El Mundo Es Como Es (Injusto)

¿Cuánto son dieciocho meses? Me pregunté ayer al escuchar la noticia más horrible del verano. Un año y medio, eso son dieciocho meses. Un año y medio vienen a ser unos sesenta centímetros hasta el suelo, pelo sedoso, piel sonrosada, sonrisa dulce y ganas de jugar a todas horas. Un año y medio es fuerza, vitalidad, cariño y amor incondicional… un año y medio es un crío, un niño o una niña como en este caso.

Este mundo se está yendo al garete. No es una afirmación cualquiera de un pesimista, yo no soy del tipo agorero, es simplemente que lo que veo es lo que hay, y lo que hay no es precisamente El Jardín del Edén. Porque cuando en un país “civilizado” como quiere aparentar el nuestro, un hombre es capaz de pegar un tiro en la cabeza a su hijita de dieciocho meses, mientras esta juega en el parque, tan sólo por hacer daño a su ex-pareja, que venga quien quiera y me diga si esta situación es normal. Yo ya se que no es normal, que para hacer algo así hay que estar muy perturbado, no hay que ser un experto en psicología y/o comportamiento humano para darse cuenta de semejante tontería. Lo que realmente me asusta es la frecuencia con la que se están produciendo esta serie de hechos. Ya apenas nos escandalizamos cuando escuchamos las terribles noticias de la pareja de jóvenes (y no tan jóvenes) que han apaleado a su bebé hasta casi destrozarlo, o los que han arrojado a su hija por la ventana del piso, o les han quemado, pinchado, rajado. Historias que parecen sacadas de un manual de tortura de las SS, pero puestas en el contexto más equivocado en el que se puedan poner.

El horror humano, que supone la violencia, siempre me ha provocado un sentimiento de repulsión, como a cualquier bien nacido, sobre todo porque nunca he defendido el uso de la misma salvo en casos de extrema, extremísima, necesidad. Pero en casos como este en el que las víctimas son los únicos y auténticos inocentes de este perro lugar al que llamamos Tierra, mis vísceras se revuelven pidiendo justicia y venganza (aunque estas dos no suelan ir de la mano muy a menudo). Conocerme en persona es saber que tengo una debilidad comprensible por los niños, simplemente los adoro. Me llevo bien con ellos, me fascina su capacidad de aprendizaje, su incansable ansia de saber más, de llegar más alto, de correr más rápido, de no parar nunca de divertirse. No tienen maldad, incluso cuando hacen algo “malo” (¿qué cosa horrible podría cometer un niño?) no tienen conciencia de que es así. Son inocentes, en el más puro significado de la palabra y, por desgracia, están sometidos al dominio de los mayores, de seres humanos corrompidos por la realidad de un mundo cruel, que no es cruel por ser mundo sino por estar dominado por reglas humanas, muchas de ellas, muchísimas, contrarias a la naturaleza, incluso a la del ser humano que, irónicamente, tiene sus exponentes más puros en los niños.

En mi caso mi sentimiento se agrava por el hecho de que no puedo tener hijos naturales, bueno, las palabras exactas del doctor fueron “es improbable, pero no imposible” (siempre nos queda la esperanza). De modo que no puedo entender los actos de estos mal llamados padres. En este país cualquier gilipollas como estos pueden ser padres (o madres), para eso no se requiere permiso, ni se exige un mínimo de cordura, responsabilidad y/o medios para mantener al crío. En cambio, aquellos que nos involucramos en un procedimiento de adopción somos examinados con lupa por todos y cada uno de los agujeros de nuestra vida, físicos incluidos. Se nos exige, mínimos en todo, nos someten a pruebas de todo tipo, tramites administrativos, aportes económicos y, sobre todo, resistencia moral y psicológica. Si, realmente este mundo es injusto, porque los que realmente queremos estar rodeados de niños nos vemos privados de ese gusto, ya sea por efecto de la naturaleza o por acción de las administraciones.

Si, definitivamente no es justo que por una borrachera, un mal polvo o ser tan torpe como para no saber usar un condón, mal nacidos como el que era este (ya que el muy cobarde se suicidó) tengan el privilegio de tener hijos, mientras que miles de personas tengamos que sufrir un proceso cercano a la inquisición para poder disfrutar de uno.


Si, el mundo está del revés, porque lo construyeron así para nosotros los que vinieron antes. Tú y yo lo único que tenemos que hacer es volver a darle la vuelta ¿te apuntas?

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