Bendita Monotonía

Cuando era mucho más joven, recuerdo que, lo que más me aterraba de hacerme mayor y de la vida en general, era la monotonía. Y es curioso, porque la vida es, en esencia eso, monotonía.

Piénsalo, desde que naces, tu vida se rige por el reloj, por unas pautas y unos tiempos. Por las horas de las comidas, de entrada y salida al colegio, a la universidad, al trabajo, por los horarios de tus programas  favoritos de radio o de television. Hasta cuando nos divertimos solemos hacerlo de forma monotona. Vamos al cine a la misma hora. Escogemos la misma sesion de teatro todas las veces. O quedamos para cenar, o comer, o ir de copas, muchas veces en el mismo sitio, a la misma hora y con la misma gente.

Pero ojo, que conste que no estoy diciendo que esto sea malo. En absoluto. Si algo te dan los años, es perspectiva y la oportunidad de cambiar de opinión sobre algo. Y, lo que, cuando tenía quince o diecisiete años, me parecia terrible, ahora hasta lo encuentro maravilloso.

Es curioso pero, hasta cierto punto, encuentro agradable hacer las mismas cosas todos los días. Despertarme a la misma hora, afeitarme, elegir la ropa y plancharla, desayunar y dar los buenos días o un beso de hasta luego a Ana y otro a Lucas. Conducir a mi ritmo, disfrutando de Radio Clasica y esa luz del amanecer que a veces me ciega. Encontrarme a los estupendos compañeros de trabajo y charlar un rato con ellos y con los fantásticos clientes (que ya son amigos). Volver para comer y llevar a Lucas al colegio por la tarde, en brazos, con sus dieciseis kilos, a toda prisa llueva o haga sol. Merendar encima de los papeles de la empresa y volver a casa lo antes posible, para jugar un ratito con mi hijo, antes de bañarlo y que se acueste.

Con Lucas, la rutina se ha convertido en un lujo. Para él, todo es juego y todos los días hay que jugar, a todas horas. Hay que exprimir la diversión de donde sea. La tele, el iPad, la consola, sus juguetes, sus cuentos, sus peliculas y papá y mamá siempre tienen que estar ahí, con él, para compartir, para competir, o simplemente para mirarlo mientras él juega. Últimamente juega solo más a menudo. La imaginación esta más activa a cada día que pasa, y es muy divertido verle en su mundo, haciendo ruiditos con la boca e inventando historias sin darse cuenta de que le estamos mirando, hasta que no podemos evitar soltar una carcajada y vuelve de nuevo a la realidad, sonriendo y diciendo "no me mires", un pelín avergonzado, como es normal en un niño de tres años. A él, como a todo niño, la rutina no le gusta demasiado, sobre todo al final del día pero, es normal ¿a quién le gusta que se terminen los días? A mi no, aunque eso forme parte de la misma rutina. Tal vez sea lo más redundante de la monotonía, que como todo en la vida, tiene un comienzo y tiene un final, y se repite una y otra vez haciendo que todos los días parezcan el mismo. Aunque no sea así en realidad.

Para terminar hoy, un consejo de "viejo", disfruta el día a día, porque hay gente en el mundo para la que, hasta la monontonía, supone un lujo.

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