o nos damos cuenta. O no queremos darnos cuenta, porque está bien clarito lo que está ocurriendo. No quieren que veamos lo que está pasando y, para eso, intentan que miremos hacia otro lado. De modo que sacan al mono malabarista a la pista dos para que no nos fijemos en que al domador están a punto de zampárselo en la central.
Esto, que a alguno les sonará como el que hace pública la fórmula de la Coca-Cola, es alqo que lleva sucediendo desde que la política es política, y que, allá por el siglo I el poeta Juvenal dejó muy bien plasmada en su "Sátira X" con la frase "Pan y Circo", para explicar las maniobras de los gobiernos para distraer al pueblo de los grandes problemas que les acucian y así pasar sobre ellos de puntillas, sobre los problemas y sobre el pueblo. Hoy día podríamos hablar de "Fútbol y Toros", de "Fútbol y Corazón" y hasta de "Fútbol y Juicios" (lo del fútbol no tiene remedio en este país).
Aunque ésa es la forma sencilla de distraer al ciudadano de a pie, a base de espectáculos más o menos tontos, existe otra forma algo más compleja, aunque igual de efectiva, que se utiliza más a menudo de lo que pensamos y que se llama "Cortina de Humo". Y dentro de ese enorme concepto caben hechos tan diversos y variados como guerras, escándalos sexuales, corrupciones políticas, actos vandálicos, protestas masivas y hasta grandes desastres naturales.
De todo esto debe saber mucho Artur Mas, de monos de feria, pan, toros, fútbol, corazón y juicios, ya que la última gran cortina de humo que nos ha tocado vivir en este país todavía llamado España, es la que este señor se ha sacado de la manga para tapar su desastrosa gestión política y gubernamental. La cosa está así, más o menos. Ocho años atrás, CiU pierde por primera vez en su historia unas elecciones autonómicas en Cataluña. Los catalanes, hartos de despertarse cada mañana con más y más noticias de corrupción política y ver como su tierra lleva décadas siendo mangoneada por los sicarios del nacionalismo, que sólo actúan en beneficio propio, optan por votar en masa por "lo bueno por conocer", aunque no todos al mismo partido, de modo que de aquello surge el llamado "Tripartito Catalán", formado por el PSC, ERC e ICV, quienes durante cuatro años gobiernan felices de ser catalanes-catalanistas de izquierdas en el poder, y durante mucho tiempo se dieron besitos en la boca y se hicieron carantoñas, mientras destrozaban lo poco que quedaba por destrozar por allí. Y tan mal lo hicieron, tan mal, que cuatro años después los catalanes, escarmentadísimos, volvieron a votar por "lo malo conocido", que ahora traía otra cara, pero el mismo discurso. Don Jordi Pujol se había retirado de la política activa para dejar paso a Artur Mas, un chico nuevo que se tiene que hacer notar a base de jugar duro (codazos y patadas). En la última legislatura, gracias a la fantástica gestión de su gobierno y a la estupendísima herencia del tripartito, Cataluña ha sufrido con más fuerza que muchas otras comunidades autónomas los efectos de la crisis, teniendo que hacer recortes en servicios imprescindibles como la sanidad o la educación.
Bien es cierto que la herencia que los "catalanes-catalanistas de izquierda" les dejaron, fue bastante penosa pero, gran parte de culpa de esos malos resultados fue de ellos, de CiU, si. Porque jugaron a algo muy peligroso en política, que es dejar que la manzana se caiga sola. Me explico. Todos (incluídos los miembros del tripartito, pongo la mano en el fuego) sabían que lo suyo no podría durar siempre. Un matrimonio de conveniencia acaba saliendo mal, por narices, y éste no iba a ser una excepción. De modo que, sabiendo esto, los lobos de Convergencia les dejaron hacer, sin poner el grito en el cielo cada vez que sacaban una ley, o hacían una propuesta, o gestionaban un proyecto que estaba claro que estaba abocado al más rotundo de los fracasos y con su consiguiente despilfarro asociado (no hay que recordar que en política, cualquier decisión errónea implica gastarse mucho parné). Pues estos, se equivocaron mucho. Lo terrible de todo esto es que, mientras las arcas públicas catalanas se vaciaban en virtud de unos ideales de izquierdas que no solucionaban nada, los nacionalistas se frotaban las manos viendo llenarse su árbol de votos y más votos que maduraban y engordaban para las próximas elecciones. Ni siquiera tuvieron la vergüenza de pedir una moción de censura y librar a su pueblo de más desgracias, no. Esperaron la gran debacle para salir fortalecidos y decirles a todos los que no les votaron entonces eso de "¡Arrepentíos pecadores!".
Durante los últimos cuatro años, estos señores se han dedicado a hacer dos cosas, gestionar mal su tierra y culpar a España de sus males. Un plan pensado única y exclusivamente para conseguir un objetivo, perpetuarse en el poder y, de paso, intentar ganar más poder aún. Esto, que en realidad es lo que llevan haciendo toda la vida, se ha radicalizado en los últimos meses. ¿Porqué? ¿Porqué ahora? y ¿Porqué de esta manera? Bueno, en realidad todos estos porqués se responden de una vez. No les queda otra. No, efectivamente esto es así. Durante los cerca de cuarenta años de democracia que llevamos, han estado utilizando este recurso de manera constante en todas las legislaturas, de modo que, algún día tenía que llegar a agotarse, y esto ha sido ahora. Jugar al "O me das lo que te pido o me voy" está bien hasta que ocurren dos cosas, que lo que se pide no se pueda dar o bien que te descubran el farol y sepan que no te vas a ir jamás, simplemente porque no te conviene. Curiosamente estos dos factores se han unido en un tiempo de crisis en el que ya no se puede dar más, porque no hay de donde sacar, y sabiendo que no te puedes ir, porque no hay a donde irse. El juego del nacionalismo en este país siempre ha sido ese. Ser bisagra de gobiernos, vendiéndose al mejor postor. Pero eso ya no les funciona y en lugar de tomar una posición de compromiso con todos, de solidaridad, de apoyo mutuo para salir de este agujero tan grande en el que nos han metido, montan un circo (con payasos incluidos, muchos payasos).
Les apoya muy poquita gente, ni la mitad de los catalanes, ni el gobierno central, ni el resto de comunidades y, lo que más les fastidia el tema, ni la Comunidad Europea, que no puede permitir la secesión unilateral de una de sus provincias, porque eso abriría la caja de los truenos en una Europa cada vez más grande y con más necesidad de estar unida. Llegados a este punto, al señor Mas no le queda otra que seguir con el espectáculo, esperando a que, si tiene suerte, algo aparezca por arte de magia y le salve el número. O que se le incendie la carpa y el seguro cubra con todos los gastos. No se que tendrá pensado, pero ya no se puede rajar, por orgullo o por vergüenza, por desgracia ninguna de las dos son buenas consejeras en política si no te dejan actuar correctamente.
Les apoya muy poquita gente, ni la mitad de los catalanes, ni el gobierno central, ni el resto de comunidades y, lo que más les fastidia el tema, ni la Comunidad Europea, que no puede permitir la secesión unilateral de una de sus provincias, porque eso abriría la caja de los truenos en una Europa cada vez más grande y con más necesidad de estar unida. Llegados a este punto, al señor Mas no le queda otra que seguir con el espectáculo, esperando a que, si tiene suerte, algo aparezca por arte de magia y le salve el número. O que se le incendie la carpa y el seguro cubra con todos los gastos. No se que tendrá pensado, pero ya no se puede rajar, por orgullo o por vergüenza, por desgracia ninguna de las dos son buenas consejeras en política si no te dejan actuar correctamente.
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