Al Límite

Me hago mayor, eso es evidente ¿o siempre lo he sido? Hay veces que pienso que siempre he tenido más años de los que realmente cumplía mi cuerpo, bueno según para qué, ponme delante de un videojuego o dentro de una tienda de comics y vuelvo a tener diez o doce.

El caso es que cuanto mayor me hago más cosas me molestan y antes pierdo la paciencia. Todavía no he llegado al límite de perder los papeles (sólo en muy contadas ocasiones y siempre relacionadas con el trabajo). Pero, cada día que pasa noto como mi nivel de tolerancia respecto a ciertas actitudes va disminuyendo. Mis padres me educaron muy bien y mis profesores en el colegio se encargaron de reforzar el respeto a todo el mundo, incluso a aquellos que no se lo merecen. Pero creo que se va acercando el día en el que salten todas las alarmas.

Y estoy seguro de saber donde va a ocurrir. En el cine. Si, en una sala de cine, porque ya me ha ocurrido otras veces. Creo que a todo el mundo le ha pasado. Vas a ver una película con toda la ilusión del mundo y a dos metros de tu asiento te encuentras al grupito de jovenzuelos más escandaloso del lugar. Y te dan la película. La primera gracia se la pasas, la segunda se te frunce el ceño, la tercera saltas de tu asiento y miras con cara de cabreo, a la cuarta te vas hacia el lider del grupo y le espetas un "como vuelva a oir tu voz antes de que acabe la película, te saco de la sala" que le hace hundirse en el asiento. Entonces si que puedo ver tranquilo el resto del film. Pero ya me la han fastidiado. Ahora bien, cuando se trata de chavales la cosa es normal, las hormonas les tienen locos y tienen que llamar la atención, pero, lo que me ocurrió el otro día me rompió los esquemas. Fuimos a ver la última de Mel Gibson (de ahí el título de este post, que le viene al pelo) la sala medio vacía, fila diez, centradita, como nos gusta. Al poco de sentarnos, dos señoras de avanzada edad se sitúan en los asientos de la esquina de nuestra misma fila, entre la señora mayor y yo, tres butacas máximo. Empieza la cinta, un thriller impactante desde los primeros cinco minutos, sangre, dolor, lágrimas y mucha tensión. Al primer sobresalto escucho un murmullo a mi izquierda "¡Ay, pobrecita que la han matado!" ¡Oju! Entendí la impresión de la pobre señora, porque la escena es fuerte, no le di demasiada importancia. El resto de la película era como poner el canal de audio-descríto para invidentes, "¡Ay! Tú verás lo que va a pasar" "Este es el que ha salido antes con el otro... ¿verdad?" "¡Oy! Con la cara de bueno que tenía el policía". Y así una y otra vez, comentario tras comentario, hasta llegar a la escena más dramática de la película, donde el director, el guionista, el productor y hasta el chico que da de comer al perro de la super-estrella han puesto toda su pasión para llegar al corazón del público, escena que me recordó mucho a la ejecución de "Braveheart", cuando William Wallace ve a su amada entre el público, justo antes de morir, la señora soltó un "¡Ah! ¡Pero está viva!". Ahí ya no pude más y tanto mi amigo Sebi como yo empezamos a reirnos, y a mí se me escapó un "¡Pero, esta mujer ha estado viendo otra película!" que me salió del alma.

Aquí la culpa de que se me chafara la película la tiene la buena educación que recibí y el respeto que les tengo a los mayores. Porque en otra situación se hubiera quedado más callada que en misa (que también dudo que lo haga). Cuando se encendieron las luces, la señora era la comidilla de los de alrededor, delante nuestra había cuatro señoras muertas de risa a más no poder y no era por el pobre Mel. Otras cuatro víctimas de la cronista clandestina. Y porque soy como soy la cosa terminó ahí. Al salir del centro comercial nos la cruzamos de nuevo, a ella y a la compañera (que es de justos reconocerle los intentos de callar a la comentarista durante la proyección, infructuosos todos). Por el aspecto que tenían, el ritmo que llevaban y la dirección que tomaron les aposté a todos que "esas dos iban al bingo" para terminar de rematar el sábado loco. Como llevábamos el mismo camino las fuimos controlando, justo hasta que llegaron a la puerta del local y ¡zas! Un giro repentino y ya estaban dentro de la sala de juegos (para detective privado que ha nacido uno). Me reitero, porque soy como soy la cosa terminó allí. Porque, para ser justos y devolvérsela, teníamos que haber entrado tras ella, habernos sentado en su misma mesa, y habernos pasado cuatro o cinco cartones comentando las jugadas "¿Que número ha dicho?" "¡Joe! Se me ha escapado el último" "Me quedan dos para línea, vamos línea, ven con papá" "¡Bingoooo! ¡Ay! No, perdón que he escuchado mal!" Y así toda la noche, hasta que se levantara de la mesa ofuscada y entonces le hubiera explicado yo: "Señora, la niña no estaba viva, la matan a los cinco minutos de empezar la película, por si no le pareció suficientemente gráfico todo, con la sangre, las vísceras y la escena del depósito de cadáveres, ¡joe!".

Comentarios

Liz Flores ha dicho que…
ayy con esos cronistas fastidiosos jajajaja, me he gozado este post pues me has hecho recordar las veces que he pasado por lo mismo. Yo te paso cuando son niños o ancianos, incluso los adolescente, pero el colmo es que te lo haga gente de nuestra edad. El otro día llevé a mi sobrina a ver una película infantil, y justo detrás de nosotros se sentó una pareja con su hija. La niña se portaba de lo más linda, eran los papás los que le decía "mira nena, ahorita sale wallie" "ahora baja la nave y sale la robotita" "mira, mira ahorita le cae el rayo" diosss qué fastidio de gente, y no se callaban, todo el mundo les reprochaba, casi a media película y con los ánimos caldeados de todos en la sala se levantan y dicen "vámonos mejor, total es la segunda vez que la miramos" venían de quedarse de la función de permanencia voluntaria e intentaron volver a ver la peli porque la nena se habia dormido en la primera vez... gentes por dios!!

Lo del bingo estuvo genial, me hiciste carcajearme con ganas, ya me veía a las viejitas amoladas por no poder jugar jajajaja muy bueno.

Yo por eso procuro sentarme en la última fila y casi cerca de la orilla, donde no molesten mucho, eso si, que no sea cerca de la puerta.

Un fuerte abrazo José, como siempre, un gusto leerte.

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