Purasangres y Mala Leche

A lo largo de mi vida he visto tantas imágenes impactantes en la televisión que, a estas alturas, se supone que ya debería estar curado de espanto. Aún tengo grabada a fuego en mi mente la primera de esas instantáneas macabras, era de la guerra entre Irán e Irak, supongo que de los últimos años, cuando se sumieron en batallas de trincheras y utilizaban todo tipo de armas, desde las de fuego a gases letales. Todavía recuerdo los cuerpos desmembrados, esparcidos por el suelo del desierto. Si, hay cosas que un niño no debería ver, pero claro, por aquel entonces tan solo había dos canales de televisión y nosotros nos tragábamos todo lo que echaban, además, a la hora del telediario tenías que verlo por pantalones, porque la hora del “parte” era algo así como sagrado. Por entonces no existían leyes de protección al menor sobre contenidos televisados, ni el defensor del telespectador, aunque el locutor casi siempre solía añadir una nota antes de mostrar las imágenes avisando de que las mismas podrían herir la sensibilidad de algunos espectadores. Supongo que esa nota no solo estaba pensada para avisar a los sensibles de que apartáramos la vista, sino también para llamar la atención de los que en ese momento no miraban.

Desde entonces hasta nuestros días lo de publicar las maldades del hombre a la hora del almuerzo no ha cambiado demasiado. Hay que matizar que ya apenas avisan de lo fuertes que pueden ser unas imágenes, de hecho creo que ya no lo hacen. En realidad sería algo molesto tener que oír la misma frase entre veinte y treinta veces por minuto ya que casi todo lo que ponen alcanza nivel suficiente como para avisar. De vez en cuando si que se escucha ese comentario, entonces es cuando se me ponen los pelos de punta de pensar que es lo que nos van a mostrar, que grado de crueldad alcanzará el video de moda. Porque tristemente se ponen de moda este tipo de atrocidades en 8mm., como cuando a los “insurgentes” persas les dio por decapitar “turistas” a base de machete, antes de sacarlo a la luz, los directores de informativos se ponían muy serios advirtiendo de la dureza y la crudeza de la secuencia, al día siguiente se hablaba del tema hasta en el programa de Ana Rosa, como si tal cosa.

Y es que realmente las noticias, al igual que casi todo en esta vida, va a golpe de moda. Ayer se hablaba del maltrato a las mujeres, casi todos los días salía a la luz una victima nueva, después vinieron los perros asesinos, los Pit-Bulls que se comían a niños y les arrancaban la cara a las personas, más tarde llegaron las oleadas de inmigrantes por la frontera de Ceuta y de Melilla, luego el estatuto catalán, el valenciano, el andaluz, el dialogo con ETA, la fiebre de los cayucos y el caso Malaya.

E imágenes impactantes las del caso Malaya, ahí es a donde quería llegar yo, porque lejos de las implicaciones políticas, empresariales y económicas que pueda tener, que son muchas, muchísimas, lo que más nos ha dolido a todos ha sido ver el lamentable estado en el que se encontraban los caballos del señor Roca (es curioso, como este tipo se llama igual que mi inodoro y pocas diferencias hay entre ambos, bueno si, mi inodoro está mucho más limpio). Ver unos animales tan magníficos más famélicos que el propio Rocinante daba mucha lástima. Me pasé dos días llamando de todo a los responsables, desde desalmados hasta hijos de la grandísima, hasta que me enteré de que no todos los ejemplares de la misma cabaña se encontraban en igual situación, a los escasos días nos lanzaron un nuevo video con bichos de millones de euros, perfectamente alimentados, lavados y cepillados, más relucientes que un Ferrari recién pintado. Entonces me entró aún más mala leche si cabe, porque resulta que hasta en el mundo de los caballos existe el clasismo y que, puestos a preferir, es mejor que se muera un “jamelgo” de cuarto de millón de euros que no uno que vale dos o tres. Supongo que en este caso ocurrirá como cuando a un currito se le estropea cualquier chorrada del BMW deportivo último modelo, que cuando lo lleva al taller resulta que no puede hacer frente a la reparación, porque solo las cuotas del carro le suponen más del ochenta por ciento de su salario mensual. No se exactamente cuanto sale la minuta de un veterinario por curar los males de diez caballos, mal cuidados, mal alimentados y enfermos, pero claro, seguro que es más que el coste de diez balas y un par de billetes al encargado del vertedero para que haga la vista gorda, o incluso le sacan beneficio vendiendo la carne para hacer croquetas para perros.

Mientras tanto las asociaciones de turno han puesto ya el grito en el cielo, al igual que los interesados políticos (esos están a la que cae). Yo tengo claro el desenlace, los caballos se morirán, habrá una breve reseña en un diario local y aquí Dios y después gloria, a otra cosa mariposa que ya cantan otros pájaros, sobre todo los de Alhaurín.

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