El Fuego De La Venganza

De veinte a treinta años, o sea, con las rebajas por buena conducta, los permisos carcelarios, alcanzar el primer grado y las deducciones por prisión preventiva, la cosa se le quedará en unos ocho, puede que diez como mucho. No está mal, no, la verdad es que no está nada mal, contando con que eso es lo que seguro que le va a caer al garrulo que el pasado domingo le dio por quemar un bosque en Gran Canaria. ¿Y porqué lo quemó? Porque el Gobierno de Canarias decidió no renovarle el contrato de trabajo que tenía el hombre. ¿Y que trabajo tenía? Pues irónicamente de guardabosques, contratado para el plan INFOCA de verano, vigilando que no se produzcan incendios.

El tío se pilla un rebote y decide hacer ver a la empresa que han cometido un error y que este año va a ser más necesario que nunca, así que como conoce el bosque bastante bien, va e inicia un fuego el día propicio en el lugar perfecto, perfecto para el fuego, claro está, y supongo que también para sus intenciones. Pero el fuego es un animal salvaje y eso de que el hombre lo domina es, como decir que controlamos La Tierra cuando la realidad es que estamos a su merced. Vivimos al antojo de sus cambios y movimientos, de sus estaciones, de sus arrebatos, es imposible controlar un elemento, ni el agua, ni el aire, ni la tierra y, por supuesto, ni el fuego. Esto último debería saberlo bien un tipo que anteriormente se ha dedicado a extinguir incendios. Un golpe de viento, una bomba incendiaria defectuosa que estalle demasiado pronto o demasiado rápido, un cálculo fallido y lo que se había planeado como un aviso, como un susto, como una jodida broma de mal gusto, se convierte en el incendio del siglo en tu provincia. Miles de hectareas quemadas, casas arrasadas, familias arruinadas y vidas en peligro. Gasto en operativo para sofocar las llamas (que no controlar, porque eso es imposible) y millones de euros en pérdidas. Y todo porque un maldito gilipollas pilló un rebote. Supongo que, encerrado entre muros de hormigón y barrotes de acero, todavía se estará preguntando porqué no le renovaron el contrato.

A mí todo esto me hace cuestionarme seriamente el tipo de contratación que hacen las comunidades autónomas sobre esta materia. Sobre todo porque no es la primera vez que se comenta que las mismas subcontratas que se encargan de limpiar los bosques, son los que provocan uno o dos incendios al año para que a los gobernantes no se les olvide el peligro latente del fuego. También se habla de la mano negra de las madereras, que aprovechando la coyuntura llega a acuerdos por limpiar el terreno quemado de troncos y demás, gratis (supuestamente) tan sólo llevándose el material que recoja, material que luego venderán en Merkamueble a precios “baratísimos”. Y por último están las compañías inmobiliarias (promotoras o constructoras, lo mismo dan) de dudosa ética, quienes siempre están a la que cae para hacerse con un terrenito en buenas condiciones y en increíble situación. No me extrañaría que en este mismo instante ya hubiera algún que otro relaciones públicas de estas mega-corporaciones contactando con concejales, comunidades de vecinos y demás responsables para ayudarles a reconstruir sus casas a cambio de una pequeña compensación en terrenos colindantes. Ya les veo haciéndoles los ojos chiribitas a los muy avispados.

Pero volviendo al caso del pirómano canario, me asusta sobremanera comprobar como ciertos individuos han podido estar trabajando para preservar la seguridad de nuestro entorno, nuestro patrimonio y nuestra propia vida. Está claro que el convertir las actividades básicas de toda administración como son la seguridad y la protección en un negocio, contratando servicios externos a empresas que a su vez subcontratan a otras más pequeñas, acaba por poner en peligro todo aquello que se intentaba proteger. Supongo que así será mil veces más barato que convocando oposiciones y manteniendo a funcionarios desmotivados que se te pueden poner en huelga en medio de la quema de Roma, pero no deja de ser alarmante la falta de previsión en esta materia de todos los que tengan algo de responsabilidad.


Para ciertos puestos y en según que situaciones creo que no estaría de más realizar alguna que otra prueba psicológica para descartar elementos de este tipo. Claro que, lo mismo lo que acaban quemando en ese caso no sea el bosque sino el coche del pobre examinador, con él dentro.

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