Perdiendo La Clase

L
a búsqueda de lo práctico está acabando con las cosas bien hechas. Y con el buen gusto, que es algo que, con el paso de los años, me molesta cada vez más.


Últimamente estoy desarrollando un gusto por lo clásico que, a decir verdad, siempre he tenido latente pero que, de un tiempo a esta parte, se está despertando y, aunque en parte me alegro, reconozco que por otro lado me está dando muchos disgustos. Porque cada vez me voy dando más cuenta de lo mal que se hacen las cosas en este puñetero país. Aunque, más que mal hechas, habría que decir, con mal gusto, o con dejadez.

Hoy me ha ocurrido algo que, a pequeña escala, explica perfectamente lo que quiero decir. Estaba en la oficina de correos porque tenía que enviar un montón de cartas de la empresa,  aprovecho que hay una en el hipermercado al que suelo ir a hacer la compra, de modo que mientras estaba esperando en la cola hasta que me atendieran, me fijé en que sobre el mostrador tenían un expositor con sellos. "Series en Curso Disponibles" ponía en la parte superior del muestrario y en ella aparecían distintos modelos de sellos, con diferentes precios cada uno, según a donde quieras enviar tu correspondencia. Había un poco de todo, desde los típicos sellos con la efigie de S.M. el Rey Don Juan Carlos I, hasta unos preciosos con motivos navideños. "Voy a comprar unos cuantos", me dije. Siempre me ha gustado tener sellos en reserva, por si alguna vez me da por escribir una de mis, cada vez más esporádicas, cartas. De modo que, al llegar mi turno y dejar listo el asunto oficial de las cartas de empresa, le pido al señor del mostrador veinte sellos para España"... pero que sean sellos, no las estampillas adhesivas" le remarqué. Dos veces. Por un oído le entró y por el otro le salió. Y me endosó veinte estampillas adhesivas horrorosamente feas. Miré al tipo con cara de decepción. Le pregunté cuanto era todo, le pagué y me fui de allí pensando que yo debía de hablar chino mandarín en lugar de Español de España Alfabetización Tradicional.

Muchos me dirán que qué más dará poner un sello normal, de los de lenguetazo por detrás, que una pegatinita en el sobre, si al final ambos tienen la misma función. Pues la diferencia es enorme. Sobre todo si lo que quieres enviar es una cosa u otra. La verdad, cuando se trata de enviar facturas a clientes, poco me importa colocarles en el frente una estampita con una imagen que parece hecha con un corta y pega en photoshop por un niño de diez años. Pero, en mi caso, me parece del todo antiestético e incluso de mal gusto, remitir una carta a una amiga, una felicitación a un familiar, o cualquier clase de invitación a un evento, con un dibujito que te invite a recoger las caquitas de tu perro. La verdad, es que queda un poquitito mal. Y más en mi caso, que me esfuerzo por que la calidad estética de mis cartas vayan mejorando día a día, cuidando el tipo de papel e incluso aprendiendo técnicas de caligrafía, con lo que, un garabato cutre, impreso en cuatro colores simples, por muy aleccionador que sea, rompe todo el esmero que has puesto en tu trabajo.

Es triste ver como hace años que nadie se molesta en hacer las cosas bien, o con gusto. Hemos perdido la elegancia que tenían nuestros abuelos. Ellos si que sabían vestir, estar y hacerlo todo, como debía de hacerse.

Al final las dichosas estampillas adhesivas, se quedan en la oficina, para enviar facturas y demás documentos oficiales, ¿qué remedio? De alguna forma habrá que usarlas.



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