14 agosto 2010

El Sueño Terminó

Comentaba en el anterior post el hecho de que mi padre, cuando tenía mi edad, podía comprarse, o mi familia regalarle, alguna que otra prenda de Chemise Lacoste o Fred Perry. Curiosamente esto ocurría cuando los salarios de los españoles eran de los más bajos del mundo occidental/civilizado (matizando siempre lo de occidental y cuestionando mucho lo de civilizado).

El caso es que, en aquella época, casi cualquiera podía permitirse comprar productos de calidad y bienes de lujo, sin que ello supusiera un auténtico descalabro en la economía familiar. Adquirir una vivienda de tres dormitorios en un barrio medio suponía unos dos años de un sueldo, para un trabajador de la "nueva clase media". Eso es ahora lo que nos cuesta a nosotros comprar un coche utilitario. Y conseguir una casa, de las mismas características, sale por más de doce años de sueldo. Eso implica que en cuestión de treinta años, la vida se ha encarecido entre diez y quince veces. ¿Porqué?
Por la avaricia y el descontrol. Avaricia de todos y descontrol de las autoridades. En este país de "quiero lo que tienes tú", casi todo el mundo se quiere hacer rico a base de pelotazos. Unos los dan a lo bestia y otros a nivel doméstico. Durante los años setenta y hasta mediados de los noventa, casi cualquier trabajador español que ahorrara una parte de su salario, podía, con un poco de esfuerzo y tesón, disponer de suficiente capital como para comprarse una segunda vivienda, destinada al ocio, las vacaciones estivales, semana santa, semana blanca, navidad y todo fin de semana que quisiera. Pero esto fue hasta mediados de los noventa. Por aquella época se produjo el primer gran boom inmobiliario de nuestra historia. Las grandes inmobiliarias, promotoras y constructoras empezaron a nacer y crecer en aquella época. Y los precios de las viviendas, sobre todo de las de segunda mano y, claro está, las segundas viviendas (apartamentos en la costa, casitas en el campo y otras por el estilo) engrosaron su valor debido a la demanda. Gran culpa de este aumento de precios la tuvieron los mismos propietarios, quienes vieron un filón en el mercado para hacerse con dinero fácil y rápido. El resto de la culpa la tienen las autoridades, que jamás han dictado normas destinadas al control del aumento de precio, dejando que todo lo "regule el mercado", que siempre ha sido la mejor manera de no regular nada y dejar que todo se desmadre. Consecuencia, la segunda vivienda en la costa (o en el campo) se ha convertido en un lujo al alcance de pocos, de muy pocos. Ya es bastante caro y doloroso afrontar el coste de una única vivienda, imagínense el de dos, impensable en estos tiempos de mileurismo y recesiones.

Lo de la vivienda es sólo un ejemplo. Hablaba de la ropa de calidad al principio de este post y no sólo hay que mirar ahí. En la alimentación nos ha ocurrido lo mismo. Antes podías ir a cualquier supermercado, o tienda de barrio y te encontrabas con productos y marcas de las "de toda la vida". Existían tres o cuatro grandes marcas que copaban el mercado, pero que, a fin de cuentas se diferenciaban más en la calidad que en el precio. Ahora no, las marcas blancas hicieron su diferenciación con el precio bajo para luchar contra las grandes empresas de la alimentación, ya que en calidad no podían hacerlo. Es gracioso como funciona el mundo, yo me crié a base de Danones, Colacao, Nocilla, Coca-Cola, La Casera y demás grandes marcas de alimentación, simplemente porque era lo que había en ese momento, ahora en cambio, si te ven comprando esos productos en la cola del super, te miran como si fueras un pijo redomado, cuando la diferencia de precio entre ellos no es tan abismal y, sobre todo, cuando la relación calidad-precio es enorme.

Ojo, yo no me he comprado un jersey, un polo o una camisa de primera marca en mi vida, los que tengo son regalados y/o heredados. Reconozco que gastarse 70€ en un polo, o 120€ en una camisa no es algo que vea muy normal, ni en estos tiempos de crisis ni en los de bonanza. Por ahí se han columpiado un poco las grandes marcas, pero de esto hablaremos otro día. Pero lo haría si fueran más asequibles o mi economía me lo permitiera sin sentir que me estoy sacando un ojo cuando le estoy pagando a la señorita de la caja.

Volver atrás en el tiempo es imposible, pero no es descabellado pensar que se pueda recuperar el nivel de precios de hace quince o veinte años. Una disminución de precios no es algo malo, ni una maldición para la economía, ni un desprestigio para las marcas. Una buena política de precios a la baja, puede tener efectos más que beneficiosos para una empresa (aumento de ventas, liquidación de stocks, aumento de producción, ventaja sobre la competencia).

Por desgracia aún pensamos que para crecer y ser competitivos hay que subir precios y asociamos calidad y prestigio con gastarnos un pastón.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Por desgracia sigue siendo así. En mi opinión, si suben los precios que también suba el sueldo. No que suben los precios, pero el salario es el mismo o menor. A mí no me parece nada razonable que alguien, por ejemplo, se gaste 3000 euros en un bolso, aunque se lo pueda permitir. Claro que cada uno puede hacer lo que le dé la gana, pero a mí razonable no me parece.
Si el precio se corresponde con la calidad, bienvenida la calidad, pero hasta un cierto punto, como todo...
Me gusta tu propuesta y parece factible, pero me temo que los precios no van a bajar mucho. Ya veremos.
Un beso

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