El Trenecito Mágico

Carta enviada a Diario Sur el 9 de Junio de 2006.
Dios sabe si la publicarán algún día.
Al hilo de la súper-noticia con la que ayer este diario abría su edición, hubo algo que me resultó muy gracioso. Bueno, gracioso no, realmente fue sorprendente. Prácticamente me pasé toda la tarde tratando de entender los datos técnicos que explicaban la maravilla rodante que van a instalarnos, durante los próximos tres años, bajo el subsuelo de nuestra Málaga querida, concretamente en lo referente al apartado que explicaba los tiempos de espera entre tren y tren y, lo que me dejó totalmente anonadado, el tiempo total en recorrer la línea completa.
Según la información publicada ayer, que supongo provenía del adecuado organismo oficial, durante las horas punta, tan solo tendremos que esperar unos seis minutos aproximados entre un suburbano y otro, tiempo que se prolonga algo más para las “horas valle” (que es algo que no entiendo, pero bueno, ese es otro tema). También se comentaba que la distancia media entre paradas era de unos setecientos cincuenta metros, cosa que me parece de lo más apropiado para mantener una perfecta comunicación en nuestra ciudad. Ahora bien, la última notación señalaba que el tiempo en el que una de las líneas recorrerá la distancia comprendida entre la Plaza de la Marina y el Palacio de Deportes Jose María Martín Carpena, iba a estar sobre los doce (¡12!) minutos, una maravilla comparada con los cincuenta y tantos de los autobuses públicos y los más de veinte, más aparcamiento, de los vehículos privados. Llegados a este punto dicha información me supone un problema que ahora mismo voy a plantearles:

“Un tren ‘A’ sale de la estación ‘x’ en dirección oeste con destino a la estación ‘y’. Si sabemos que entre una y otra estación el tren tiene que realizar nueve paradas, equidistantes entre ellas a una distancia media de setecientos cincuenta metros, que emplea un tiempo de seis minutos en recorrer esa distancia entre paradas y que, además, realiza quince segundos por parada para que los pasajeros puedan embarcar y desembarcar.
a) ¿Cuánto tiempo emplea el tren en realizar el recorrido completo entre la primera estación ‘x’ y la última ‘y’?
b) ¿Cuál es la velocidad media de desplazamiento del tren entre paradas y, consecuentemente, la velocidad de crucero en hacer todo el recorrido?
c) ¿Coincide alguno de los datos calculados con la información ofrecida por las autoridades?


Obviamente con un simple cálculo matemático vemos que si un tren tiene que emplear seis minutos entre paradas, realizar nueve y esperar quince segundos en cada una de ellas, el tiempo total para realizar todo el recorrido tiene que ser obligatoriamente de 56 minutos con 25 segundos.
La respuesta a la segunda pregunta nos da una media de 7,5 km/h, una velocidad “escalofriante”. Pero que sale, por lógica, de una simple regla de tres, en la que la incógnita se deduce fácilmente al recorrer nuestro tren setecientos cincuenta metros en seis minutos.
Claramente la respuesta a la tercera pregunta es “No”. Ya que si los datos publicados ayer fueran correctos, bueno, las consecuencias no dejarían de ser, como mínimo, paradójicas. Supongamos que, siguiendo la información oficial, la señora Doña Carmen Alonso y su señor esposo Don Pablo Urquijo , residentes en calle Panaderos quedan para cenar con su hija recién casada que vive en la calle Lilí Álvarez. Para ello toman el suburbano en la Plaza de la Marina a las ocho en punto de la tarde. Si el tren es puntual y seguimos la información facilitada por las autoridades, la familia Urquijo Alonso llegaría a casa de su hija a las ocho y cuarto. Siguiendo la lógica lo haría a las nueve menos cinco. Con la versión oficial el recorrido del metro sería lo más parecido a una atracción de parque temático, con los pasajeros subiendo y bajando a la carrera, o con el tren en marcha. Cada vez que fuera a pasar junto a un andén, por megafonía se avisaría a los pasajeros para que estuvieran atentos a saltar. Y bueno, siempre hay ventajas, si por un despiste no atrapases el tren a tu hora, pues no importa demasiado, en aproximadamente minuto y medio pasaría otro, eso si, a igual velocidad, de modo que deberías estar preparado cual lince frente a un conejo.
En fin, permítanme un consejo y sigan mi ejemplo, por si acaso yo iría reservando plaza en el gimnasio del barrio para ponerme en forma y, dentro de tres años (si Dios quiere), no dejar escapar ni un solo tren en hora punta. O si no ¿quién sabe? Puede que seamos la primera ciudad del mundo en instalar un “Tren Mágico” tipo Harry Potter, en el que no haga falta ni pagar entrada, ni subirse, y ¡mire usted que cosas! Ni tan siquiera metro para ir de un lado a otro de esta ciudad. Aunque, también todo puede deberse a un error de cálculo (o un exceso de expectativas), pero, sinceramente, me haría más ilusión cualquiera de las otras alternativas, al menos serían más divertidas ¿no creen?

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