Ya he comentado en un par de ocasiones lo poco que me gusta ver las noticias a la hora del almuerzo, todavía sigo pensando que debería haber una ley que prohibiera cortar la digestión a las personas con noticias macabras. Vamos, que por mí los noticieros podrían ser sustituidos a esas horas por comedias, concursos o retransmisiones deportivas, aunque fuera el campeonato mundial de petanca. Cualquier cosa con tal de no ver algo que me revuelva el estómago por un exceso de bilis.
Desde que terminaron las fiestas estamos llegando a casa con, relativamente, bastante tiempo (unos veinte minutos más, tampoco es para tirar cohetes), con lo que, tras ver el habitual capítulo de una de nuestras series favoritas (ahora estamos con Smallville 5ª Temporada) nos queda tiempo suficiente para reposar la comida. Eso está bien, de hecho bastante bien, lo malo es que a esa hora mientras descansas apenas hay nada en televisión que nos apetezca ver, así que pulsamos el botón de La Primera y nos enteramos de lo que pasa por el mundo.
Normalmente las noticias son calcadas de un día para otro. Que si el conflicto Palestino-Israelí, que si ETA-ANV-PCTV, que si los Islamistas chiflados que querían teñir de rojo el metro de Barcelona. Si a esas unimos que un día un hombre mata a su pareja, una mujer a su bebé y un hijo a sus padres ya tenemos medio noticiero completito. Una sección de deportes, el tiempo y luego unas cuantas salpicaduras de lo que yo llamo "anécdotas del día". Entre las noticias de economía, con repaso a la bolsa incluido y dos o tres denuncias locales, siempre se encuentran un estudio médico-sociológico y la noticia que más de mala leche te puede poner en el día. Esta de hoy tenía miga y bien gorda.
Durante el verano de 2004, cerca de un camping de La Rioja, un chico de Durango que pasaba las vacaciones junto a sus padres en dicho camping, era atropellado por un tipo que conducía un Audi A8 a 113 km/h por una vía limitada a 90. El chico se saltó un Stop y el conductor del vehículo llevaba el ABS desconectado. Todo fue un cúmulo de mala suerte. Ambos fueron imprudentes y el que acabó mal parado fue el chaval de diecisiete años. Los padres del muchacho que escucharon el golpe y acudieron al lugar para descubrir a su hijo destrozado, llevan hundidos desde aquel día. Hasta aquí una historia normal, desgraciada y triste como otras muchas que nos sirven a los postres nuestros amigos los periodistas. El caso no sería diferente si no fuera porque, al año y medio de lo ocurrido aquel verano, los padres de Enaitz recibieron una citación para comparecer en un juicio. El conductor del vehículo que mató a su hijo, los demandaba como responsbles subsidiarios de los daños ocasionados en su coche y les reclamba, y sigue reclamando, una cantidad de cerca de veinte mil euros (20.000 €) por daños al vehículo. Si, lo se, suena a chiste malo y macabro. Pero es verdad, por desgracia es verdad. El tipejo, incluso ha sido capaz de salir en una entrevista de televisión diciendo, que siente mucho lo que le pasó al chico, pero que él también se vio afectado y que ese dinero le corresponde para abonar la reparación. O sea, que además de cabrón, gilipollas.
La otra noticia era uno de esos estudios médicos-sociológicos a los que antes me refería. Según el mismo, los españoles, gracias a los avances en medicina, a la mejor alimentación y a los hábitos de vida, somos de mayor estatura que nuestros padres y además tenemos más peso. Los niños de hoy crecen más gracias a que se han reducido las enfermedades infecciosas que afectaban al desarrollo y, por culpa de los bollos, las hamburguesas y la playstation, tienen más carne que la casquería de la esquina.
Resumiendo, según las dos noticias de hoy, los españoles somos cada vez más altos, más gordos y más hijoputas.
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