¿Hacia Dónde Vamos?

Supongo que mucha gente se estará preguntando esto mismo, sobre todo últimamente con toda la que está cayendo. El paro que sube, la crisis que no se arregla, corrupción, terrorismo, inmigración descontrolada. Un gobierno que no da soluciones y una oposición que tampoco ayuda mucho.

Tras treinta años de democracia continuada, parece que nos acercamos cada vez más a un punto de inflexión en la manera de gobernarnos. Tarde o temprano va a tener que llegar el día en el que la gente pida otra forma de gobierno que no sea esta especie de remiendo político que ahora tenemos y que, básicamente, sólo sirve para que muchos y muchas chupen del bote sin dar un palo al agua. Porque a cada nueva jornada electoral que nos toca ejercer nuestro derecho siempre ocurre igual, la participación es cada vez más baja. Ya rozamos el cuarenta por ciento (40%) o sea, que ya hay más gente que se abstiene de la que vota. ¿Y esto qué quiere decir? Para un analista político independiente la cosa está clara. La gente está hasta los huevos de que los mangoneen y les trae al pairo la política y los que gobiernan, hasta tal punto que se desentienden y el día de elecciones y prefieren ir a asar chorizos al campo antes que a sufragar idems en las urnas. Si, la gente está cansada, el problema es que con esa actitud no se va a conseguir que esto cambie. Pero este es el problema de los españoles, estamos tan acostumbrados a que nos lleven como borregos que preferimos esperar a verlas venir antes que mover un dedo para quejarnos. Y por eso nos va así.

Tenemos la clase política que nos merecemos. Simplemente porque nos hemos acostumbrado a que nos roben y ya hasta vemos normal la corrupción. De modo que no nos debemos quejar mucho porque las cosas estén así, ya que somos nosotros quienes hemos dejado que así sean. Si cada vez que hubiera una subida de impuestos, un aumento de precios de carburantes, un despilfarro de fondos públicos o cualquier otro atraco institucional, saliéramos todos a la calle a decir que no, otro gallo nos cantaría.

Si fueramos valientes y orgullosos, impondríamos nosotros las reglas por las que queremos que se nos gobiernen y no dejaríamos a unos pocos que hicieran lo que quisieran con nuestro dinero, que normalmente es despilfarrarlo. Empezando por igualar el sueldo de todos los "servidores públicos" a su responsabilidad y cargo, pero impidiendo que fueran ellos quienes lo establecieran. Limitarlo a una cantidad fija mensual, lógica y adecuada, pero nunca desorbitada. Eliminar los "Cargos de Confianza", impedir que un concejal, diputado o senador, cobre por dos cargos públicos (por ejemplo concejal y consejero de la empresa municipal de transportes). Si fueramos valientes nos haríamos oir y cambiaríamos todo esto. Entonces muchos se pensarían eso de "vivir de la política" porque no habría mucha diferencia con tener un puesto en la empresa privada.

Pero esto sería sólo si nos rebelásemos. Cosa que no va a ocurrir nunca. Porque somos españoles que no franceses, ni alemanes, ni holandeses, ni suecos... ni de cualquier otro país con tradición política, conciencia social y moral ferrea. Aquí seguirá ocurriendo lo mismo hasta que la cosa explote y si no se pone remedio pronto, explotará por algún lado.

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