l 9N pasará a la historia de Cataluña como el día en el que "el pueblo" habló, para decir que quería "ser libre".
O, al menos, así se escribirá en los libros de pseudo-historia que circulan por las aulas de las escuelas catalanas, desde hace más de treinta años. Esa historia parcializada, influenciada, tergiversada y censurada por los miembros de la "Inquisició" a sueldo de la Generalitat, el Govern y el Partit de turno.
Esto, que lleva siendo denunciado por muchos catalanes desde hace años, forma parte de la maquinaria propagandística del régimen que inició CiU allá por los años ochenta y que, a lo largo de los años, ha ido sumando adeptos de lo más variopintos. Tal ha sido su efecto que, hemos visto cosas tan inverosímiles como que un partido de izquierdas (más a la izquierda del PSC y que IU) se alíe con uno de derechas (más a la derecha que el PPc). Dejando alucinados al setenta por ciento de su ciudadanía, pero hipnotizados al otro treinta, que deben pensar que esto es algo así como "el milagro de la navidad", donde todo es posible, hasta que los catalanes de todo el mundo se unan para ser felices, bailar la sardana y montar castellets, aunque a otros cinco millones de catalanes eso les traiga al pairo.
No es que yo lo diga, o lo intuya, o me lo imagine desde mi sillón, aquí a casi mil kilómetros de esa hermosa tierra. Es lo que me dicen los catalanes que ven más allá de lo que les cuentan sus dirigentes políticos. Los que se resisten a pensar sólo en catalán, los que están hartos de que intenten lavarles el cerebro con consignas y mantras ("España nos roba". Cuando a los ladrones los tenían dentro). Aquellos que ven que tres cadenas autonómicas al servicio de la causa son un agujero negro de fondos públicos, que se destinan a propagar mala leche, mientras que la sanidad cae en picado. Catalanes que ven coartados sus derechos, el derecho a decidir si quieren que sus hijos reciban una educación en Español y no en Catalán. El derecho a poder hacer pruebas de acceso en Español (Idioma Oficial, aunque proscrito en ambientes oficiales) para conseguir un puesto de trabajo en la administración catalana. El derecho a ser tratado igual.
Hemos visto, perplejos, como en los últimos años toda esta actividad catalanista se intensificaba, se mediatizaba al máximo, se desbordaba hasta niveles ridículos. Se han disparado los gastos relacionados con el aparato político y propagandístico, que no miraba hacia donde iba el dinero siempre que la actividad sonara a catalán. Embajadas y consulados, asociaciones pro y para, eventos culturales, encuentros internacionales y hasta el equipo nacional catalán de dardos han recibido subvenciones a cuenta de las arcas. Y ¿de donde sale ese dinero? ¿Del milagro de la Navidad? No. Básicamente de Fondos Europeos, Presupuestos Generales y el Fondo de Liquidez Autonómico, del que Cataluña adquirió en forma de préstamo 6.664,8 millones de € ("España nos roba").
En los últimos meses el disparate salía a la calle en forma de banderas (Ojo al dato, dos banderas diferentes, la Senyera y la Estelada, conflicto anunciado). Cadenas humanas. Estadios forrados de banderas. Mega-manifestaciones. Agresiones y Asaltos pormenorizados y casi justificados por los patriarcas (UPyD y Ciutadans se han llevado lo más gordo de esto). Y para rematar, teatrillo de urnas el sábado pasado. Una escenificación creada exclusivamente para salir en las portadas. Cara a la galería. Para llamar la atención a nivel internacional.
Pero ¿Hacía falta? ¿Era necesario el despliegue y el gasto inútil para que los independentistas sacaran pecho otra vez? Para mi no. Para ellos si. Es cuestión de opiniones y, en este asunto, opiniones es lo que sobran mientras lo que faltan son acciones. Queda demostrado que el movimiento independentista tiene el apoyo moral del treinta por ciento (30%) de los catalanes mayores de dieciséis años (los cachorritos). Dicho esto en el entorno de una consulta sin garantías oficiales, sin apoyo internacional y sin observadores imparciales, generada, gestionada y dirigida por voluntarios pro-indepententistas, en dos palabras, cuestionable y sospechosa. Apoyo moral digo, porque el sábado no se jugaban nada, ni salir de la UE (que ya les ha dicho que nones a ser miembro fuera de España) ni nada de nada. De modo que lo del 9N ha quedado como una manifestación, pagada de mi bolsillo, donde se gritaba en papelitos ("España nos roba") en lugar de a viva voz. Consulta que el otro setenta por ciento (70%) de catalanes, se tomaron a risa y ni se molestaron en acudir a la llamada de la libertat. Porque eso es lo que ha sido el 9N, un chiste, pero malo, malo, malo.
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