Navidades A Dos Velas

Cualquiera diría, viendo los diarios de hoy, que estamos en pleno inicio de crisis económica, a la zaga de EE.UU. y apuntando maneras para un desplome de los mercados inmobiliarios, casi inminente. Y es que la navidad es lo que tiene, que es mágica. Porque si no lo fuera ¿de que otra manera se explicaría que medio país saliera ayer en tropel a invadir tiendas y comercios? Pues por eso mismo, por el milagro de la navidad. Yo aún no lo entiendo, y eso que siempre he sido muy navideño, pero escapa a mi comprensión el hecho de que aún haya gente que se empeñe en desgastar la tarjeta de crédito para hacer (o hacerse) regalos cuando debe dos meses del coche, tres de la casa, cinco del plasma y las vacaciones en el caribe todavía le pasan factura, todo con el plus de un bonito y asequible interés, del que no se salvan ni las fiestas.

Hasta a Nueva York ha llegado la locura obsesivo-compulsiva del comprador español de a pie. Dicen que, “aprovechando la fortaleza del euro frente al dólar”, los europeos han ido a tirar la casa por la ventana y, ahí se explican las hordas de turistas que están desbordando las calles, ya de por sí atestadas, de la Gran Manzana. Y los españoles no podíamos ser menos, eso de poder ir a los USA en plan Pepe Isbert en la segunda parte de “Bienvenido Mr. Marshall” (que sería algo así como “Ahí te la den con queso Mr. Marshall”) es algo que aquí a los compadres de la Peseta les tira y mucho. Aún con todo, estando el euro majando a palos al dólar, tampoco comprendo mucho que ventaja tiene el irse a hacer un “Shopping Spree” al otro lado del mundo. Si, vale, estoy de acuerdo en que las marcas americanas están tiradas de precio (Ralph Lauren, Tommy Hilfiger, Nike, Champion…) Pero, aunque te ahorres cuarenta euros en un polo, si a las compras compulsivas, regalitos varios, encargos y compromisos, les sumas los gastos del vuelo, alojamiento y comidas ¿Por cuánto te ha salido la camiseta de oferta? Yo prefiero no pensarlo y supongo que el que lo ha hecho tampoco. Si me dices que has ido a hacer turismo y has aprovechado que por un euro te dan 1,4$, pues ahí si te doy la razón, pero ir por comprar, no merece la pena, no señor, no me convencen.

Lo malo de todo esto, no es que las economías domésticas estén hasta el cuello de deudas, que cada vez más familias pasen apuros para poder llegar a fin de mes, o que miles de personas empiezan estas fiestas engrosando las listas del paro (cinco mil tan sólo en Málaga, gracias a esta crisis que los gobernantes aún siguen sin admitir que tenemos en ciernes) y que gastarán el primer subsidio de desempleo en turrones, mantecados, cava, jamón, cordero y regalos, para no ser menos que el vecino. Lo peor es eso, que vivimos en un país de “Culos-Veo”, de envidiosos y rastreros que jamás pueden quedar por debajo del de enfrente, aunque este gane en un mes más que tú en dos vidas. ¿Qué le vamos a hacer? El pundonor del eterno celoso ibérico, puede llegar a rozar el surrealismo, tanto que muchos son capaces hasta de pedir una segunda hipoteca con tal de emular a los que ayer salieron en las noticias cargaditos de regalos made in USA (bueno, más bien made in China vía USA).

A mí lo que me preocupa es lo que está por venir. Después de las navidades todo va a ser remordimientos, excusas y devoluciones. “No tenía que haber comido aquello”, “no tenía que haber comprado esto”, “lo vi tan bonito que no pude resistirme”, “vengo a cambiarlo porque no me queda bien”. Algo así como una especie de sentimiento de culpa que hay que resarcir de alguna manera e, irónicamente, la única manera en que al ser humano se le quita esa sensación es gastando más dinero. De modo que el círculo de consumismo compulsivo se amplía a las rebajas, que no es si no otra forma de hacer que la gente se olvide de todo lo que ha pagado durante las fiestas, gastando lo mismo o más, pero a mitad de precio. Extraño ¿verdad? Es algo así como tratar de evitar una resaca manteniendo la borrachera durante el máximo tiempo posible.

A la vuelta de las fiestas yo lo empezaré a notar en el trabajo. Me vendrán los típicos clientes manirrotos, diciendo que no me pueden pagar el mes de enero porque han vendido muy poco en las fiestas, porque la gente ya no compra, tan sólo mira. Y yo, como ya me sé la historia, pondré la cara de circunstancia, el tono de comprensión y asentiré con la cabeza, mientras pienso que las trolas se las podría haber ahorrado si se hubiera comprado un SEAT en lugar de un BMW. Pero bueno, allá ellos y sus pozos sin fondos, cuando la pelota se les haga tan grande que les pille debajo y no puedan levantarse, les pondré la misma cara cuando tenga que rescindirles el contrato. Una pena. Bueno, sinceramente en estos casos más que pena yo diría, una vergüenza y de las gordas.

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