o es nada... Ésto, además de ser parte de la letra del famosísimo tango de Carlos Gardel "Volver", es como tituló mi compañero de colegio Edu Ramos, a la serie de fotografías que nos hizo durante la reunión de antiguos alumnos de nuestra promoción, por su veinte aniversario, bueno, por su veintiún aniversario. Año y pico hemos tardado en reunirnos. Y es que, admitámoslo todos, siempre fuimos muy duros para organizarnos en el grupo.
Pero, el caso es que se hizo, lo hicimos al final. Nos empeñamos y entre unos pocos conseguimos reunir a una cincuentena de los más de ochenta que éramos allá por el año 91. Y pudieron ser más, pero las circunstancias mandan y no pudieron acudir, aunque no por falta de ganas, eso seguro, sobre todo porque ellos mismos lo han dicho, y lo siguen diciendo.
Habíamos quedado a las doce, junto a la fuente del patio. A mi me recogían Sebi y Alex y llegamos un poco más tarde, con lo que nos encontramos a un grupo bastante numeroso ya reunido. Y el momento fue precioso. Descubrir las caras de tu niñez y adolescencia en esos hombres y mujeres, que te miraban sonrientes en cuanto te reconocían. Fue fantástico, todo eran risas y abrazos. Besos y miradas de complicidad. Guiños y gestos de cariño que no compartirías con otras personas. Notabas como en un momento te inundaban todos los recuerdos, los buenos y los menos buenos (porque en aquella época no había momentos malos). Y de repente te veías de nuevo, veinte años atrás, como si el tiempo no hubiera pasado, rodeado por los amigos. Charlando en el mismo sitio donde descubriste la vida y forjaste lazos que nunca se romperán, que, tal vez, se aflojen un poco con el paso del tiempo, pero que resisten y resistirán. El ejemplo está ahí.
El paseo por las aulas donde compartimos tantas horas juntos fue mágico. Entrar en tu vieja clase y descubrir que, aunque haya cosas nuevas como las bancas (que ya no son de dos, una lástima), o las pizarras, siguen prácticamente igual. Y huele exactamente a como olían cuando te despediste de ellas, increíble. Como increíble fue el reencuentro con Mariví, nuestra profesora de Inglés, a la que siempre he tenido un cariño especial (y ella lo sabe). Volver a verla por los pasillos del bloque de BUP y COU fue la guinda que coronaba una visita tan emotiva. Y sobre todo, verla repartiendo abrazos y besos en lugar de poniendo orden entre las masas de adolescentes revolucionados, fue lo mejor de todo.
Después llegó la hora de relajarse comiendo un poco y bebiendo más (esto último lo puede corroborar Rafa Riera, él sabe porqué lo digo ;). De ponerse al día de la vida de los compañeros. Saber que tal les va. Que han estado haciendo. Que hacen y como lo llevan. Trabajo. Familia. Hijos, sobre todo hijos. Y disfrutar de una buena compañía, alegre y muy sonriente. Admito que aquí me lo pasé bomba sacando fotos a todos los que pude, lo que me sirvió para pararme un ratito con mucha gente para charlar y disfrutar de momentos muy agradables y muchas risas.
Ese día sirvió para dejar atrás pequeñas tonterías, roces estúpidos y rencillas de quinceañero. Y muchos nos dimos cuenta de que, al final, hay mucho más que nos une a todos que lo que nos separa. Los Olivos es y será nuestra ancla en un pasado en el que todos fuimos felices, y allí podremos volver a echarla siempre que queramos o nos sintamos mal.
Tras el baño de energía positiva y cariño, el sentimiento que quedó fue uno, "esto tenemos que repetirlo y muy pronto". El 25 aniversario está a la vuelta de la esquina, para entonces seguro que conseguimos reunirnos todos, los que estuvimos y los que faltaron.
Me empeñaré en eso.
Prometido.
P.D. Creo que lo que más repetí aquel día fue "¡estás igual!", pero me equivocaba. Chicos y chicas ¡estáis todos estupendos!
Habíamos quedado a las doce, junto a la fuente del patio. A mi me recogían Sebi y Alex y llegamos un poco más tarde, con lo que nos encontramos a un grupo bastante numeroso ya reunido. Y el momento fue precioso. Descubrir las caras de tu niñez y adolescencia en esos hombres y mujeres, que te miraban sonrientes en cuanto te reconocían. Fue fantástico, todo eran risas y abrazos. Besos y miradas de complicidad. Guiños y gestos de cariño que no compartirías con otras personas. Notabas como en un momento te inundaban todos los recuerdos, los buenos y los menos buenos (porque en aquella época no había momentos malos). Y de repente te veías de nuevo, veinte años atrás, como si el tiempo no hubiera pasado, rodeado por los amigos. Charlando en el mismo sitio donde descubriste la vida y forjaste lazos que nunca se romperán, que, tal vez, se aflojen un poco con el paso del tiempo, pero que resisten y resistirán. El ejemplo está ahí.
El paseo por las aulas donde compartimos tantas horas juntos fue mágico. Entrar en tu vieja clase y descubrir que, aunque haya cosas nuevas como las bancas (que ya no son de dos, una lástima), o las pizarras, siguen prácticamente igual. Y huele exactamente a como olían cuando te despediste de ellas, increíble. Como increíble fue el reencuentro con Mariví, nuestra profesora de Inglés, a la que siempre he tenido un cariño especial (y ella lo sabe). Volver a verla por los pasillos del bloque de BUP y COU fue la guinda que coronaba una visita tan emotiva. Y sobre todo, verla repartiendo abrazos y besos en lugar de poniendo orden entre las masas de adolescentes revolucionados, fue lo mejor de todo.
Después llegó la hora de relajarse comiendo un poco y bebiendo más (esto último lo puede corroborar Rafa Riera, él sabe porqué lo digo ;). De ponerse al día de la vida de los compañeros. Saber que tal les va. Que han estado haciendo. Que hacen y como lo llevan. Trabajo. Familia. Hijos, sobre todo hijos. Y disfrutar de una buena compañía, alegre y muy sonriente. Admito que aquí me lo pasé bomba sacando fotos a todos los que pude, lo que me sirvió para pararme un ratito con mucha gente para charlar y disfrutar de momentos muy agradables y muchas risas.
Ese día sirvió para dejar atrás pequeñas tonterías, roces estúpidos y rencillas de quinceañero. Y muchos nos dimos cuenta de que, al final, hay mucho más que nos une a todos que lo que nos separa. Los Olivos es y será nuestra ancla en un pasado en el que todos fuimos felices, y allí podremos volver a echarla siempre que queramos o nos sintamos mal.
Tras el baño de energía positiva y cariño, el sentimiento que quedó fue uno, "esto tenemos que repetirlo y muy pronto". El 25 aniversario está a la vuelta de la esquina, para entonces seguro que conseguimos reunirnos todos, los que estuvimos y los que faltaron.
Me empeñaré en eso.
Prometido.
P.D. Creo que lo que más repetí aquel día fue "¡estás igual!", pero me equivocaba. Chicos y chicas ¡estáis todos estupendos!
2 comentarios:
Excelente Jose. No se podría expresar mejor. La foto que me hiciste demuestra que ese día me encontraba exultante, pletórica. Es con eso con lo que me quedo, con la felicidad que me dio el reencontrarme con vosotros. Voy a hacer todo lo que esté en mi mano, para que este sentimiento, me acompañe todos los días de mi vida. Cuando tenga un mal día, pensare en ese momento que vivimos y estoy segura de que una sonrisa se me dibujará en la cara y en el alma.
Un abrazo,
Mailo
AÚN A DÍA DE HOY, 28 DE ENERO DE 2013, NO TENGO PALABRAS PARA DESCRIBIR EL GRAN SENTIMIENTO QUE ME ABORDÓ ESE DÍA...VOLVÍ AL PASADO Y ESTABA TODO IGUAL.... MARAVILLOSO... UN FUERTE ABRAZO PARA TODOS.
JUAN ANTONIO FDEZ. ESCRIBANO
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