¿Hasta cuando?

A estas alturas todavía hay quien defiende la energía nuclear como una de las mejores formas de producir la electricidad que necesitamos. Después de la catástrofe de Chernobyl, de las numerosas alarmas que se han producido por el mundo (aquí también las hemos tenido) y ahora con el desastre que se está produciendo en Japón, todavía hay ingenieros, responsables de empresas de energía y trabajadores que defienden a capa y espada la producción energética con reactores de fusión nuclear.

Ahora mismo, a las nueve de la noche del día catorce de marzo de dos mil once, los responsables de energía de la Unión Europea se están planteando reforzar los niveles de seguridad de todas nuestras centrales. A toro pasado, como siempre. Pero, digo yo, ¿cabe entonces la posibilidad de reforzar aún más los niveles de seguridad de una central nuclear? O sea ¿es que los que se estaban aplicando hasta hace cinco minutos no eran los máximos? Como diría aquel, "¡manda huevos!"

Sigo pensando lo mismo que hace muchos años. No aprendemos. No, no lo hicimos en 1973 cuando la primera crisis del petróleo y seguimos igual que entonces. Dependientes. Más que dependientes. Y sin esperanzas de cambiar. A expensas de lo que la OPEP quiera hacer con nuestras vidas. Y sin un gobierno firme que ponga toda la carne en el asador y apueste por independizar al país de los carburantes. Vivimos en un lugar privilegiado. Tenemos zonas con más de trescientos días de sol al año. Lugares en los que el viento sopla tanto y durante tanto tiempo que podría alumbrar media comunidad autónoma. Y tenemos más kilómetros de costa que países el doble de grandes. Podemos aprovechar radiaciones solares, mistrales, levantes, ponientes, mareas, corrientes, la misma agua del mar, que es pura energía... lo que queramos, y no lo hacemos. ¿Porqué? Porque cuatro grandes ejecutivos tienen más poder que el Presidente del Gobierno. Porque el negocio lleva montado casi un siglo ya y cambiar ahora es muy difícil, o muy incómodo, o no les apetece.

Podríamos hacerlo si quisiéramos, pero no nos atrevemos. Podríamos estar a la vanguardia en investigación y en producción de energía mediante el uso de renovables, pero no queremos. Podríamos ser independientes y no necesitar gasolina, ni gas (o usar lo mínimo), pero nos asusta el cambio. Y nos estamos quedando atrás. Destruimos el planeta y consumimos los recursos que deberán sustentar a los que vengan detrás nuestra. Nos atamos a tecnologías desfasadas simplemente porque aún funcionan, pero son ineficientes. La gasolina contamina y se puede sustituir, pero el transporte se hace a base de gasolina, aunque sea más que viable el cambiar en este sentido. El carbón contamina y escasea, también se puede sustituir, pero nos empeñamos en mantener empresas ineficientes en lugar de reconvertirlas y dar futuro a las comarcas que malviven de ellas, dejamos que se marchiten a la luz de un candil. Y la energía nuclear contamina, de que manera. Pero en marcha siguen todavía centrales de hace cerca de cuarenta años. ¿Cuantos coches de hace cuarenta años ves en la calle hoy en día? Pocos para uso diario, la mayoría son clásicos y están cuidados con mimo y esmero, pero los sacan a pasear dos veces al año para que no se atasque. Una central nuclear de hace cuarenta años, funciona a diario fusionando isótopos de uranio, me cuenten lo que me cuenten no es lo más seguro en producción energética que existe hoy día. No me lo creía ayer, aún menos hoy.

Por eso pregunto ¿hasta cuando? Si tenemos la posibilidad, los medios, la tecnología ¿porqué no lo hacemos ya? Los periodos de crisis son para aprovecharlos, para cambiar de rumbo, para seguir otra estrategia ¿vamos a dejar que esta oportunidad se escape?

Por lo visto si.

Comentarios

Pedro Pabón ha dicho que…
Yo veo en esto un gran problema: cada vez consumimos más energía, pero no nos gusta ninguna manera de producirla. A mí no me gusta la nuclear, me da bastante miedo. Ok. Pero tampoco me gusta que llenen los campos de punta a punta de aerogeneradores (date una vuelta por Tahivilla o Medina Sidonia, ambas en la provincia de Cádiz), como tampoco me gustará que llenen los montes de Málaga de paneles solares, ni que destruyan una cala o un acantilado para construir una planta mareomotriz. ¿Qué hacemos entonces?
Jose M. Bermejo ha dicho que…
Ese es otro problema. Queremos seguir disponiendo de energía, pero no queremos ver de donde sale. Nadie quiere un molino que rompa el bonito paisaje de unos montes (excepto el municipio que los albergue, que se forra por ello). Ni que le planten una central nuclear en su jardín de atras, o peor, un cementerio de residuos radiactivos. Tampoco queremos una gasolinera junto a nuestro edificio, pero ahí llevan cerca de cien años funcionando.

Lo que yo digo, es que ha llegado el momento de empezar a cambiar.

Entradas populares