Las Oportunidades Perdidas

H ablemos hoy de piratas. De los somalíes que abordan pesqueros y petroleros, con más huevos que inteligencia, y de los Españoles, que se lanzan cuchillo entre los dientes al cuello del rival político, entre cañonazos verbales y ruedas de prensa sangrientas.

Lo de los negros es casi comprensible. En un país tercermundista, corrupto, destrozado por mafias, clanes, guerrillas y dejado de la mano de Dios, que hayan visto en el secuestro una forma de sacar pasta medianamente fácil y rápida, es algo que se puede entender, que no gusta, pero que se entiende. Lo de los enchaquetados de aquí es caso aparte, no se entiende aunque se les diseccione.

Por una vez en su vida tienen la oportunidad de mostrarse ante su pueblo como una piña. Como un grupo compacto de servidores públicos que anteponen la seguridad y el bienestar de los españoles a sus propios y asquerosos intereses políticos. Las familias, las autoridades locales y autonómicas, todo el mundo les está pidiendo que se unan y dejen de lanzarse puyas. Que saquen ya a esos marineros de allí, que es lo único que queremos todos. Tienen la nada despreciable oportunidad de aparecer fuertes ante el mundo, de dar una lección a malechores, ladrones y criminales. Están respaldados por la comunidad internacional. No hay que mirar mucho atrás para recordar que Francia, Estados Unidos, Reino Unido y más, han sufrido las mismas situaciones. Y que nuestros vecinos, amigos y aliados las han resuelto de manera contundente, dejando claro lo que les ocurre a los que se meten con sus ciudadanos. Pero no, aquí no, esas oportunidades se dejan pasar. Se les ha ofrecido el regalo de ganarse el respeto del pueblo vasco y gallego, con la toma conjunta y común de una única decisión, sacar a esos hombres del infierno y proteger a sus compañeros que siguen trabajando en la zona. Pero aquí no, lo van a perder por estúpidas rencillas y ansias de poder. Podrían recuperar la confianza del pueblo en sus Fuerzas Armadas y la confianza de éstas en el gobierno al que juraron lealtad, haciéndoles trabajar en aquello para lo que han sido entrenados, defender España de toda amenaza externa. Porque no hay que olvidar que, todo buque que navegue bajo pabellón español es territorio de España. Pero aquí no, esas barbaridades sólo las hacen los americanos que son muy teatreros y les gusta pegar tiros (y los franceses, y los ingleses...).

No voy a entrar en el follón que han líado con el "presunto niño-adulto-pirata-somalí" de las narices. Sólo se que el niñato y su colega nos va a costar más dinero de las arcas públicas, porque a cambio de que liberen a los secuestrados y de no dejar ir a estos dos de rositas, vamos a pagar más de lo que pedían en un primer momento. Aunque esto no lo vamos a saber jamás, porque entrará dentro del secreto del estado y la seguridad pública (que es algo así como, "que no se entere nadie de esto o nos crucifican). Lo que si voy a hacer es dejar una cosa clara. España está pidiendo una respuesta enérgica contra esta escoria, para que dejen de reirse de nosotros de una vez por todas. Si tuviéramos la clase política que queremos, les pagaríamos el rescate, traeríamos a casa a los pobres marineros y les devolveríamos a los dos "presuntos piratas" con un transmisor "gepeese" metido por el culo a cada uno. Cuando ya estuvieran en la cueva de los piratas, todos felices y contentos, celebrando el palo que le han metido a los idiotas de los españoles, contando y repartiendo los billetes del rescate y planeando el próximo abordaje a nuestros barcos, se les mandaban seis o siete Misiles Milano guiados por sátelíte, vía fragata Numancia (que es a la que le toca todos estos marrones) y destino el culo del niño de las radiografías. Cuando al día siguiente, la ministra Chacón saliera (flanqueada por presidente y vicepresidentes, que tenemos tres, por cierto) dando el informe del fin de los piratas somalíes y de su reinado de terror, gracias a la actuación de las Fuerzas Armadas Españolas, lo de Isla Perejil a su lado iba a quedar como una partida de paintball de domingueros.

Pero todo esto sería si tuvieramos la clase política que queremos y no la que tenemos, que es, por desgracia, la que nos merecemos.

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