Desconectemos

Hola, me llamo Jose y vivo enganchado. "¡Hola Jose! ¡Te queremos Jose!" Respondería una masa de gente que con el mismo problema se reuniría todos los miércoles por la tarde en los salones comunitarios de tu barrio, para darse apoyo mutuo e intentar salir del agujero en el que, poco a poco y sin darse casi cuenta, se han metido.

¿Y cuál es ese problema tan grave que tanto mal ha hecho a las vidas de esos pobres infelices anónimos? ¿Drogas? ¿Alcohol? ¿Juego? ¿Sexo? No, nada de eso. Es algo más sutil, más atractivo, algo comunmente aceptado por la sociedad, algo tan valorado que incluso es signo de distinción y categoría. Es o son las Tecnologías de la Comunicación (TC a partir de ahora). Internet, Telefonía Móvil, Tarifas Planas, Televisión de Pago, Descargas de Música, Cine y Televisión, Videojuegos, Redes Sociales, Blogs. Un universo de información al alcance de nuestra mano. A golpe de clic estamos informados de todo lo que queramos, desde el tiempo que hace en Vladivostok hasta la marca de sujetador de la Pantoja al salir de los juzgados después de ser sentenciada.

Con un giro de dedos podemos contar el chiste del lepero y las pastillas para el sexo a todos nuestros contactos de Whatsapp. Controlar las pulsaciones que se nos ponen mientras vemos la final de la Liga de Champiñones. Hacer un informe con los pasos que damos al día y no preocuparnos si no superan los quinientos. Y nos creemos dioses porque sabemos manejar tecnología. Tecnología para tontos digo yo, porque hay expertos en Android, iOS o Windows que no saben programar la lavadora o poner un lavavajillas, supongo que estarán esperando a descargarse la aplicación en la store para poder manejarlo desde cualquier parte del mundo, o desde la habitación de al lado, aunque luego no lo hagan, la cuestión es que se pueda desde un botón en el smartphone y gratis.

Y yo me pregunto ¿Es todo esto tan necesario? Se que es maravilloso, lo se. Es fantástico poder acceder a la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. desde el salón de tu casa. Poder escuchar las charlas de TED a elección. Conocer gente nueva e increíble. Compartir tus gustos con millones de personas te hacen sentir parte de algo más grande y no un bicho raro porque seas el único de tu familia aficionado a la entomología amazónica. Ampliar tus hobbies o iniciar muchos nuevos. Todo eso y más cosas hacen de las TC unas herramientas ideales para todo y para todos. Pero, aunque todo eso sea lo más positivo del positivismo positivo, se corre el riesgo de entrar en una espiral de auto destrucción sutil. Porque a todos nos ha pasado, que hemos tenido que hacer algo más o menos importante y lo hemos atrasado, pospuesto o incluso abandonado porque estábamos cotilleando el perfil de un "amigo" o buscando el capítulo de la última serie de moda. Esto es lo que los ingleses llaman "procastination" y nosotros "hacer el vago", pero gracias a las TC el sentimiento de culpa que se te quedaba cuando antes no dabas un palo al agua, ahora no existe, porque en el maravilloso mundo virtual que te has creado en tu mente, te crees que has salvado, como mínimo a medio mundo, sin moverte del sillón y haciendo clic-clic-clic, y que el tiempo que has perdido en realidad ha sido de una manera mágica, productivo, aunque no lo sea, en absoluto.

Por el lado práctico y haciendo cuentas, resulta que me gasto quinientos euros al año en una tarifa plana de Internet y telefono fijo (tarifa de móvil aparte) que me da más disgustos que alegrías, porque la señal WiFi no llega a toda la casa y se corta, o los megas que recibo bailan más que San Vito (ruega por nosotros). Recibo más correos publicitarios en mi cuenta de Gmail que en el buzón de casa. Y apenas me escribo con los amigos, un par de whatsapp a la semana y va que chuta. Al correo electrónico lo ha sustituído facebook, twitter o tuenti. Mientras que antes me compraba una hoja de sellos de correos, sobres y un paquete de folios por menos de diez euros y escribía (si, con tinta de verdad, la mayoría de las veces con pluma) unas cuarenta o cincuenta cartas al año y estaba al día de la vida de aquellos a los que más quería y ellos de la mía, ahora escribo dos o tres reseñas de anécdotas tontas en facebook para que las lea todo el mundo mundial, aunque no les interese. Antes todo era más barato, más íntimo y personal, se hacía con más cariño y amor, aunque era menos ecológico claro, la huella de carbón que dejaba una carta por vía aérea a mi amiga Renia en Hong Kong, tiene que ser cuatro veces la de Godzilla. Pero ¿y lo bonitos que quedaban los sobres con su sello, su matasellos, su dirección y su remite? (ataque de nostalgia).

Se que sin las TC este blog no existiría. Ni los millones que hay repartidos por el mundo, tan buenos, tan bien hechos y tan maravillosos (no incluyo al mío entre estos). Que gracias a esto se ha liberalizado el mundo del pensamiento y no tenemos que limitarnos a nuestro círculo personal, a la prensa institucionalizada y politizada, a la literatura elitista.  Que gracias a esto somos más libres. Si pero, al mismo tiempo corremos el peligro de esclavizarnos, de encadenarnos a un aparato, llámese tablet, llámese smartphone o llámese portátil y limitar nuestra visión del mundo a lo que se ve a través de una pantalla. Sin darnos cuenta de que el mundo está ahí afuera y ahí seguirá, esperando a que lo disfrutemos.

¡Salid y disfrutadlo hermanos míos! Que, gracias a Dios, el sol sigue brillando en el cielo y si no me creeis, comprobadlo en el iPhone.

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