sumir la responsabilidad es una de esas asignaturas pendientes que tendremos en España por los siglos de los siglos y que, para desgracia nuestra, lastrará nuestro destino y no nos permitirá avanzar. Esto es algo que se ve en todos los estratos sociales, desde los más altos (banqueros, políticos y nobles que se desmarcan de sus malas acciones) hasta los más bajos (el pescadero que te intoxicó con un filete de atún en mal estado o el frutero que te vende como género fresco el que más días lleva en la tienda).
Pero, todos tenemos que implicarnos en que esto no ocurra. Porque sólo si todos ponemos de nuestra parte y exigimos que se cumpla con lo que es justo, podremos hacer que las cosas funcionen como es debido. Ya que tan culpable es aquel que incumple como el que mira para otro lado o permite que estas cosas ocurran.
Todo esto viene a colación de un problema que nos surgió en casa hará un mes. A raíz de una pequeña humedad en una pared de uno de los dormitorios, la compañía de seguros de nuestro vecino, nos mandó un carpintero para realizar una reparación de una puerta que se vio afectada. Vinieron a medir a los dos días y hasta dos semanas después no se pasaron a arreglar el asunto. El señor que enviaron, que no era el mismo que vino a medir, parecía un buen profesional. De mediana edad, curtido por el trabajo, entendido (nos dio explicaciones de todo lo que había hecho, o de casi todo). Educado y cortés. Hizo su trabajo, se despidió, nos dejó una tarjeta por si había algún problema y se marchó.
Hasta ahí todo bien. A los pocos días, nos dimos cuenta de que el "señor" no era tan buen profesional como parecía, dado que, al parecer se habría equivocado al medir uno de los marcos y, de las tres bisagras que tiene la puerta, la central la había aserrado por la mitad colocando media pieza en el marco y la otra media en la puerta. Y de esto no dijo ni "mu", confiando en que no nos diéramos cuenta y que la cosa pasara tal cual, yéndose él de rositas. Pero, nos dimos cuenta, evidentemente. Y, de inmediato, nos pusimos en contacto con el responsable, explicándole lo contentos que estábamos con la reparación y exigiéndole una solución al problema.
Un mes y pico después la puerta sigue igual. De nada importó que le reclamáramos directamente al responsable, en lugar de hacerlo a la compañía de seguros, para evitarle una sanción. Tampoco sirvió de nada nuestra infinita paciencia al aguantar que hasta en dos ocasiones nos dejara colgado cuando nos aseguraron que iban a venir a arreglarlo todo, no. Llegado el tercer aviso y sin haber recibido noticias del carpintero jefe, le comuniqué que íbamos a poner la reclamación a través de la compañía de seguros y que, por favor, no volviera a comunicarse conmigo. Evidentemente esto último también lo incumplió como todo lo anterior y trató de llamarme dos veces y me envió un par de "whatsapp" pidiendo disculpas y una oportunidad más para repararlo pero, nosotros ya nos habíamos plantado. No era para menos.
Creo que, en este caso, está más que justificado nuestro modo de actuar. Aún así, pienso que pequé de bueno al darle la oportunidad de venir a repararlo sin dar parte a la compañía. Pero, una cosa es pecar de bueno y otra pecar de tonto.
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