Dos años sin llover y cuando arranca el otoño nos cae la tromba del siglo, al menos de lo que va de siglo, y si no pregúntenle a los veinticinco desgraciados que se quedaron ayer sin coche por tenerlo mal aparcado, no en doble fila, ni por mala suerte al reventar un muro de contención, no, los habían dejado en el lecho de un arroyo. Y con la que cayó, el arroyo, que llevaría como cuarenta años sin mostrar su fuerza, aprovechó la coyuntura, y diciendo “¡esta es la mía!” se lanzó en tromba para recordar viejos tiempos. Y es que cuando un río se empeña en retomar su curso no entiende de obstáculos, construcciones, propiedades privadas y planes urbanísticos. De modo que me lo imagino cuando por la mañana temprano, el arroyo Toquero, empezó a ver como a lo lejos los trabajadores de la zona iban dejando sus coches, comenzó a frotarse las manos pensando: “id tranquilos a currar, cuando volváis a lo mejor tenéis una sorpresita”. Y casi a traición, en cuanto llegaron las primeras gotas, cogió carrerilla y se fue ladera abajo a todo tren, rugiendo como un oso enfadado, salvando obstáculos a la carrera como un tigre a la caza, devorando todo lo que encontraba a su paso como una plaga de langostas, implacable y voraz como una jauría de lobos… Debió ser un espectáculo digno de un rey. Y es que una fuerza de la naturaleza no se puede domar por mucho que nos empeñemos y más aún si lo que hacemos es desafiarla. Parece que los malagueños tienen débil la memoria a largo plazo y no recuerdan que los arroyos de la capital y provincia están para lo que están, o sea, para desaguar cuando a San Pedro y al Coro Celestial les da por abrir el grifo al mismo tiempo, y no para echar escombros, pasear al perro, jugar al fútbol, o como en este caso, aparcar sin complicaciones (aunque en este caso suene irónico). Que casi todos los años tenemos un problema similar y si no son coches lo que arrastra la fuerza del agua, son muros de patios, comercios, canales estrechos que revientan lanzando al aire las tapas de arquetas o Dios sabe que cosas más que no deberían estar allí, o que, simplemente deberían estar mejor hechas.
13 noviembre 2006
La Virgen de la Cueva
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