Gilipollas Malfollado

Lo se, lo se. El título es fuerte de narices, por no decir "de cojones", para no hacerlo más duro aún, pero tiene su sentido, por desgracia lo tiene.

Maricarmen tiene ahora veintinueve años, y es un ejemplo de joven licenciada española del siglo XXI. Ya antes de obtener su título como pedagoga por la Universidad de Sevilla, había empezado a buscarse las habichuelas con trabajillos. Clases particulares, venta a domicilio, lo que saliese. Tras graduarse, todos sus esfuerzos han ido encaminados a establecerse en su profesión. Es una trabajadora nata, una buscavidas incansable, no le hace ascos a nada que implique trabajar. Pero, todo el mundo tiene un límite, si, todo el mundo tiene un límite.

Para los que no tenemos hijos en edad escolar, o simplemente no tienen hijos, lo del "Aula Matinal" nos suena un poco a chino. Eso es un complemento que se ofrece a aquellos padres que,  por motivos de horario (o Dios sabe que otros motivos) tienen que dejar a los pequeños, mínimo una hora u hora y media antes de que empiecen las clases en el colegio. Estas actividades las desarrollan empresas contratadas por la Junta de Andalucía, concesionarias, que luego contratan al personal a necesidad o conveniencia. Aquí, como en todo, habrá empresas buenas y empresarios concienciados, y empresas malas y empresarios aprovechados. Maricarmen trabaja para una de las malas. Siete horas y media a la semana a seis euros la hora, para controlar, si ningún monitor se pone enfermo, a treinta y dos niños y medio (el medio niño lo juntarán con la otra mitad correspondiente, supongo). Unos compañeros que no la ayudan y unos jefes que no la respaldan. Y todo por, ciento ochenta (180,00 €) míseros euros, que no le compensan ni la gasolina que tiene que gastar a diario para llegar al centro escolar, despertándose antes de las seis de la mañana para no retrasarse.

¿Porqué aguanta tanto? Bueno, en parte es por que es una forma de seguir en el mercado laboral, haciendo algo más o menos relacionado con su profesión y en parte por los niños, que siempre le han encantado y por ellos eligió estudiar lo que estudió. Pero, hasta eso está cambiando.

La semana pasada me dijo que estaba algo desanimada con el trabajo. Más desanimada que de costumbre en realidad, porque las condiciones inmejorables (porque jamás van a mejorárselas) no es que le animen mucho la vida. Había tenido un problema con uno de los niños. Le llamó la atención por su comportamiento inapropiado en el comedor y el chaval se le puso farruco. "Ya conseguí que echaran a otra que me regañó, tú serás la próxima". Menudo elemento pensé y mal panorama, visto como se trata ahora a los hombres del futuro (¡Dios nos pille confesados!) mi pobre Maricarmen se ha metido en un berenjenal de los de reseña en el diario local, sólo por hacer su trabajo como hay que hacerlo. Hoy me ha comentado el segundo episodio con el vástago de Satanás y no tiene desperdicio lo que ha salido de esa boquita. "¡Ni mi madre se atreve a regañarme ¿lo vas a hacer tú?!", "Yo le digo a la psicóloga que tú me has llamado gilipollas y malfollado". "Cuento que me has pegado e insultado y te ponen una denuncia...". Y así muchas más perlas aprendidas de Dios sabe que canal de YouTube al que estará suscrito el engendro este.

¿Ha denunciado el asunto a sus superiores? Si. ¿Ha obtenido respuesta? Si, la callada, mutismo total, ni una palabra. Consecuencia lógica, mi querida amiga va a renunciar el lunes que viene. No puede más. Tampoco creo que los jefes le pongan impedimentos. Se ahorran una indemnización y seguro que hasta piensan que le pagan demasiado. El monstruo pre-adolescente, carne de cañón, con un prometedor futuro en los pasillos de Sevilla-2, se habrá salido con la suya y buscará  a otra víctima en la nueva que se incorpore a la plaza que deja Maricarmen. Un desenlace, por desgracia, más que lógico en la sociedad actual en la que nos ha tocado vivir. No, perdón, en la sociedad actual que hemos construido entre todos.

Porque la culpa de esto la tenemos todos. Padres ultra-protectores, que por sus hijos ma-tan. Maestros desanimados con las manos atadas (o caídas) y las bocas selladas. Asociaciones de padres y madres apáticas que se preocupan más por lo que vayan a comer los niños que porque reciban una buena educación. Políticos responsables de dinamitar el estatus de autoridad que los profesores tenían ante alumnos y padres de alumnos, sin ánimo de remediarlo. Y, en general, una sociedad que no se implica, que prefiere quedarse cruzada de brazos y esperar a que los problemas se solucionen solos, sobre todo si esos problemas no le afectan directamente a uno mismo.

¿Se puede dar la vuelta a esto? Claro que se puede. Pero es demasiado complicado y, la verdad, mientras no me toque a mi, me importan un pito este tipo de cosas. De modo que no voy a darle ni una vuelta más al asunto.

P.D. En realidad si que me importan, de otro modo no habría escrito esto, pero el otro final se acerca más a la realidad ¿o no?






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