Málaga Desierta

En pos de la modernidad y el futuro, por una Málaga ágil y dinámica, a la cabeza de las principales ciudades de España y en la vanguardia de Europa.

No, no me he vuelto loco ni me ha entrado un "Síndrome de Malagueñismo Galopante" (que existe, os lo juro) que me haga sudar verde y morado por cada poro de mi piel. Es que eso, supongo, que es lo que piensan los responsables de la ciudad cada vez que se tala un árbol y se dejan las calles de la ciudad más peladas que la nevera de un estudiante. De esta manera se auto-convencerán de que la salvaje campaña que se está llevando por delante lo poquito verde que había por estos lares, tiene un fin justificable, un bien común mayor que el respirar un poquito de aire puro o pasear fresquitos los días de verano. Al metro de Málaga lo voy a bautizar desde hoy como "Othar", igual que al caballo de Atila porque, al igual que este, allá por donde pasa no vuelve a crecer la hierba, es más, los obreros de Metro-Málaga son como los Hunos, arrasan con todo a su paso. Árboles majestuosos, jardines coquetos, medianas con frondosos setos y cesped impecable todas han sido pasto de las "máquinas del progreso" y en cuestión de dos años han convertido la mitad de la ciudad en un erial de cemento, grava, polvo y baches (estos últimos los bordan, como profesionales que son).

Ojo, no me estoy quejando del progreso y de la enorme ventaja que va a suponer tener una red de transporte sub-urbana. Soy consciente de los beneficios que para muchos malagueños va a suponer esto, yo me incluyo como uno de los beneficiados, aunque vaya a utilizarlo menos que nadie. Lo que me fastidia es la forma de hacer las cosas que tenemos aquí. A lo "tío barullo" como se dice en mi casa, o sea, sin pensar en consecuencias, ni afectados, vamos, sin pensar. O, como mi "síndrome de la conspiración perpetua" me sugiere, las cosas se hacen así por un motivo obscuro e interesado, que al final va a dejar todo peor de como estaba en un principio y donde antes había árboles frondosos y majestuosos, nos encontraremos con grandes maceteros que contendrán un magnolio raquítico y cuatro flores de temporada, que servirán más de papelera y cenicero que para alegrar los paseos, refrescar el ambiente o purificar el aire. El cesped (del que nunca he sido partidario en Andalucía) nos podemos olvidar. De los árboles, bueno, cambiarán los Almeces, los Ficus y los Plátanos por lindas palmeritas, que son más caras, más delicadas y además les atacan el "picudo rojo", y no dan sombra alguna lo que, en una ciudad que alcanza los cuarenta grados durante el verano es un serio handicap el cual, extrañamente, todavía no han sido capaz de ver los responsables de parques y jardines correspondientes (extraña o sospechosamente).

Yo ya me he hecho a la idea de no volver a ver la Avenida Juan XXIII, Calle Cómpeta o cualquier otra afectada por el trazado del metro como estaban antes, esas ya no tienen remedio. Lo que me fastidia es que nadie protestara cuando empezaron a segar, talar y destrozar árboles y plantas. ¿Dónde están los ecologistas cuando se les necesitan? Supongo que un ficus de quince metros tiene la importancia que tiene según donde esté plantado ¿no? Lo que me escama ahora es la solución que van a darle al paso de los túneles por la Alameda Principal, con sus árboles centenarios que le dan toda la personalidad a la vía. Por lo pronto ya se ha caído un ejemplar "jóven" con el último vendaval y ya he empezado a escuchar rumores de que hay otro par "enfermos". Me da que el zumbido que tengo en los oídos es el "tío de la sierra" que está empezando a calentar.

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