"Terroristas" De La E.S.O.

Tres estudiantes apuñalan a un compañero en un instituto de Valencia”. Esta era la noticia que ayer me comentaba una amiga por Internet. Ella, que se dedica a trabajar con chicos y chicas de la misma edad que los de la noticia, estaba bastante escandalizada, más bien indignada. La reseña nos abrió paso a una conversación sobre el tema de la educación en nuestros días y allí me di cuenta, de nuevo, ya que esta charla la he tenido antes muchas veces, que prácticamente toda la gente con la que me relaciono, ya sea físicamente o a través de la red, piensan lo mismo; que la cosa está muy malita.

Casi todos los días en el periódico, en la radio o en la televisión nos regalan los sentidos con una de esas tan estupendas y alegres noticias en las que, un alumno ha atacado a su profesor, un grupo ha maltratado a un compañero o un chico se ha suicidado porque ya no podía soportar más la presión en el colegio. ¡Acoso a los quince años! ¿De donde han aprendido estos mocos esas técnicas psicológicas? Y, lo que es más, ¿quién ha dejado que lleguen a aplicarlas? Ya no nos tragamos el cuento de “son cosas de niños…”. En mis tiempos, no hace tanto de eso, las cosas de niños eran eso y también nos matábamos vivos de vez en cuando por una tontería, pero la cosa no llegaba a mayores, un moratón o dos y luego la consabida reprimenda y el consecuente castigo. Eso en el colegio, porque cuando llegabas a casa siempre tenías que entregar la notita del profesor o del tutor de turno a tu padre. Eso si que era terror psicológico, te hacían llevar tu propia sentencia y dársela en mano a tu juez, jurado y verdugo. Tras pasar una sola vez por aquel trauma se te quitaban las ganas de repetir la experiencia, aunque el abusón del colegio se mereciera tragarse tu bolsa de canicas, por tu propio bien acababas aguantando lo que fuera.

Claro que eso era “en mis tiempos” y desde entonces hasta ahora han pasado unos cuantos años, varios gobiernos (tanto centrales como autonómicos) y lo menos tres o cuatro leyes orgánicas de educación. Cuando se hacen las leyes pensando más en lo que le interesa al gobierno que en el buen desarrollo intelectual del niño, lo que se consigue es que el alumno acabe más liado y despistado que un pollo en El Corte Inglés. Cuando lo que prima es aumentar el número de graduados, aunque el alumno no haya hecho méritos suficientes como para merecer un aprobado, y se deje pasar de curso a elementos con peor expediente que los reclusos del Pabellón-C de Alhaurín, lo que resulta es que el individuo pierde interés y la masa se acaba aburriendo. Si el esfuerzo se premia igual que el desinterés la lógica del ser humano opta por el camino fácil y acaba haciendo bajar el nivel de estudio de todos. Después todo eso repercutirá en el resto de su vida, porque si desde pequeño les estamos enseñando que no hace falta aplicarse mucho para conseguir lo que se quiere, o lo que nos exigen, cuando crezcan creerán que todo es igual y, bueno, ya se están viendo los resultados en el mundo laboral y social. Gracias a esto se está creando una enorme masa obrera, sin formación, sin preparación, sin educación y sin un mínimo de cortesía. Gente que sólo exige, sin dar nada a cambio, que van al banco pidiendo préstamos personales para gastarse en un coche deportivo, que entra en una empresa su primer día de contrato preguntando cuando se puede ir de vacaciones, o que a la mínima de cambio se pide la baja por depresión para pasar unos días en el caribe. Carne de cañón de la era del buen talante, financiados con recursos públicos y silenciados a base de subvenciones de desempleo y préstamos rápidos. Camareros en potencia y curritos en gestación desde los cinco años que con el “mi mamá me mima” aprenden el “seño, hoy me voy antes a casa porque me aburro en clase”.

Lo de los derechos del niño también ha hecho mucho daño al sistema educativo, bueno, al sistema en sí no, a las relaciones alumno profesor más bien. Porque, al parecer, en este país ya nos hemos olvidado de los deberes y obligaciones del alumno, que no se quedan solo en estudiar y aprobar, sino también en el buen comportamiento, el respeto a los profesores, a los compañeros y el material escolar. No, ahora todo son ventajas para los chavales, que no tienen responsabilidad ni se les exige. A los que, aparte de regalarles los títulos, hay que llevarlos en algodones entre clase y clase y si el niño se enfada darle toda la razón y agachar la cabeza, no vaya a levantar una mano y cruzar la línea del maltrato, porque, entonces, el maestro estará perdido. Demonizado por los alumnos, martirizado por los padres y olvidado por las administraciones en el cien por cien de los casos, el maestro solo puede optar por dos soluciones a un problema de agresión física, callarse y aguantar hasta que ya no pueda más y se tenga que pedir la baja o prejubilarse, o, responder a la agresión en la misma medida y con la misma fuerza, cosa que solo le complicará más la vida, porque aunque se entiende como un acto de defensa, hoy día, los mismos padres a los que les trae al fresco lo que hagan sus hijos (tanto fuera como dentro de sus casas) no ven en el profesor un referente social, educativo ni moral, sino un canguro que cobra de sus impuestos que tiene que devolver al niño en las mismas condiciones en las que ellos se lo dejan, no peor (por supuesto) pero tampoco mejor (hablando en todos los sentidos). Así que, al día siguiente al recibir el castigo, el niño irá con su padre en busca del docente para partirle la cara entre ambos, pincharle las ruedas del coche o cosas peores. Lo que, en resumidas cuentas, al maestro solo le queda una opción, dejar su vida profesional, antes por las malas o después de aguantar un infierno de humillaciones.

Siempre he creído en esa frase que dice “Los niños de hoy serán los hombres del mañana”, hasta hace poco era un ejemplo de esperanza, hoy en día me da miedo.

Comentarios

MCarmen ha dicho que…
Sin palabras. Has expresado a la perfección la situación actual de nuestros jóvenes dentro de la escuela. Y como te comentaba, por cierto ¿era yo la amiga con la que comentabas el artículo? jejeje En los niveles en los que nos encontramos y el ritmo con el que avanza la situación, vamos a sumergirnos en una copia al dedillo de EEUU, con sus guardas de seguridad en la puerta, cuando no policías nacionales y detectores de metales, para evitar que se metan en los centros educativos navajas y objetos metálicos varios. ¿Dónde vamos a llegar? ¿Qué podemos hacer los profesores, psicólogos o pedagogos al respecto, sino contamos con el apoyo de nadie? Parece que sólo nos queda rezar, si hay algún dios, y poner un granito de arena cada uno,para que no empeoremos.

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