Las Leyes De La Física

Nunca fallan y es cierto, yo ya sabía esto porque me lo enseñaron en el colegio, pero, al parecer hay gente que aún no las conoce, puede que por culpa de una deficiente educación, de una infancia mal aprovechada o, simplemente, por un espíritu desmedido de escepticismo. Esa gente es la que, por desgracia, acaban aprendiendo, a base de práctica, que hay cosas que son imposibles de hacer, por mucho que uno crea que puede hacerlas. El caso que me ha ocurrido hoy ejemplifica a este tipo de personas.

Primero pongámonos en situación. Tres y media de la tarde. Vuelta al trabajo después de comer. No voy a entrar en nombrar calles y avenidas y generalizaré diciendo que una de las calles por las que circulo dos veces al día desde hace ya más de cuatro años. He rodado tantas veces por ese sitio que, prácticamente me conozco todos y cada uno de los baches, de los semáforos, de los carriles por los que hay que circular para no encontrarse con un obstáculo. Hago siempre la misma maniobra y nunca, hasta hoy, había tenido un solo problema. Se trata de una avenida grande dividida en dos partes, la primera la atravieso circulando por el carril de la izquierda ya que el de la derecha suele saturarse por los vehículos que van a girar en esa dirección hacia una calle transversal. Nada más salir del semáforo, que habitualmente me lo encuentro en rojo, indico mi intención de pasarme al carril derecho y suavemente voy haciendo la maniobra, sin estorbar y a buen ritmo, nada de volantazos y acelerones. Hoy la cosa iba igual; semáforo cerrado, un coche delante de mí que indica la misma maniobra que yo, y los dos que vamos poco a poco cruzando hacia el carril derecho, él tiene más visibilidad que yo, pero yo además tengo la experiencia, con lo que sabía perfectamente que no podría atravesar al tercer carril que se añade a la derecha en el segundo tramo de la avenida (¡jo que lío!) ya que unas obras de reparación de una alcantarilla no dejan incorporarse de manera inmediata a esa zona. Durante toda la maniobra veo por el retrovisor derecho que un sedan oscuro, un Sköda creo, viene a unos cinco metros por detrás nuestra pero por el carril que usa todo el mundo para girar a la derecha, mi intermitente ya había hecho como unos veinte o treinta destellos y la intención tanto mía como del de alante estaba más que clara, pero bueno, esto es solo para gente con un mínimo de educación, cortesía e inteligencia, cosa que dudo que tuviera Mr. Sköda, porque nada más ver la maniobra que queríamos finalizar pegó un acelerón para intentar colarse entre la acera y nosotros. Yo no me asusté porque sabía perfectamente lo que iba a ocurrir, ya que las leyes de la física no fallan y dos objetos, uno estático y otro en movimiento que permanecen en la misma trayectoria acaban colisionando a no ser que el objeto dinámico detenga su movimiento. Cuando el señor “por ahí paso yo” vio que el buque que conduce no le cabía entre la valla de obra y mi coche, tuvo que frenar en seco para no llevarse puesto de accesorio una bonita rejilla amarilla y un cono de señalización. Mi mujer se sobresaltó un poco, sobre todo porque lo vio todo en primera fila ya que todo el espectáculo pasó por su lado, muy de cerca.

La avenida es larga y sabía que el tipo al final llegaría a mi lado y algo me diría, porque, claro está, no importa lo bien que uno indique, conduzca o lo perfectamente que ejecute un cambio de carril, cuando te cruzas con un impaciente, maleducado y prepotente cuya única grandeza reside en la posesión de un coche potente, el culpable de todo lo que le ocurra en la carretera siempre vas a ser tú. Sinceramente me esperaba a un tipo algo más joven, aunque tampoco me sorprendí al encontrarme con un cuarentón medio calvo y con cara de amargado que me lanzó un gesto malintencionado al pasar por mi lado (esta vez de manera apropiada) para luego salir zumbando haciendo eses entre el resto de coches.

Con gente así comprendes como los jóvenes acaban haciendo lo que no deben cuando se ponen al volante. Somos lo que vemos y lo que aprendemos de nuestros mayores. Por suerte, unos hemos crecido junto a grandes ejemplos, por desgracia, muchos lo han hecho viendo a estos energúmenos.

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