El Kim Jong De Reus

Tengo que reconocer que los reportajes de la cadena de televisión Cuatro son de los mejores que se hacen en este país. Al menos hasta la fecha. Son algo crudos, todo hay que reconocerlos, buscan un poco el mover conciencias y corazones a base de lágrima fácil, como en “Callejeros” en los que siempre hacen llorar a dos o tres indigentes o personas con problemas, pero muestran la realidad tal y como es, sin artificios, sin montajes, sólo con una cámara, un micrófono y prácticamente nada de guiones, por que, ¿cómo vas a preparar lo que no sabes que te puedes encontrar?

Ayer estuve viendo uno de los capítulos de la temporada, ya prácticamente todos me parecen calcados, pero no había nada más interesante en las demás cadenas, alguna que otra película ajada, un programita de variedades y el CQC que ya no es lo mismo sin Wyoming, De la Iglesia, Martín, Carbonell, Pazos y demás. Cuando acabó éste, transmitieron un especial informativo de Noticias Cuatro, en realidad se trataba de otro reportaje, dirigido por Jon Sistiaga. Muy interesante tengo que decir. Trataba sobre la situación actual en Corea del Norte, de la terrible permanencia (ya por demasiados años) en el tiempo, del régimen totalitario comunista-marxista-leninista, extremo habría que añadir, de Kim Jong Il. Un retrato real de un país irreal, creado a base de las locuras de un fascista rojo, endiosado y casi venerado a la fuerza, que somete a su pueblo con puño de hierro mientras él disfruta de las más grandes comodidades, uno de los últimos dictadores de la nueva era, el último reducto de la guerra fría.

El reportaje, totalmente grabado a base de móvil con cámaras y objetivos ocultos, se logró gracias a que los periodistas se hacían pasar por turistas, artistas freelance o cualquier otra historia inventada para la ocasión, preparada para no despertar sospechas y ser expulsado antes de completar el viaje. De los ocho turistas del grupo, tres eran americanos que fueron “invitados” a dejar el país a los tres días de llegar, bajo sospecha de ser espías de la CIA. De los otros cinco, dos españoles, un brasileño, un polaco y un búlgaro, al menos cuatro eran periodistas, las intenciones de viaje del búlgaro no me quedaron claras. El viaje se organizó a través de una especie de Asociación de Amigos de Corea del Norte (existente y totalmente real, aunque suene ridículo) y, durante todo el recorrido, fueron acompañados por unos “guías” muy curiosos y el presidente de la susodicha organización. Lo de los guías tenía tomate, en realidad más que acompañar parecían escoltar al grupo y en realidad eran miembros del cuerpo de seguridad del partido, o sea, servicio secreto, la policía más temible y temida del país. Liderados por un presidente del partido, que había vivido en Cuba y hablaba español, medianamente bien, se encargaban de controlar lo que los supuestos turistas grababan, preguntaban y opinaban, siempre bajo la, no directa, amenaza de expulsión. Se veían situaciones tan surrealistas como la prohibición de grabar a niños en la calle, simplemente porque parecían estar más o menos desatendidos, de contemplar como unos militares se divertían en un picnic en el parque o unos hombres empujando un vagón de tren o un carro por la calle. No se puede dar la imagen de un país que quiere aparentar a toda costa ser una potencia mundial, al menos en lo militar, mientras su pueblo sucumbe en la pobreza, el hambre o la ignorancia. Las caras de los norcoreanos lo decían todo, no había sonrisas, ni gestos de felicidad, la gente iba de un lado para otro, simplemente porque lo tenían que hacer, faltos de toda expresión, totalmente alienados, siempre con la impresión de sentir una enorme sombra sobre sus cabezas que les impide hablar, actuar o, simplemente, vivir. Era muy triste ver semejante estampa.

Pero, aún con toda la rabia que me podían producir las imágenes de un estado comuno-fascista como ese (con soldados desfilando a paso de ganso, cual legiones del tercer reich) lo que más me indignó de toda la hora y pico que duró el documento, fue el enterarme de la existencia del mayor gilipollas de España. Sinceramente, creía que ese título lo podía ostentar sin dificultad cualquier políticucho aprovechado, de esos que vemos todos los días de juzgado en juzgado, o uno de esos empresarios sin escrúpulos que se aprovecha de todo el mundo (clientes, empleados, proveedores...), o hasta esos simpatizantes extremistas que disfrutan quemando autobuses en la calle a plena luz del día. No, todos estos tipos, y otros muchos, están en el nivel más alto de gilipollez, si, pero el presidente de la citada asociación, un tal Alejandro Cao de Benós de Lés y Pérez, primogénito de una familia de nobles catalanes, ocupa, para mí el rango más alto. Estoy seguro de que algún día alguien le superará, sin dificultad alguna, ya que la estupidez es, por desgracia, una de las cualidades que no tiene límite en el hombre. Se puede ser un enamorado de un país, de sus gentes, sus costumbres, sus tradiciones, su forma de vida, pero admirar u régimen totalitario, adorar a un lider comunista, dictatorial rayano en lo fascista y defenderlo a capa y espada delante del mundo, sinceramente, eso no lo puedo comprender.

Lo que peor me sentó de todo fue un momento en el que la arrogancia con la que se dirigió a Jon Sistiaga dejó claro el porqué un tipo así puede acabar haciendo lo que el hace. Aparte de los dos mil quinientos euros que cobra por viaje (supongo que tasas excluidas) que serán un negocio estupendísimo, la sensación de poder y autoridad que este tipo ve correr por sus venas cuando se enfunda en su uniforme kaqui, mitad de cabo de infantería española mitad de soldado coreano, medallas incluidas, le tiene que poner más que a un semental delante de una yegua. Y lo comprendo, ves, eso si que lo entiendo. Además es de lógica. Cuando a un don nadie, que lo único que tiene es nombre, que no ha durado en El Ejército ni dos años (¡gracias a Dios!) y cuya expectativa de mejorar en el futuro es esperar a que sus progenitores le dejen la herencia, el imbuirse de poder total, aunque sea en el sudeste asiático se la tiene que poner más dura que el manillar de un vespino.

De modo que, desde aquí mi recomendación a la República de los Misiles Coreanos para que, en la próxima ceremonia de endiosamiento, se le conceda a este individuo la medalla al mérito. No digo a que típo de mérito, pero que sea bien gorda la chapa, porque hay que tener mucho pero mucho mérito para que no se te caiga la cara de vergüenza cuando haces esas cosas.


Aquí se puede leer algo de esté tipo y verle la cara (sólo para valientes):

http://www.abc.es/visionesdelmundo/el-aristocrata-comunista-216-05-2007.html

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