11 julio 2010

El Momento

M
omentazo que diría Boris Izaguirre. Es el que estamos viviendo hoy día. A nivel de todo, política, economía, deporte, la vida en general. Es hora de cambios y parece que hay muchos que niegan la evidencia o que, simplemente, no les interesa que se produzca ese cambio.

Cuando casi toda España estaba celebrando la inminente victoria de la Selección Española de Fútbol en el Campeonato del Mundo de Suráfrica 2010 (hay que llamar a las cosas por su nombre) en Barcelona, cuatro o cinco políticos, con cada vez menos credibilidad, azuzaron a sus huestes para que salieran a las calles, pancarta en mano y consigna en boca, en protesta (o eso dicen ellos) de la decisión del Tribunal Constitucional de dar como contrarias a la constitución unos cuantos artículos de la Reforma Sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña.

La verdad es que lo del mundial les ha venido un poco mal a estos tipos. No quiero ni imaginarme las caras de circunstancia que tendrían cada uno en las reuniones del tripartito y CiU, para ver cuando narices iban a convocar la manifestación. "La ponemos el miércoles que viene. Total estos mantas españoles nunca pasan de cuartos" diría alguno. Y partido tras partido las caras se les quedaban más y más largas. Y con más INRI cuando veían que los que marcaban los goles eran más catalanes que ellos mismos. "Catalanes vistiendo la camiseta de la selección, jugando codo con codo con españoles y ganando. ¿Dónde se ha visto eso?" Pues mire usted, gracias a Dios, eso es algo que siempre ha existido y existirá. Desde que España era Hispania y lo que hoy es Cataluña, parte de la provincia Tarraconensis. Pero no hace falta irse tan lejos para ver ejemplos de Catalanes orgullosos de ser Españoles, ahí tienen a Pau y Marc Gasol (Campeones de Europa y del Mundo de Baloncesto). Dani Pedrosa (Campeón del mundo de Motociclismo). O artistas como Montserrat Caballé, Albert Boadella. La modelo Judit Mascó. Los miembros de Tricicle (Joan Gracia, Carles Sans y Paco Mir) y así uno tras otro hasta contar miles, millones de Catalanes que se sienten parte de un país que siempre ha sido suyo y que, por desgracia, unos pocos les quieren quitar. Por gusto, capricho y, sobre todo, por conveniencia política e interés económico.

Yo no soy fan del fútbol, eso lo sabe todo el que me conoce pero le reconozco esa virtud. El fútbol une cuando se trata de la selección y todos gritan al unísono cualquiera de las cancioncillas tontas que salen de los estadios. Desde el "illa-illa-illa..." hasta el "oe-oe-oe-oe..." pasando por mi favorita "yo soy español, español, español..." que se ha cantado en todos los rincones del país, desde Bilbao a Cádiz, pasando por Santiago, Gijón, Pamplona, Barcelona, Alicante o Murcia. La selección hace iguales o, mejor dicho, nos recuerda que siempre hemos sido iguales y hermanos. Por mucho que se empeñen cuatro gatos en negarlo. En un mundo cada vez más globalizado, donde las identidades parecen diluirse. En una época de crísis, donde todo apunta al cambio. Es bueno tener un referente, un centro, un lugar en el que reunirse con gente que siente lo mismo que tú. Gente que está por encima de la política y de los enfrentamientos. Gente que está más allá de los intereses de cuatro aprovechados. Gente que quiere estar a bien y en paz con sus hermanos, llámense estos Iker, Oriol, Xoxe o Antonio. Y si ese lugar es el fútbol, lejos de rivalidades y malos rollos, bienvenido sea. Yo le doy mi bendición.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una vez, alguien me dijo y yo creo que tenía razón que los nacionalismo se curan viajando.
Besitos.

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