16 mayo 2008

Soltar El Mango

Ahora que tan de moda está el hablar sobre Mayo del 68, tanto para alabar como para despotricar sobre ello, yo también me voy a unir para hacer un pequeño comentario al respecto.

Personalmente, a mí Mayo del 68 me queda un pelín lejos. Entre que ocurrió cinco años antes de nacer yo y se produjo a unos dos mil kilómetros de mi ciudad, mi vida ni ha sentido las últimas ondas que generaron los estudiantes con flequillo que se encerraron en La Sorbona. Pero las generaciones que llegan por detrás si que se pueden llamar hijos de esa fecha.

Uno de los efectos de la gran oleada de protestas no fue otro sino la "Revolución Sexual", una revolución que se venía gestando desde principios de los sesenta en todos los países occidentales con gobiernos democráticos, y que, en aquellos donde dominaban dictaduras arcaicas, se convirtió en forma de protesta frente al viejo status político y social. La revolución sexual, como todo en este mundo, se ha ido desgastando con el paso de los años, y con el uso, ya que, como suele pasar, ha venido siendo utilizada (mal en muchísimos casos) por diferentes grupos y, como es lógico, al final se ha perdido el norte de lo que se quería conseguir con ello, y no precisamente porque se hubiera alcanzado el objetivo en su momento, que, básicamente era demostrar y hacer entender al mundo que las mujeres podían y debían disfrutar con el sexo.

Como esto último es algo que ya se da por sabido y entendido, aunque en el noventa y ocho por ciento de los casos no se consiga, tanto por culpa de unos como de otras, la revolución sexual se ha quedado en algo anecdótico que, curiosamente, sigue generando consecuencias más que dispares y, dentro del mismo saco podemos meter a esos grupos que protestan contra el maltrato animal (vease PETA) despelotándose en los sanfermines, al fotógrafo que se hace famoso con instantáneas de masas desnudas (Spencer Tunick), o los calendarios para recaudar fondos en los que cualquiera ya sale enseñando, insinuando o escondiendo lo que puede tras lo primero que pilla (futbolistas, azafatas, bomberos, concejales, mamás o, ¡Toma Geroma! abuelitas liberales).

Aunque todo eso no dejan de ser anécdotas, la mayoría graciosas. La consecuencia más nefasta que ha traído consigo esta revolución, ha sido (sin contar el aumento de embarazos no deseados, abortos y ETS entre jóvenes) la pérdida de poder de las mujeres respecto a los hombres. Voy a tratar de explicarme con un ejemplo propio. En mi generación, todos los hombres, para poder conocer, bíblicamente, a una chica, tenía que pasar por una serie de fases, cada cual más dura, intrigante y terrible, a la vez que esperanzadora. Existía un juego natural en el que todos queríamos participar y cuyas reglas eran principalmente marcadas por la chica. Ella era quien decidía hasta donde se podía llegar y cuando era el momento adecuado para cada cosa. A veces era más que frustrante, si, lo reconozco, pero no dejaba de ser emocionante y, al final, merecía la pena todo el esfuerzo. En esa época los hombres teníamos que esforzarnos por ser los mejores, los más atentos, los más amables, educados y corteses. Había que marcar la diferencia frente al resto, porque era lo que ellas querían. Hoy día eso ha cambiado. Llámalo consecuencia de la revolución sexual, cambio de roles o como quieras, el caso es que la cosa ahora es totalmente diferente. Las relaciones sexuales, en la mayoría de los casos, se han trivializado y son una simple forma de diversión como lo pueden ser salir de copas o ir a jugar a los bolos.

Ventaja de todo esto, bueno, no tener que pasar por todo el cortejo para conseguir estar con una mujer está bien, te ahorra mucho esfuerzo y tiempo. Para los hombres de ahora la cosa está cañón, tienen lo que quieren cuando quieren y sin esforzarse. Para las mujeres, bueno si, se supone que también tienen lo que quieren cuando quieren y con quien quieren, pero ha sido a costa de perder todo el poder que tenían sobre los hombres. Todo el trabajo que se tomaron sus madres, abuelas y demás antepasadas para tenernos dominados se ha ido al garete en cuestión de diez años escasos. Porque todo el mundo se acostumbra a lo bueno y lo fácil y si un tipo cualquiera ve que lo tiene medianamente difícil para acostarse con una chica, no se va a molestar en esperar a que esta se decida, lo tendrá más fácil con cualquier otra, de modo que saltará de oca a oca y se tirará a la que le toca, sin ningún remordimiento ni complicación. Lo lógico es que las cosas ocurrieran así, si al ser con menos sentimiento de culpa del mundo y con menos capacidad de compromiso del universo se le da la libertad de elegir en casi lo único que tenía limitado desde que la mujer es mujer ¿qué se esperaba que ocurriera? Pues nada, lo que tenemos, una generación de golfos, canallas y gallitos de barra de bar que son los que van a criar a las futuras generaciones de españoles, eso si, lo más seguro que a distancia y a golpe de pensión alimenticia.

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