alencia no está tan lejos de aquí, pero cuando paseas por sus calles, avenidas, parques y jardines tienes la impresión de estar en una de esas ciudades europeas con historia y con vista en el futuro. Valencia se codea con las grandes y razones no le faltan.
Hemos pasado tres días en esa ciudad y hemos vuelto bastante contentos. También cansados, todo hay que decirlo, la vida del turista es dura. Doce horas por día caminando, visitando lugares, monumentos y perdiéndote por la ciudad es lo que tiene. Además de veinte horas de viaje en tren, diez de ida y diez de vuelta. Directas desde Málga, no dimos ningún rodeo, es que las comunicaciones del siglo XXI en este país son así. Hay cuatro AVEs y medio, pero el resto de líneas es casi como ir en... ¡uy, iba a decir en el Orient Express! Más quisieran, más bien es como "Los hermanos Marx en el oeste", sólo faltaba el vagón de carbón y el señor con bigote gritando "¡Más madera!".
Para unir dos ciudades como Málaga y Valencia hay más medios. Pero, sinceramente, estoy harto de la carretera y en vacaciones no me apetecía nada conducir, así que eso descartaba coche y autobús. El avión, me niego si existe otra opción que no lleve más de un día, además, me comentaron que el que hace ese recorrido es un bimotor de hélice, así que, puestos a elegir entre una cafetera que vuela y una que va por railes, opté por la opción de Renfe, que aunque lenta y anticuada, al menos no me tengo que medio desnudar para acceder al andén. Además, nos han prometido que pronto esa línea pasará a alta velocidad, con lo que hacer un viaje de este modo es toda una experiencia que no se volverá a repetir, ¡a Dios gracias! Reconozco que el viaje es cansado pero de aburrido nada. En un vagón en el que caben unas cien personas perfectamente, que empieza su recorrido en solitario y se va uniendo a otros por el camino, con paradas en Bobadilla, Córdoba, Alcazar de San Juan, Andújar y un montón de lugares por los que jamás había pensado pasar, lo raro es aburrirse. Personajes de todo tipo suben y bajan, sobre todo había gente mayor (de sesenta para arriba) que no se enteraban donde iba su asiento y tenían la manía de arrastrar sus maletones, tipo baúl de la Piquer, por todo el pasillo, bloqueando el paso a medio pasaje. Gran parte del recorrido se hace sin vagón-cafetería y a cada parada con maniobra, desenganchaban la máquina y nos quitaban aire acondicionado, luz, aseos y todo lo que funcionara en el tren, aunque la mitad de las cosas no funcionaban. De cuatro canales de audio sólo iban dos y uno era el del video, que sólo emitía cuatro horas de las diez. El otro no estaba mal, era una selección de bandas sonoras muy relajantes y tranquilas, pero cada dos por tres se cortaba, se ponía a saltar o se iba el sonido por la izquierda. Los monitores de televisión podían tener perfectamente diez años y la mitad no se veían bien, cuando el DVD funcionaba. Y los aseos, bueno, cien personas, diez horas y dos aseos, se puede uno imaginar el resultado.
Pero todo eso es sólo anecdótico, porque cuando yo viajo lo que me gusta es mirar el paisaje y en tren, aunque sea una tartana vieja y mal cuidada, paisajes sobran. Hacía un día magnífico, tanto a la ida como a la vuelta y en todo ese tiempo pude ver de todo. Campos de olivos, de cereales, de vides. Montañas, valles, lagos. Carreteras, caminos, senderos. Ciudades, pueblos, aldeas y muchas estaciones, la mayoría abandonadas y con edificios enormes con unas posibilidades fantásticas para el turismo, pero abandonadas a fin de cuentas. Vi toda clase de pájaros, desde inmensas águilas, halcones y cernícalos, hasta urracas, tórtolas, patos y fochas. En un futuro, cuando todos estos viajes no existan y vayamos en un par de horas a ciudades que están a miles de kilómetros, haber vivido esta experiencia, aunque sólo haya sido una vez, habrá merecido la pena. Eso si, un consejo, hay que ir en plan picnic, cargados de sandwiches, bebidas frías, fruta, dulces, incluso un termo de agua caliente para los más sibaritas. Y relajarse, porque otra no te queda.
Los dos días completos en Valencia, estupendos. Hotel, comida y visitas fantásticos. La ciudad magnífica. Avenidas enormes, jardines increíbles, un centro histórico cuidado con mimo y una zona moderna ejemplar. Una ciudad pensada para que sus habitantes puedan disfrutarla tanto como los turistas. Lo que más nos impresionó, por supuesto La Ciudad de las Artes y las Ciencias. Pero, lo que más envidia nos dió, las bicicletas. La gente se mueve muchísimo en ellas por toda la ciudad, y lo mejor es que está adaptada para ello. Carriles bici de verdad. Señalizados por todas partes. Luminosos de tráfico en todos sitios para que los conductores no se encuentren de golpe con un atasco, que los habrá, pero yo no los vi. Una auténtica ciudad europea, limpia y con gente respetuosa. Tendrá sus puntos y sus ovejas negras ¿dónde no los hay? pero, para mi, Valencia aprueba con nota mi visita.
1 comentario:
JA! Esta peli de los hermanos Marx si la he visto. A mi me encanta viajar y conocer lugares diferentes. Sobre todo me encanta el AVE, aunque tambien he hecho recorridos por España en trenes como los que tu describes.
En cuanto a Valencia he estado por sus alrededores, pero me consta que tiene mucho de lo que tu describes.
Espero que pongan mas AVE en muchas otras ciudades españolas.
Besitos
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