La Marea Magenta

Hoy me voy a mojar, políticamente hablando, porque estoy ilusionado. Al menos por ahora, que no se cuanto me durará la ilusión, porque en política ya se sabe, un día estás orgulloso de lo que ves y al otro no sabes donde esconder la cara por lo que hacen.

Los que me conocen y los que me siguen aún sin conocerme, sabrán que mi tendencia política ha ido siempre por el camino de la desilusión y el cabreo. Que nunca he estado convencido de nada de lo que veía. Que me fastidiaba (y me fastidia) enormemente los modos y maneras de los que ya no se hacen llamar servidores públicos (porque, en la mayoría de los casos no lo son). Ver como la crispación, el enfrentamiento y las rencillas crecen año tras año, más en momentos de crisis y reforzadas por eventos, fatales y tristes la mayoría, que deberían unirles en lugar de dividirles, acaba por desalentar, desanimar, defraudar y todos los "des" que se pueda uno imaginar.

Por desgracia no soy el único que piensa y siente de esta manera. La gente en general (quitando a los acérrimos seguidores, afiliados, allegados y convenidos) no cree ya en los políticos. Porque poquitos son los que se salvan y están libres de pecado. Poquitos y cada vez menos. Y eso acaba quemando y minando la ya escasita fe que se tenía en ellos. Y eso lo están notando los partidos y están intentando darle la vuelta, pero ponen poco empeño, en seguida se les olvida y vuelven otra vez a tirarse piedras o lo que pillen a mano (que cuanto más sucio y puerco esté lo que agarren mejor que mejor).

A estas alturas (escribo mucho esta frase, voy a tener que cambiarla) creo que los partidos políticos mayoritarios ya han tenido su oportunidad y la han desperdiciado. En más de treinta años de democracia no han conseguido solucionar los principales problemas de este país. No han reducido el desempleo, no han acabado con el terrorismo, la economía sumergida continúa siendo una lacra para nuestro crecimiento, aumentan las desigualdades sociales..., y lejos de mejorar instituciones tan básicas como la justicia, la sanidad y la educación, estás van a peor. Creo que treinta años son más que suficiente para hacer que las cosas mejoren. Creo que no han estado a la altura de las circunstancias para enfrentar un momento como el que vivimos. Creo que se han acomodado de tal manera en sus enormes y mullidos escaños, que la realidad les pasa por delante sin inmutarse, porque ellos se sienten protegidos, inmunes, ajenos a cualquier problema que sufra el pueblo, y si les salpica algo, como tienen potestad para crear leyes a su antojo y beneficio, a mi plin, bueno, a ellos plin, plan, plon más bien. Creo que están al servicio de sus benefactores más de lo que creen ellos mismos y que aún sabiéndolo jamás lo reconocerán. Y creo que, el apego a sus parcelitas de poder los convierte en los seres más egoístas y obtusos de la humanidad. Vamos, el credo del político soberbio de hoy en día: "Creo en Dios Dinero todopoderoso, Creo en el Poder su hijo "conseguidor" de todas las cosas, Creo en el Espíritu del Partido siempre que me beneficie a mi y a los míos y a mi primero..."

Por eso este año estoy ilusionado, porque hay un grupo, que no es nuevo, pero al que se le intenta hacer el vacío por lo que promulgan, que viene con ganas, con fuerzas y con el empeño de cambiarlo todo. Y eso me gusta. Porque tienen, sobre todo una cosa, fe en si mismos y determinación en que las cosas pueden cambiar y mejorar, pero sobre todo cambiar, porque parece que hemos olvidado eso que es tan importante para una sociedad, que las cosas, los métodos, las formas y las instituciones no son ni eternas, ni inamovibles, ni irrevocables. Y que cuando algo se está haciendo mal, desde hace mucho tiempo, o bien se hace de otra manera o se deja de hacer. Y ahí están ellos, recordándonos que hay más vida allá de los partidos mayoritarios, de los nacionalistas y de los radicales y sectarios.

Con Rosa Díez al frente de un fantástico equipo de personas comprometidas e ilusionadas. UPyD está haciendo cosas que otros jamás se atreverían a pensar en política. Y, poco a poco, están convenciendo a más y más personas, votantes y no votantes, inquietos y desencantados, para que renueven sus ilusiones y vuelvan a creer en una política limpia por fin, después de tantos años de ensuciarse.

Yo, tras muchos, muchísimos años de votar en blanco, o simplemente no hacerlo, este año voy a volver a mi colegio electoral con más fuerza que nunca.

Sólo os pido una cosa, no me desilusionéis. Si alguna vez flaqueáis u os tientan para fallar, pensad en nosotros, pensad en mi y si aún así no lo veis claro, dejad vuestro lugar a otro, pero no nos falléis.

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