Por si alguien, a estas alturas, aún no lo sabía. Hasta hace dos días, y desde hace cinco años exactamente, vivíamos de alquiler en un pisito de dos dormitorios en plena ciudad. Muy cerca del Hospital Carlos Haya. Pero eso, tal y como he dicho antes, se terminó hace dos días, fecha en la que dejamos nuestro antiguo hogar para venir a vivir a la casa que mis suegros tienen en Alhaurín de la Torre. Pueblo que tiene algo más que una archiconocida prisión.
Circunstancias de la vida han sido las que nos han traído aquí. La primera y principal que nuestra casera ya quería vender su piso y, obviamente, nosotros teníamos que dejarlo para que eso pudiera ser factible. De modo que aquí estamos, haciendo vida campestre, entre árboles y pajaritos. En plena civilización pero lejos del mundanal ruido, porque eso si, otra cosa no, pero silencio hay aquí de sobra. Tanto que todavía no nos hemos acostumbrado del todo y para hacer tareas triviales ponemos la tele o la radio. Supongo que a eso nos iremos acostumbrando poco a poco.
De todo esto hemos aprendido un par de cosas. Una, que las mudanzas son un asco. Dos que los humanos tendemos a acumular trastos y más trastos inútiles siempre que tengamos espacio. Somos como esos animalitos que se ven atraidos por objetos brillantes y los esconden en sus madrigueras. Y tres, esto es lo más importante, que no hay que tenerle apego a las cosas. Hay que deshacerse de lo que ya no es necesario y no guardar nada "por si acaso" ya que esos casos se dan muy de cuando en cuando y se pueden solucionar comprando algo en la tienda de la esquina. Aún después de habernos deshecho de montones de chorradas, seguimos haciendo criba con la ropa y más cosas que siguen saliendo. Es un horror. Cinco años de acumular cosas. Esto ya no nos pasa más.
De modo que ahora empezamos una etapa más. Con un cambio en nuestras vidas y un nuevo objetivo, conseguir un piso ideal en la ciudad. Con la ventaja de que ahora no tenemos ni prisa ni presión alguna. Ahora a sentarse y a esperar que la recesión que pronto nos visitará desinfle el poco aire que le queda todavía a la burbuja inmobiliaria.
Desde Alhaurín con amor, Jose.
Circunstancias de la vida han sido las que nos han traído aquí. La primera y principal que nuestra casera ya quería vender su piso y, obviamente, nosotros teníamos que dejarlo para que eso pudiera ser factible. De modo que aquí estamos, haciendo vida campestre, entre árboles y pajaritos. En plena civilización pero lejos del mundanal ruido, porque eso si, otra cosa no, pero silencio hay aquí de sobra. Tanto que todavía no nos hemos acostumbrado del todo y para hacer tareas triviales ponemos la tele o la radio. Supongo que a eso nos iremos acostumbrando poco a poco.
De todo esto hemos aprendido un par de cosas. Una, que las mudanzas son un asco. Dos que los humanos tendemos a acumular trastos y más trastos inútiles siempre que tengamos espacio. Somos como esos animalitos que se ven atraidos por objetos brillantes y los esconden en sus madrigueras. Y tres, esto es lo más importante, que no hay que tenerle apego a las cosas. Hay que deshacerse de lo que ya no es necesario y no guardar nada "por si acaso" ya que esos casos se dan muy de cuando en cuando y se pueden solucionar comprando algo en la tienda de la esquina. Aún después de habernos deshecho de montones de chorradas, seguimos haciendo criba con la ropa y más cosas que siguen saliendo. Es un horror. Cinco años de acumular cosas. Esto ya no nos pasa más.
De modo que ahora empezamos una etapa más. Con un cambio en nuestras vidas y un nuevo objetivo, conseguir un piso ideal en la ciudad. Con la ventaja de que ahora no tenemos ni prisa ni presión alguna. Ahora a sentarse y a esperar que la recesión que pronto nos visitará desinfle el poco aire que le queda todavía a la burbuja inmobiliaria.
Desde Alhaurín con amor, Jose.
1 comentario:
Si es que no hay nada como una mudanza para que se de uno cuenta de todo lo que tiene... y de lo que le sobra.
Con las mudanzas pasa como cuando tienes que hacer limpieza del cuarto trastero porque ya no puedes ni entrar (los que no tienen un trastero en el garaje siempre se las apañan para tener alguna habitación de trastero. En algún sitio hay que acumular). Es el mejor momento para liarse la manta a la cabeza y empezar a tirar cosas. También es el momento del reencuentro con esas cosas que ya no te acordabas que tenías (y que suelen estar en cajas o cajones dentro de los cuales tampoco te acuerdas de lo que hay) y que al verlas te traen unos bonitos recuerdos muy peligrosos para el objetivo de tirar todo lo que no sirve, así como esos "Anda! mira donde estaba...".
El tema de las mudanzas da para un monólogo de club de la comedia ¿verdad?. A ver si la gente se anima y pone aquí sus experiencias con las mudanzas. Habría que proponerselo a Carlos Herrera que a ese si que le llaman contando cosas.
En fin como me dijeron hace poco, si algo no sabes que lo tienes es como si no lo tuvieras, porque al final cuando te hace falta ya no te acuerdas de que lo tienes y te vuelves a comprar otro.
Es verdad que hay que saber discriminar lo que uno debe guardar por si acaso y lo que no, pero no es nada fácil. Yo creo que es más fácil dejarlo ahí, de momento, y ya otro día, cuando tenga tiempo, lo miraremos para tirarlo. Así nos va!! que los pisos de 30 metros se nos quedan chicos.
A ver si es verdad que a vosotros no os pasa más (no es por desmoralizar). Ya me lo dirás en la próxima mudanza.
Saludos.
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