¡Ah, Gripe Mía!

ás de seis años ha desde que nos vimos por última vez, y no lamento decirte que no te echaba de menos. Pero tú eres insistente y cada año volvías a intentarlo. Me mandabas mensajes en forma de ardiente sensación, me atormentabas con terribles delirios febriles, tratabas de doblegar mi voluntad a base de ingentes cantidades de secreciones, viscosas, babosas y casi purulentas (demasiado gráfico, lo se, lo siento). Y es tu incansable ímpetu, tu ansia desmedida por conquistarme la que ayer me hizo caer de nuevo bajo tus garras.
¡Ah, dulce tortura dolorosa! ¡Ah, bendito aturdimiento! ¡Oh, desesperante y constante zumbido! Que no cesa ni un segundo, cual éxito de David Bisbal. Allí donde voy te escucho y al principio es curioso, más tarde tolerable, pasando a ser cansino e insoportable a las tres horas.
Tu presencia me subyuga, me absorbe, me limita. Me hace verlo todo diferente, sentirlo diferente, vivirlo diferente. Mis movimientos torpes y lentos hacen que sólo levantarme de la silla se convierta en un mundo. Siento calor y luego frío. Me tapo y me destapo. La ropa me sobra a ratos y al poco me falta.
Me vuelves loco, oh gripe mía, porque me conviertes en otra persona, sacas lo peor que hay en mí y torno a un triste y torpe reflejo de lo que era ayer. Y no me gusta verme así. Ese fue el motivo de haberlo dejado la última vez y será el motivo de esta vez también.
De modo que te pido que me dejes y te alejes de mí, lejos, muy lejos. Tanto que tu recuerdo no sea más que un leve suspiro en la lejanía, llevado por el viento a los confines del mundo conocido.

Vete y no vuelvas, por favor te lo pido.

¡Adios!

P.D. Tener 38,5ºc de fiebre siempre ha tenido un efecto extraño en mi forma de escribir :P