Putas y Clavos

Espero que ningún lector se me escandalice, ya saben todos que no suelo utilizar este lenguaje, pero a estas alturas de la vida hablar de putas es como hacerlo de La Liga o de política (¡Ahí voy, haciendo amigos!). En realidad quiero decir que se trata de un tema cotidiano, no que tache a futbolistas y políticos de prostituirse en su profesión, que siempre habrá alguno, como en todas las profesiones, pero no es la norma.

Como todo el mundo ya sabrá, mi actividad diaria se desarrolla en un polígono industrial de Málaga, el más grande de la provincia y casi de toda Andalucía. También uno de los más antiguos y puede que más abandonados. Mi padre empezó el trabajo que ahora yo continúo hará unos quince años, desde entonces hasta ahora la población (tanto física como jurídica) del lugar se ha multiplicado por quince o veinte y, por supuesto, con ella los problemas.

Los problemas normales de un lugar con tanta actividad son el tráfico, la suciedad, los ruidos, los roces vecinales y cosas por el estilo. Desde que se inició el polígono uno de los problemas añadidos ha sido siempre la prostitución. Si, desde que vine aquí siendo un adolescente, por primera vez en mi vida, siempre he visto putas en las calles, señoras de vida alegre, mujeres de medio manto, busconas, furcias, fulanas,… como quieran llamarlas, pero siempre ha habido y, por desgracia, cada vez hay más. Y como fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos, que es aún más hipócrita y puta que cualquier otra cosa en el mundo, estas desgraciadas también van cambiando, adaptándose a las condiciones y a las exigencias de la demanda. En un principio eran drogadictas, si, las típicas yonkis destrozadas por la droga, las podías ver ciegas de caballo por cualquier esquina y solo conocían esta forma de subvencionarse un pico. Siempre he dicho que hay que estar muy desesperado para acabar contratando los servicios de una de estas mujeres, pero si hubieran visto el percal que por entonces se ofrecía aquí, bueno, lo de desesperado es un adjetivo que se queda corto. Pero ahí estaban y por mucho tiempo que aguantaron hasta que, supongo que la droga, las acabó apartando hasta de esa perra vida que llevaban. Si, la droga y la llegada de material de importación.

Entre el “semos uropeos” y “España va bien” aquí no han parado de llegar ingentes masas de inmigrantes, todos buscando un futuro mejor y, gracias a Dios, muchos encontrándolo aún a costa de haber sido explotados y/o perseguidos en muchas ocasiones por la simple condición de no haber nacido aquí. Por el mismo motivo arribarían todas las chicas que me cruzo dos veces al día de camino a la oficina. Todas extranjeras, todas de países del este de Europa o sub-saharianas. Todas llegarían atraídas por el buen clima, por las ofertas de trabajo, por el engaño de algún conocido que sabía que aquí harían dinero fácil y rápido, pero sin saber que ni el dinero se lo quedarían ellas ni lo que tendrían que hacer para conseguirlo. Da pena ver sus caras, porque son totalmente diferentes a las que la heroína quemó hace quince años, no, ahora son todas jóvenes, y bastante atractivas, las hay incluso guapas, con ese aire de inocencia perdida que tanto morbo dará a los garrulos, los mismos que contribuyen a su explotación parándose todos los medios días junto al arcén para que les hagan un favor. En ese sentido, mientras haya demanda seguirá existiendo el problema.

A mí, personalmente apenas me afecta el problema, quitando las connotaciones éticas, morales y cívicas que siempre me hacen, cuando menos, pensar un poco en lo mal que va la vida y esta ciudad, pero como tercero si que me veo perjudicado. Trabajar en un gueto nunca es agradable, eso está claro, pero si al menos existiera cierto orden real, la cosa sería diferente, por lo menos más llevadera. Me explico. Las señoritas de la calle hacen turnos de más de doce horas, campan a sus anchas por todas las calles y a algunas les importa poco si un camión les pasa por encima, prácticamente hacen la calle en medio de la carretera y más de una vez he tenido que esquivarlas. Su actividad comienza a medio día y hasta bien entrada la mañana no se retiran. Por las noches en este lugar hace frío hasta en agosto, por lo tanto las chicas necesitan calentarse de alguna manera y, lo más fácil, es hacer una hoguera. Material para alimentar el fuego no les falta, en un polígono en el que el servicio de limpieza se limita a recoger unos contenedores en los que apenas caben cuatro bolsas y media, se puede encontrar de todo amontonado en cualquier esquina. De modo que cada mañana se pueden observar los humeantes montones de cenizas acumulados en las intersecciones de las principales calles de la zona. Y que conste que he dicho montones por no decir montañas ya que, al no existir un servicio de limpieza, los restos se van acumulando día tras día y mes tras mes sin que nadie los retire. Pero bueno, la ceniza no es dañina, incluso sirve de sustrato para plantas, si, lo malo no es la ceniza en si, el problema está en lo que no se quema. Uno de los principales materiales que se utilizan para mantener el fuego es la madera, en un polígono industrial la principal fuente de madera está en los “palets” y estos, a su vez, están formados por madera y metal, o sea, por grapas y clavos.

Cada día conduzco con miedo sobre un manto de clavos, grapas, tachuelas y tornillos quemados esparcidos por la calzada, siempre despacio, rezando para no pillar ninguno tan mal colocado que me atraviese el neumático, la cámara y hasta la llanta, porque no son precisamente chinchetas. Con la misma sensación que cuando pones los pies descalzos en una orilla llena de guijarros cuando te vas a bañar, sin saber si entre las piedras te vas a tropezar con una lata oxidada, o un cristal, así entro yo todos los días a mi trabajo.

Lo malo es que se que algún día ocurrirá lo que tiene que ocurrir, porque ya se sabe eso de “Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”. Y cuando llegue ese día ¿qué haré yo? ¿Cambiar la rueda y callarme? ¿Cambiar la rueda y acordarme de las putas y de sus familias? ¿Cambiar la rueda y acordarme del que no limpia la mierda del polígono? Pues si algo es seguro es que la rueda la tendré que cambiar, lo de reclamar responsabilidades, pues bueno, se reclamarán y bien que se reclamarán. Aunque, sinceramente, espero no tener que llegar nunca a ese extremo.

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