Una de “Sobrecargados” Públicos

Pero que difícil que es la vida de concejal, que cuando no estás reunido con las cuatro asociaciones porculeras de turno tienes que ir a un discurso peñazo del Presidente de la Cámara de Comercio. Por no hablar de las continuas inauguraciones de Paco (El alcalde vamos), que si hoy corto una cinta allí, que mañana le quito un trapo a un mojón en el paseo marítimo, ¡por Dios! Que hombre más pesado, ¿es que no puede hacer las cosas solo que siempre me tiene que llamar para ir? Si es que sin mí no puede hacer nada, bueno ni en la concejalía, siempre firmando papeles y diciéndole a mi secretaria (Mari Carmen “¡que buena chica!” Que le gustaría quedarse con mi puesto a la muy perra) que no me pase tantas llamadas que no puedo atender a todo el mundo a la vez. Pero vamos, yo no me estreso que para eso existen las delegaciones ¿no? ¿No se le llama así a eso? Si estoy muy saturada de trabajo delego en mi secretaria y ella ya delegará en alguien, supongo que lo hará porque yo la veo siempre delante del ordenador sin moverse la hora y media que me paso en la oficina todos los días (seguro que estará chateando con su novio por el Messenger). Además cuando veo que la cara se me empieza a poner rígida, que es un signo de estrés que yo lo he leído en el Cosmopolitan, me voy a mi peluquería, y al gimnasio a liberar tensiones que la vida política es muy breve pero muy intensa y se acumulan muchas energías negativas. Eso si, que a mí no me quita el sueño los problemas de los comerciantes de la calle principal, que no paran de pedir, que si la basura se acumula, que si se me ponen delante los Uruguayos a tocar la flauta, que a ver cuando te pasas que tengo unos modelitos muy monos que me han llegado de París (eso si, alguno hay apañado que me deja las cosas a “muuuy buen precio”. Tú ya me entiendes ¿no? ). De modo que cada mañana después de haber dormido mis diez horitas, me levanto y desayuno tranquilamente, que comer deprisa no es sano. Pero siempre tengo que apresurarme un poco porque a la misma hora todos los días tengo al dichosito escolta y al chofer oficial llamando al porterillo con las bullas (esos si que son pesados y no el Paco, a ver si me los cambian y me ponen unos más apañados, sobre todo al escolta que me mira con mala cara). Las semanas en el ayuntamiento son larguísimas, y nos ocurren muchas cosas divertidas, todas las tardes (después de almorzar) a eso de las seis quedo con mis amigos del partido para comentar lo que me ha sucedido ese día y son tantas cosas que nos dan las dos de la mañana delante de una copa. Si, las semanas son agotadoras, pero bueno, yo me he impuesto por norma que los viernes me los tomo con más calma, ya está una cansada de tanto ir de un lado a otro sirviendo a la ciudad y escuchando los grandísimos problemas de los ciudadanos, una es también humana y necesita un descansito, así que cuando me puedo escapar del despacho me voy a que me den un masaje y a medio día quedo con mi “churri” (a él no le gusta que le llame así) y nos vamos con unos amigos a visitar a los distintos empresarios hosteleros de mi distrito, que son muy buena gente y siempre se estiran con unas cañitas y unas tapitas (más monos que son). Hay que decir que ostentar un cargo público también tiene sus compensaciones, no me refiero solo a las materiales, o a las económicas (que no veas que pastón gano, y sin haber hecho carrera, no como la pija de mi prima con cinco años de ingeniería y dando clase a monstruitos de primaria), me refiero al reconocimiento público de tu labor, es muy gratificante que te alaben tus éxitos, aunque tu no les des importancia. Bueno, vamos a trabajar un poco que ya toca… “ Mari Carmen me traes el periódico de hoy por favor” (que contenta está hoy esta, algo le habrá hecho el novio a la muy pendona)… “Gracias guapa… ¡Anda si salgo en primera plana, que ilusión!... ¡Pero!... ¡¿Esto que es?!..... ¡Pacoooooo, mira lo que están diciendo de mí estooooos!”
Diario de una Concejala. Basado en hechos reales.

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