22 de Diciembre

Si, El día de la lotería. Y aquí estoy yo, camino de Madrid para un rollo de formación. Es sólo un día, lo se, pero es el puñetero día de la lotería, lo que significa que quedan tan sólo dos para Navidad. Si, dos y ayer mismo cayó la nevada del siglo, con lo que la cosa está así; voy de camino, pero no tengo un 100% asegurado para la vuelta a casa esta tarde y eso me pone, digamos que bastante nervioso, por no decir cabreado aunque eso es realmente lo que tengo encima, un cabreo bastante considerable. Porque ¿sabes cuando los planetas se alinean para que todo salga como no debiera salir? Pues la cosa empieza a apuntar maneras.

Por lo pronto no debería de estar aquí ahora mismo, ya que este "cursillo" debería haberse realizado hace lo menos dos meses. Pero, sin entrar en detalles, diremos que son cosas de mi jefe y no diré nada más, que será mejor. La mañana no ha empezado nada mal. Me desperté a tiempo, preparé todo, el taxi llegó justo cuando salía por la puerta y en cinco minutos ya estaba en la estación (5 €, un poco caro, pero asumible por la empresa, ¿qué menos?). No había cola para acceder al andén. Llegué a mi asiento (Coche 4 - Asiento 9C) que escogí precisamente para ir sólo y cómodo. No me gusta viajar con desconocidos y apenas hablar durante los trayectos, pero si contemplar el paisaje, con lo que el sitio era perfecto. Demasiado perfecto. Me habia confundido de coche, si, lo se, torpe, torpe, torpe. Me levanto, recojo las cosas y me paso al vagón de atrás. En el pasillo me encuentro con una señora, jóven, con tres niños pequeños y dos carritos, cuando veo que coloca el del bebé junto a mi asiento le digo: "Perdón, pero yo voy ahí". La señora se me desconcierta un poco y me contesta: "Ehh, no, yo tengo el 9A y el 8A". A lo que yo le aclaro que ese es el 9C. "Ah, si ¿Te importa esperar un momento mientras arreglo esto?" "Esto" era el carrito del bebé. Me quedo esperando, de pie, mirándola a ver que hace. Pero tras un par de minutos en los que no veía ademán alguno de liberar mi asiento, me vuelvo a dirigir a ella: "Cuando termines me avisas ¿de acuerdo? Yo espero aquí sentado." Otra vez se desconcierta "Ehh, es que ha habido un error". "¿Cómo un error?" le contesto. "No, es que la chica nos ha vendido estos billetes de turista, pero este coche es Preferente". "Nop, esta es la clase turista" (supongo que la falta de costumbre de viajar con gente menos pudiente no les hizo fijarse en que hay pocas diferencias en los vagones, por no decir ninguna). Vuelve el desconcierto. Como veía que estaba más despistada que un esquimal en Ibiza, le propuse cambiar de asiento, yo me quedaba el 8A que estaba en la fila de uno y ella se podía quedar el mío (Como siempre Jose haciendo de buen samaritano).

Total, me he pasado dos horas y media de gritos, llantos y carreras. Que conste que a mi los niños me encantan, pero cuando uno va de mala gana a un viaje, hasta el canto de los ángeles te puede parecer estridente. Al final tampoco ha molestado mucho. En realidad ha sido gracioso ver como una pareja acostumbrada a viajar a todo trapo se ha tenido que desenvolver con los niños y sin servicio de auxiliares de a bordo. Él, que o bien era francés o tenía frenillo, en un momento de lucidez comentó "...lo que difegencia esto de pgefegente es que aquí no te dan de comeg ni tampoco pgensa". ¡Ole tú! Y para esta sabia deducción has tenido que rebajarte a viajar con las clases medias. Bueno, ya tendrán algo que contar en las reuniones familiares de navidad.

-Diez horas después-

10º y llovía cuando salí de Atocha. Una pena, pues estaba deseando encontrar las calles nevadas. Otra vez será.

El curso, sin sorpresas. Y cuando digo esto, quiero decir que ha seguido la línea de lo que suele organizar mi empresa en los últimos años. Aunque "organizar" no sea exactamente la palabra adecuada para hablar de este evento. Empezó dos horas tarde. Una gran parte de la aplicación no estaba operativa. Se perdía demasiado tiempo hablando de posibles casos hipotéticos que podían darse en lugar de continuar con la explicación del software. Comimos un par de pizzas, agua del grifo para beber y mi estómago estaba haciendo de las suyas. Un día perdido casi por completo. A las seis estaba de vuelta por las calles de Madrid camino de la estación. Llovía a cántaros e iba con el tiempo justito, pero llegué (obviamente).

Ahora el que regresaba en clase "pgefegente" era yo. Y no por un error, simplemente no había asientos de turista cuando me confirmaron la fecha del curso, de modo que me acomodé en mi espaciosa butaca y esperé a que empezara la película y me sirvieran mi zumo y mi merienda (ains, que dura es la vida de empleado). Dos horas y media después ya estaba en mi Málaga de los agujeros y los socavones. Gracias a Dios. Lo único bueno de aquel día, ver a los compañeros (aunque me faltó la Cristi) y que nos tocó la lotería. 120 €, no es mucho, pero menos es nada, ¿no?

Comentarios

Liz Flores ha dicho que…
120 € bien, al menos reintegraste lo del taxi y con creces eh (sonrío).

Navengando por algunos blogs di con el tuyo, fue porque ambos hemos leído al Tenorio, casi no entraba a tu blog sabes, me lo hubiera perdido.

He disfrutado tu relato sobremanera, desde tu confusión de vagones, hasta el francés y su brillante deducción y ni se diga tu cierre, ¡pobre empleado sacrificado! (sonrío de nuevo).

Concuerdo contigo en lo de viajar sólo, me mareo si alguién me habla en algún vehículo en movimiento y me encanta observar el paisaje en paz.

Con tu permiso te sigo, tal vez no entre frecuentemente, pero leeré cada que publiques algo nuevo.

Escribis muy bonito, tenés manera de enganchar al lector, enhorabuena.

Un abrazo desde mi bella Guatemala, corazón del mundo maya y alma de la tierra.
Jose M. Bermejo ha dicho que…
Muchas gracias por tu comentario Liz y por seguirme.
Ya verás que te he mencionado en mi penúltimo post de este año. Porque nunca hay un último.

Un beso.

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