Una de chinos y yonkis

Por mucho que pasen los siglos por este país querido mío que hoy se llama España, aunque mañana puede que sea “La Confederación de Estados Libres Independientes Antes Conocida como España”, la gente sigue siendo igual, mas, en ciertas ocasiones no deja de sorprenderme. Érase ayer que regresábamos mi preciosa esposa y yo de casa de mis padres cuando, tras decidir dar un ligero paseo para disfrutar de las aún frescas tardes, nos encontramos con un poco frecuente bullicio en la misma salida de nuestra calle. Gente a ambos lados de las aceras mirando en el mismo sentido, cosa que obligaba sin más a fijar la vista en el mismo punto, aunque solo fuera por no desentonar en aquella masa. Al otro lado de la avenida un coche de policía dos motos, cuatro agentes en total y una nueva patrulla que se acercaba, refuerzos sin duda. Entre el murmullo general se oían especulaciones de todo tipo, que si han atracado el videoclub, que si una reyerta en el bar de la esquina. Junto a un agente motorizado, de esos que cortan el hipo y, solo con que te miren de reojo, dan ganas de confesar que de pequeño paraste una escalera del Corte Inglés abarrotada en un día de rebajas sin que nadie se diera cuenta, dos tipejos delgaduchos, mal vestidos (una camiseta del Real Madrid nunca viste bien fuera del Bernabeu) y bastante relajados. A corta distancia y hablando con otro de esos armarios empotrados de uniforme azul, dos chinos con un enorme paquete de estuches de plástico con colores vivos. Desde nuestra posición la cosa estaba clara, a la mañana siguiente veríamos en los periódicos la enorme redada de la policía contra el “Top Manta”, con la desarticulación de una red china de distribución de DVD piratas. Pero los dos tipejos no me terminaban de encajar en la situación. Seguía llegando gente y no solo parándose los peatones que, al igual que a nosotros, les sorprendió la escena de camino a casa o al supermercado, no, allí ya había señoras en pantuflas, con bata y con la redecilla y los rulos en la cabeza, grupos de niños que jugaban tres calles más arriba y hasta los miembros del hogar del jubilado que habían pospuesto la partida de dominó para cuando la algarabía terminara. Como bien sabido es que soy poco amigo de bullas y gentíos subimos la calle hasta nuestro destino y vuelta por una calle paralela para no volver a encontrarnos con la parodia nacional, pero con la sensación de querer saber que era lo que había ocurrido en realidad. En el portal de casa vimos nuestra oportunidad, el vecino de enfrente, hombre de barrio como muchos, al que antes habíamos visto en el meollo. La información cuando es de primera mano mejor, así que tras preguntarle nos aclaró el tema. Resulta que los dos gualtrapas desarrapados lo que buscaban por el barrio era la forma de subvencionarse un pico, andarían mal de fondos y con el mono subido decidieron que el mejor golpe lo iban a dar esa tarde en el bazar Xi Wang, el mega-todo a cien de la zona. La estrategia estaba estudiada, mientras uno disimuladamente pillaba todo lo que podía el segundo esperaría fuera con una barra de hierro por si alguno de los amarillos se ponía farruco y quería recuperar el botín. Como era de esperar los dueños se dieron cuenta de la jugada y salieron detrás del tipo que cargaba con, ¡oh, grandiosas riquezas!, diez estuches de rotuladores -sinceramente desconozco a cuanto debe de estar el precio del rotulador en el mercado negro, visto lo visto habrá que comprar acciones de Carioca- La reacción del segundo chorizo fue la de arrearle un palo al primero que saliera, o, al menos asustarlo con el gesto, mala suerte para él ya que la primera en salir fue una de las hijas del dueño, china, si, pero con más acento malagueño que el alcalde de la ciudad. El susto se lo llevó, pero en lugar de amedrentarse, lo que consiguió con el mal gesto fue cabrear aún más al que venía detrás de ella, que tiene que ser su primo, aunque este el acento lo tiene de la provincia de Shaanxi por lo menos. Bajito, moreno y si no fuera por los ojos rasgados diría que español, por los huevos (perdone usted la expresión) que le echó al asunto, aunque, visto desde otro punto, los que le echaron arrestos al tema fueron los dos “colgaos”, porque de saber que se les venía encima el hermano pequeño de Jakie Chang se hubieran ido a dar el golpe en el videoclub. Por lo que nos contaron fue todo un espectáculo, de tal calidad que hizo que unos cuantos vecinos más se animaran a acorralar a los tipejos y regalarles una manta, de palos. En ese momento entendí bien el porqué de tanto policía para un simple par de chusmas, lo que estaban era impidiendo un linchamiento en toda regla. Así que mire usted que cosas, para que luego digan que en España somos racistas y xenófobos y no queremos a los que vienen de fuera, de eso nada, lo que no queremos son malos tipos, si se llaman Wang, Azubogu o Paulosky, tus hijos juegan con sus hijos, compras en sus tiendas y viven en el portal de al lado ¿que más da que apenas puedas pronunciar sus nombres? Si son buena gente, son del barrio, son como yo. Aunque, sinceramente, yo me lo hubiera pensado más de dos veces antes de meterme en el fregado a pegar coces.

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