Animales Comodones

O
lo que es lo mismo, la raza humana. Somos cómodos por naturaleza. Nuestra inteligencia "superior" (entre comillas porque en muchos casos lo de superior no es aplicable y en más casos lo de inteligencia es discutible) nos ha hecho avanzar en todos los campos, desde la ciencia hasta las humanidades, para hacer de nuestra vida un jardín de rosas sin espinas, suave, tranquilo, relajante y cómodo, sobre todo cómodo. El problema está en que hemos llegado a un punto en el que la búsqueda de la comodidad choca con las normas de buena conducta y convivencia y ahí hay que aplicar la inteligencia para reorientar a los comodones hacia lo que está bien.

Todos podemos verlo a diario. Coches que aparcan en segunda o tercera fila bloqueando a vehículos aparcados y obstaculizando el tráfico, mientras que sus conductores se encuentran cómodamente tapeando en la terracita del bar de la esquina, o comprando el pan, o tabaco en el kiosco de la rotonda más transitada, o incluso recogiendo a sus hijos del colegio (que es algo que me enerva, ya que resulta que los colegios públicos tienen un sistema de adjudicación de plazas que prima a los niños que viven más cerca del centro, obviamente, si esto fuera así en realidad, los padres no tendrían que emplear el coche para recoger a los estudiantes, evitando el consecuente caos circulatorio de las nueve de la mañana y de la una y media de la tarde). Nos hemos acostumbrado a verlo y nadie les amonesta, ni las autoridades ni los otros conductores, quienes deberíamos echarles una monumental bronca y pitada a cada uno de estos tipos y tipas cada vez que nos cruzamos con uno en nuestro camino.

Los peatones tampoco se quedan cortos. Cruzan a lo loco, lejos de semáforos y pasos de cebra. Saltan vallas, medianas, cruzan jardines atravesando setos de metro y medio con tal de no caminar dos pasos más hasta un paso habilitado. No se si ya lo comenté hace tiempo, pero yo he visto el colmo de los colmos de los peatones mal educados, una viejecita (superaría los setenta y ocho seguro) cruzando una calle de cuatro vías (dos en cada sentido) subiéndose al bordillo de quince centímetros de la mediana, caminando con un andador y tirando del carrito de la compra cargado de comida. ¡Ole ahí la señora y sus ovarios! Si luego ocurre una desgracia, la culpa es del conductor ¡si es que van como locos!.

Caminamos por donde queremos. Si la acera es estrecha, me voy por la carretera y que me esquiven los coches. Si encima empujo un carrito de un bebé ya tendrán más cuidado. Conducimos como nos da la gana. Si puedo hacer un cambio de sentido prohibido lo hago, no voy a conducir cien metros más hasta la rotonda o tragarme un semáforo de treinta segundos para ir a comprar el pan. Si no hay sitio para aparcar, lo dejo en doble fila, activo las luces de emergencia y eso me proteje y excusa de todo. O dejo el coche sobre la acera, o bloqueando un paso de peatones, o ambas cosas. Salimos del portal sin asegurarnos de que la puerta se ha cerrado bien, o la dejamos ir para que se cierre detrás nuestra, de un portazo tal que tiemblan los cimientos del edificio, da igual si son las doce del mediodía o las tres de la madrugada. Todo esto es por pura comodidad, que nos ha vuelto egoístas (más egoístas habría que decir) tanto que hemos olvidado que no estamos sólos en este mundo.

Ante estas actitudes, bueno, aplicar la inteligencia. Está claro que las medidas coercitivas y sancionadoras por parte de los ayuntamientos ya no funcionan, pues pongamos barreras físicas y colaboremos todos. Bolardos en los pasos de peatones para estrechar el carril y que no puedan aparcar delante ni encima. Vallas en todas las aceras que tendrán la doble función de obligar al peatón a cruzar por donde debe y al conductor de no aparcar en doble fila frente al Mercadona. Son ideas fáciles y sencillas de ejecutar, seguro que no soy el primero que las tiene. Además pediría a los comerciantes que colaborasen. Yo no les vendería a aquel que viera que ha dejado el coche estorbando justo delante de mi puerta. Respecto a los problemas vecinales, paciencia y educación, toda la que les falta a ellos. Yo soy amigo de poner cartelitos pidiendo, con mucha prudencia y agradeciendo de antemano, que se tenga más consideración para con el resto de vecinos. Si un cartelito no funciona, se pone otro y luego otro, así hasta que se den por aludidos y colaboren.

Esto último, creedme, a veces hasta funciona.


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