Los Olores Del Alma

Recuerdo que en una clase de Inglés, hace ya de esto cosa de ocho años por lo menos, tratamos el tema de los sentidos. Mi profesora, Marisa, me hizo una de esas preguntas tipo "La decisión de Sophie" ¿Si tuvieras que elegir un sentido, con cual te quedarías, con el gusto o con el olfato?

Quedarse sin uno de esos dos sentidos es una faena de las gordas. Sino que se lo pregunten a mi madre que se ha pasado años sin los dos, o a mí mismo, que paso temporadas largas careciendo de ambos (cosas de la genética). Pero en aquel momento no me lo pensé; El Olfato. De hecho si ahora me hicieran la misma pregunta, respondería lo mismo.

No desecho el gusto como algo muy importante, tomar el sabor a las comidas y a las bebidas es algo fantástico, pero no se pueden comparar a la sensación que produce un olor. Todo el mundo lo siente igual. A todos nos traen recuerdos esos aromas especiales. Recuerdos de la infancia como el aroma entremezclado de jazmín, azahar y dama de noche del jardín de la casa de mis abuelos en Valverde del Camino. O el olor a añejo del salpicadero del viejo Renault 8 de mi abuelo, que se pasó años encerrado en el garaje sin moverse. Cuando entro en una perfumería y encuentro un bote de "FloÏd" o de "Barón Dandy" no puedo resistir la tentación de abrirlos e inspirar, mis abuelos los usaban. Aunque hace años que ya no las usen, mi madre siempre olerá a "Anaïs Anaïs" y mi padre a "Prime Minister". Todos tenemos olores que nos traen recuerdos, sobre todo de la infancia y buenos. La colonia "Nenuco", el jabón "Heno de Pravia", el pan recién hecho, el incienso en semana santa, el café recién molido me encanta aunque aborrezca el brebaje, un limón partido en dos. El olor a tierra mojada es algo que a todos nos gusta. Bueno, al menos a los que vivimos en el sur y no estamos acostumbrado a que llueva muy a menudo, bueno, estábamos porque menudo inviernito que llevamos.

En la cocina me pasa muchas veces casi lo mismo. Hay comidas que me huelen mejor que me saben y muchas veces son más las ganas de comer que me crean los olores que despiden los alimentos al cocinarse que su resultado final cuando los pruebo.

Hoy he recordado una cosa debido a un olor. Cuando estába en sexto de EGB, en el Colegio Los Olivos de Málaga, me pusieron de compañero a un chico que vivía muy cerquita, en la urbanización "El Atabal". Carlos Buzo se llamaba (y todavía se llama, porque acabo de buscarlo en facebook y está). Un día se quedó a comer en el colegio porque tenía partido de no se que deporte de equipo, de esos a los que jamás me apunté. En el colegio podías quedarte a comedor o a bocadillo, éste, aquel día se llevó el bocata, no me puedo acordar de que estaba relleno el pan, pero el postre si que lo recuerdo bien, se llevó un plátano. ¿Porqué recuerdo tan bien aquello? Me explicaré. El plátano iba de postre, si, pero no acabó como tal. Aquel día no le apeteció comérselo, así que lo dejó en la mochila. Y allí se quedó, casi lo que le quedaba de curso. El plátano se tiró en la bolsa tanto tiempo que en lugar de darle los buenos días a mi compañero cuando llegaba al pupitre, siempre le preguntaba ¿Buzo, tío, todavía tienes el platano en la mochila? Y no hacía falta que me contestara, de hecho era una pregunta retórica, porque aquello atufaba de una manera horrorosa.

Por cosas como esta me quedo con los olores, porque aunque el plátano fementado no sea lo más agradable que mi pituitaria haya percibido nunca, me ha traído a la mente el recuerdo de este chico, que era un tanto despistado, más bien pasota, pero buena gente como él sólo.

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