Odios Infundados

No lo puedo remediar, el tipo que peor me cae del mundo (a fecha de hoy, que ya cambiaré) no es un político, ni un militante del partido seudo terrorista del norte de España, ni siquiera cualquiera de los capullos chupasangres detenidos por el caso Malaya, o el Pocero, o cualquiera de los miles de constructores sin escrúpulos que o bien nos están dejando a medio país sin bosques ni playas, o nos impiden a los jóvenes el acceso a una vivienda digna. No, el tipo que peor me cae del mundo hoy día es, ni más ni menos, que el dueño de “La Bruja de Oro”. Si, el dueño de la administración de loterías más conocida de los últimos tiempos, por delante de “El Gato Negro” o “Doña Manolita”. Situada en el pueblo de Sort y acumuladora de la mayoría de los premios de la lotería nacional de los últimos años. ¿Porqué me cae mal este hombre? Bueno, exactamente no se si él me caería mal caso de llegar a conocerle en persona, supongo que es un tipo estupendo, pero hace algo que me fastidia sobremanera, el caso es que casi ha conseguido copar el mercado de la lotería de navidad repartiendo un elevado porcentaje de números a jugar. Yo no soy jugador, pero me fastidia que se juegue con ventaja en cualquier cosa, y eso, amigo mío, es lo que hace este señor. Supongo que estará en su completo derecho al casi monopolizar el tráfico de lotería de su zona de influencia, que si lo hace es porque puede, es más, en un negocio controlado y regulado por el Estado y, sobre todo, por un organismo dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda, tiene que ser muy difícil hacer trampas. Aunque bueno, puede que sea el lugar más fácil para hacerlas ¿no? Ya que nadie tiene más fácil el poder rodear las normas que aquel que las dicta ¿verdad? Aún así yo confío en las instituciones públicas, y así seguirá siendo hasta el día que me fallen.

Bueno, reconozco que no tiene mucho sentido que me enfade con una persona por tratar de ganar más dinero, sobre todo declarándome poco aficionado al juego (muy poco aficionado). Pero es que si hay algo que me de rabia en este mundo eso es la ostentación, el alardeo, ir de sobrado por la vida. Un tipo que es capaz de tirar el dinero existiendo tanta necesidad en el mundo es algo que cuando menos me revuelve las tripas. La moda de los Astro-Turistas, Cosmo-Turistas, Turistas Espaciales o como cojones les quieran llamar a esa panda de ricachones aburridos, está llegando al nivel de demostrar que la raza humana, lejos de genios, santos y héroes (que los hay y muchos) se puede definir como Ridícula, y de ahí para abajo. Porque no hay mayor estupidez que la de derrochar el dinero poniendo en peligro una misión científica de miles de millones, aunque tú financies de la mitad a la cuarta parte. Y este señor en concreto quiere convertirse en el primer español no científico y sin estudios superiores que lanzaremos al espacio. Eso si, con una urna llena de deseos de españoles que él, cito textualmente de una entrevista, se encargará personalmente de esparcir por el espacio. O sea, que no contento con gastar cientos de millones estúpidamente nos vas a llenar la orbita terrestre de basura (bueno, de más basura que ahí arriba ya hay suficiente como para llenar unos cuantos campos de fútbol). Es que estos empresarios no dejarán nunca de sorprenderme. Si quieres publicidad para tus negocios haz que los astronautas lleven trajes con un dorsal de DANONE© o píntale al trasbordador espacial un letrero gigante de Marina D’Or©, con la cara sonriente de Anne Igartiburu (que dicho sea de paso ya tiene experiencia de astronauta al aparecer en una escena de Star Trek Insurrección -Nota friki del autor-). Si lo que quieres es ver las estrellas espérate a la versión IMAX© 3D de la Guerra de las Galaxias® y te reservas una sesión para ti solito. Y si lo que buscas son experiencias fuertes, de esas que te hacen subir la adrenalina, vete al Gran Cañón del Colorado y salta en paracaídas, o mejor, déjate el paracaídas en casa, esa si que sería la experiencia de tu vida. Aunque claro dudo que puedas comparar una aventura mundana a eso de subirte a bordo de un transporte construido hace veinte años, que para ponerse en marcha tiene que encender un escape de gas de unas toberas, del tamaño de un edificio, llenas de combustible. Pasar de cero a mil en sesenta segundos tiene que ser la leche, pero no deja de ser un capricho escandalosamente caro. Yo les recomendaría que si realmente quieren ser recordados por los siglos de los siglos cedan ese dinero a una buena institución benéfica, o creen una fundación para ayudar a quien lo necesite realmente. Y si aún así sienten la necesidad de experimentar el peligro de un despegue estratosférico, pues que contraten a los mejores alumnos de la promoción de F.P. de Mecánica y les adosen un Renault Super 5 a un trailer de CAMPSA, que enciendan un par de bengalas en la parte trasera y abran el escape de combustible, en posición vertical no se si llegarán muy lejos, pero acojonar creo que acojona lo mismo.

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