Me los comía

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oy me ha sucedido algo que no me había pasado antes. Pero, para explicarlo tenemos que remontarnos a hace una semana.

Hace una semana, valga la redundancia redundante, después de unos diez días de obras en la calle donde tenemos la salida del aparcamiento, al volver del trabajo a mediodía, me encontré con la sorpresa sorpresiva de que la acera de acceso a nuestro garaje había desaparecido, literalmente, no estaba. En su lugar había un montón de arena negra y un tablón de encofrar de cincuenta por cuarenta, viejo, roto y tan mal colocado que cada vez que pasaba por encima de él, el trasto hacía palanca y acababa golpeándome en los bajos, en los del coche quiero decir, no en los míos, que uno está ya algo mayor, pero no es tan torpe.

A final de la misma semana, esto es el viernes pasado, me topé con un cartelito pegado en la puerta del parking que avisaba de la imposibilidad con que íbamos a encontrarnos los vecinos para utilizar nuestras plazas los días dieciocho y diecinueve, debido a las obras. Me hizo gracia el susodicho y de lo que avisaba, dejé que pasara el fin de semana, no tenía ganas de enfadarme por algo que todavía no había sucedido. El lunes al salir por la mañana, a eso de las ocho y diez, me topé con una mini-excavadora ahondando el estropicio de la salida y un par de obreros de pie, mirando trabajar a la máquina (típico). Uno de ellos se me acerca y me dice algo así como: "No va a poder usar la cochera en un par de días, ahí está el cartel". Yo, que ya tengo algo de experiencia en esto, le contesto "Si, lo del cartel es discutible". A lo que se me queda algo cuajado y me contesta "¿Discutible?". "Si, discutible. Pero, por ahora yo tengo que sacar mi coche de aquí que tengo que ir a trabajar". Me allanaron el camino, me quitaron la excavadora y salí de allí.

A la vuelta, unas seis horas y media después de aquello, me encuentro con el panorama perfecto para empapelar a la empresa constructora. La entrada a mi garaje bloqueada con vallas, pero no sólo la mía, sino todas las de la calle. O sea, más de cincuenta coches que tienen que buscar aparcamiento por los alrededores. Más de veinte minutos me pasé dando vueltas hasta encontrar un sitio más o menos cerca, y más o menos decente donde poder dejar el coche. Ni que decir tengo que a cada vuelta que daba, pasando por delante de mi casa, mi cabreo aumentaba diez grados. Cuando paré el motor mi nivel de hostilidad rozaba el máximo. Y como estas cosas hay que aprovecharlas me fui a buscar al encargado de obra. Casualidad que estaban volviendo al trabajo después de parar para comer y lo pillé justo delante de mi puerta. Le espeté un "Buenas tardes" que se medio acojonó y al contestarme que tenían pensado terminar la obra al día siguiente por la tarde, me salí de mi mismo. "No" le dije más seco que una mojama, "Mañana esto está terminado a primera hora", susto que daba oírme. "Está usted bloqueando el acceso a una propiedad privada sin ningún derecho y sabe que no puede hacerlo. Yo necesito tener acceso inmediato a mi vehículo las veinticuatro horas del día porque mi mujer se puede poner de parto en cualquier momento. Y como esto no esté arreglado mañana vamos a tener un problema, y bien gordo". El señor capataz, que tenía pinta de estar curtido en estos lances me sacó la baza del miedo a la autoridad, "Bueno, el problema lo tendrá mi empresa... o el Ayuntamiento". ¡Ja! Ahí si que se sorprendió cuando le solté un "Pues si tenemos que darle un problema al Ayuntamiento se lo damos. Porque ustedes puede que tengan la licencia para hacer esta obra, pero no tienen ni permiso, ni orden para cerrar el paso a una vivienda". Después de un rifi-rafe, al que se añadieron los dos obreros encargados de terminar la entrada, se lo dejé clarito: "Denle prioridad a esto, porque como mañana no esté terminado, vamos a tener un problema, y bien gordo".

A la mañana siguiente salí en busca de mi coche por la puerta del aparcamiento, para asegurarme de que aquello iba como debía y que me vieran bien, que no se pensaran que lo del día anterior fue un calentón. Cuando pasé por delante, estaban terminando los detallitos, espátula y llana en mano.

La mañana de trabajo pasó como un Martes Santo cualquiera. Bien tranquila. Un par de asuntos zanjados y poco más. No se me quitaba de la cabeza la puñetera obra y estaba deseando volver a casa para encontrármelos y montar el numerito bien montado, con policía y denuncia de por medio. Uno que tenía ganas de guerra hoy. Dos sustos en la carretera, uno que pretendía adelantar por la derecha al de delante pasando por encima mía, y una moto que se ha cruzado cuatro carriles para hacer un cambio de sentido, me iban calentando más y más. Cuanto más me acercaba a casa más me goteaban los colmillos. Giro en la última esquina y "¡Mecachis, han terminado la obra!" Y no sólo la mía sino también la de los vecinos.

Y aquí está lo curioso que decía al principio. En lugar de estar contento y feliz, por haber acojonado de tal manera a estos tipejos, que acabaron todas las entradas que tenían abiertas, en un sólo día, mientras que las de la acera de enfrente tardaron lo menos dos días por cada una, me cabreo porque no están allí con la obra a medio hacer, y no poder montar el pollo del siglo. En fin, para una vez que tengo ganas de bulla, no me las satisfacen. Otra vez será.

Nota del autor: para vuestra información, si alguna vez os sucede algo parecido, sabed que, ni siquiera el Ayuntamiento puede licitar el bloqueo total o parcial de un acceso a una propiedad privada. Para que eso se pueda hacer, es necesaria la intervención de la autoridad judicial y que se dicte una orden al respecto. Esto lo sabe poca gente, la mayoría cree que el Ayuntamiento puede hacer, básicamente, lo que le venga en gana en la ciudad. De modo que empresas subcontratadas por el ente municipal para hacer las reformas y obras en la ciudad, juegan con ese miedo del ciudadano a lo que le puedan hacer y esa ignorancia sobre las normas, y no ponen medios para facilitar el acceso a las viviendas, existiendo estos, pero implicando, por supuesto un gasto mayor a estas empresas, que lo que van es a sacar el máximo rendimiento, aún a costa de los ciudadanos.

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