La Vida Sigue Igual

Aquellos que medio me conocen sabrán que soy un tipo clásico. Me gustan los coches clásicos, la música clásica (entre otras) y mi forma de vestir es, dentro de lo informal que siempre me ha gustado ir, bastante clásica. Desde hace poco me estoy cuestionando algo toda esta forma de ser mía. Se que todo es fruto de mi eterno inconformismo frente a la sociedad, de manera que ante las modas siempre voy a responder igual, diciendo que los que las inventan se las metan donde les quepan, porque, está claro y no hay que ser muy listo para darse cuenta -ya que yo lo he hecho-, que los nuevos estilos se crean exclusivamente para vender. A día de hoy sigo pensando lo mismo que pensaba, cuando hace unos ocho años mi profesor de marketing me daba esa tan discutible definición de publicidad que viene en todos los manuales, esa que dice que está pensada para dar respuesta y solución a una serie de necesidades no satisfechas en la sociedad. No, lo siento, todavía no me lo creo. Para mí, toda campaña de marketing está destinada a crear una necesidad (ya sea esta real o ficticia) en el individuo y eso me lo puede intentar rebatir quien quiera con sus teorías sobre el papel, pero en la práctica es así y así seguirá, por desgracia, para toda la vida.

Hasta hoy siempre había pensado que, nuestra sociedad occidental (incluyendo a países como Japón o Taiwán, que estando en oriente siguen siendo occidente) era el paradigma de la modernidad, que no se podían tener instrumentos, aparatos, técnicas o medios más actuales que los que usamos. Pero eso era hasta hoy, porque acabo de conocer el trabajo de Luigi Colani, un ingeniero y artista alemán cuyos diseños aplicados se adelantan décadas a todos los técnicos actuales. La máxima de este maestro es que si la Tierra y todos los cuerpos celestes son redondos, así como la mayoría de los diseños naturales, ¿porqué no pueden serlo el resto de instrumentos que utilizamos? De modo que, entre sus creaciones, podemos descubrir trenes monorraíles con forma de lanzadera espacial, aviones de pasajeros sacados de una película de ciencia-ficción o motocicletas al más puro estilo AKIRA (de Katsuhiro Otomo). Esto supongo que no sorprenderá demasiado a una sociedad acostumbrada a ver todo tipo de inventos, artilugios y máquinas, tanto reales como imaginarias. Pero si nos fijamos en la fecha de nacimiento de estas obras de arte puede que no nos lo creamos, ya que todas datan de la década de los setenta, si, de hace ya treinta años. Parece increíble que en esa época existieran visionarios como el señor Colani, capaz de imaginar vehículos que en su época eran futuristas y ahora, tres décadas después, por desgracia, siguen pareciéndolo.

Yo me pregunto, supongo que igual que mucha gente, porqué las grandes compañías no son capaces de adaptar estos diseños tan extraordinarios a sus productos. ¿Porqué no aprovechan unos trabajos tan bien estudiados que son capaces de reducir los consumos de energía en unos porcentajes increíbles? ¿Porqué nos siguen torturando con modelos cada vez más parecidos unos a otros y nada rompedores? Ahora que todo el mundo busca la exclusividad ¿cómo es que se conforman con lo que les da el mercado? ¿Porqué los Mercedes siguen teniendo el mismo aspecto que hace cuarenta años, mientras que los de los años treinta tenían mejor diseño y acabado que los actuales? ¿Porqué Audi o Volvo siguen fabricando el mismo estilo de automóviles, tan solo redondeando un poco sus carrocerías? ¿Porqué los camiones siguen teniendo la carrocería plana? No sería mejor aprovechar la aerodinámica para reducir su gasto de combustible, tal y como plantea el estudio Colani. Está claro que todas estas preguntas tienen una única respuesta; las grandes compañías no desarrollan sus productos pensando en el consumo del individuo, ni en su mejor prestación, ni en su mayor ahorro, sino en la reducción de costes de fabricación, producción, venta y post-venta. Un diseño avanzado supone un cambio total de la forma de producción, adaptar nuevas técnicas y, por supuesto, invertir un capital que se prefiere tener a buen recaudo en entidades financieras.

Un ejecutivo con visión y un par de… pantalones, arriesgaría y empezaría a sacar al mercado productos nuevos, diferenciados de verdad y arrasaría, porque el público quiere cosas auténticamente nuevas. Luego el resto de empresas se subirían al tren, pero el primero se llevaría el gato al agua. Aplicar diseños de este tipo, sin quedarse solo en prototipos, cambiaría el panorama mundial de los transportes. Ahora tenemos las ganas, disponemos de la tecnología y la gente está más que concienciada sobre el cambio inmediato que se debe producir, tanto en diseños como en energías. Entonces ¿para cuando el cambio definitivo? Y todo esto se puede aplicar a cualquier sector, porque en lo que se refiere a vestimenta seguimos igual que antaño, vamos, tan poca imaginación tenemos que siempre tendemos a volver la vista atrás para recuperar prendas de nuestras madres o abuelas, dentro de poco se volverán a poner de moda los corpiños y las pelucas blancas.

Sinceramente, espero que el cambio sea pronto y dentro de cinco años, cuando vuelva a ver por enésima vez Blade Runner, una de mis películas favoritas, pueda decir que, por fin, nos habremos adelantado a los visionarios del siglo XX. Mientras tanto seguiré conduciendo un coche desfasado, vistiendo mis Levi’s 501 y los cárdigan de cuello de pico que se han llevado desde finales del XIX.

Comentarios

Entradas populares