que tanto tiempo haciéndome de rogar no era por simple capricho, simplemente es que a mí el fútbol no me gusta y punto. Si a mi aversión le añadimos que se reúnen, como he dicho antes, los domingos y a una hora totalmente intempestiva (por no decir antinatural para un día de descanso) la cosa se entiende aún mejor. Y no es que a un servidor le guste hacerse de rogar, que conste, pero me lo hice y mucho. También he de reconocer que mis amigos son constantes, una “hartá”, tanto que al final consiguieron que el pasado domingo cediera y les brindara el gusto, ¡qué digo el gusto!, el placer y aún diría más, el privilegio de verme en gayumbos y camiseta (porque poca gente ha podido disfrutar de esa imagen) despejando balones, sudando como un cerdo, tragando aire a bocanadas tales que dejarían al vacío una vivienda pequeña y esforzándome por no escupir el hígado después de una carrera defensiva. Porque, reconozcámoslo, uno dejó de estar en forma allá por el año dos mil y un palizón de ese tipo lo único que consigue en este “cuerpazo” que Dios me ha prestado y me sigue conservando, son unas agujetas de mil pares de narices. Porque el cuerpo ya me dolía la misma tarde, pero es que los dos días siguientes fueron de morirse. Cada paso, cada movimiento era un suplicio, miles de pinchazos agudos penetrando cada uno de mis músculos hasta el mismo hueso. Incluso pensar era doloroso.
Admito que la actividad fue, cuando menos, interesante. Unos doce hombres de edades parecidas, de clases diferentes, razas y nacionalidades, compartiendo una actividad común, sana (más o menos) y nada violenta, al contrario, muy distendida y bastante divertida. Tan sólo hubiera quitado a cierto elemento pelmazo, quejica y plasta que hizo dos comentarios a mi mal juego y no me hizo más porque le solté una bordería preventiva. Luego me enteré de que el señor en cuestión era un alto cargo de la UMA, cosa que me aclaró el grave problema de insatisfacción que debe tener encima para tomarse en serio una “pachanga” de domingo por la mañana.
No creo que vaya a repetir la experiencia en mucho tiempo, por todos los inconvenientes que he comentado más arriba y por el mal cuerpo que me dejó, que, dolor a parte, destrozó todas las expectativas que mi mujer y yo nos habíamos planteado esta semana para tratar de aumentar la familia. En otras palabras, eso de que el deporte ayuda a mejorar la vida sexual es algo muy, pero que muy discutible.
¿Porqué esta gente no jugará al tenis o al padel entre semana como todo buen ejecutivo? No, al balompié que es más castizo y español. En fin, si alguien se anima todos los domingos por la mañana se pueden apuntar, yo, por mi parte estaré durmiendo, que la semana es muy larga y hay que acumular fuerzas.

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