Hemos llegado a un punto en esta sociedad nuestra en el que, o te subes al carro, como otro borrego más, o eres el raro del grupo.
Nosotros somos los raros del colegio de Lucas. Si, ya me di cuenta hace un tiempo. Porque no vamos a corriente del resto de padres. No celebramos los cumpleaños como si fueran comuniones, en parques de bolas, con montones de invitados, sino que lo hacemos en casa, con la familia, como hacían nuestros padres con nosotros. No disfrazamos a nuestro hijo con el típico traje comprado en "el chino" a última hora, sino que nos curramos todo lo que lleva puesto, intentando comprar lo mínimo y tirando siempre de lo que tenemos en casa. Y no nos hemos arrimado a otros padres en plan pandilla.
Eso último es algo que ya he comentado con otros amigos y, al igual que yo, no entienden qué les pasa a estos padres que buscan formar grupo con otros de la clase de sus hijos. Y no paran de hacer planes y de quedar para hacer cosas juntos, "por los niños". A ver ¿es que no tienen otra vida social que no sean sus hijos? No se dan cuenta de que en tres o cuatro años, estos niños no van a querer quedar con esos a los que les ven las caras todos los días durante cinco horas al día, también los fines de semana. Algunos ni siquiera se llevarán bien de mayores ¿a qué viene esa manía de juntarlos a la fuerza? No lo comprendo.
Durante tres años, hemos tratado de mantenernos al margen, más por prudencia que por otra cosa, de las decisiones que la mayoría de padres (el grupito) tomaba respecto a ciertas ocasiones especiales que se organizaban a lo largo del curso. No las considerábamos suficientemente importantes como para opinar sobre ellas. Pero, cuando algo no lo veíamos coherente, nos manifestábamos y, entonces, siempre había una pequeña polémica, de andar por casa, pero polémica. Un ejemplo es, la costumbre que se tomó desde el primer año de hacer regalos a la profesora por valor de casi trescientos euros y, no contentos con ello, cuando los niños empezaron a dar Inglés, a esos trescientos, había que sumar otros cien, para la "teacher". No se podía ajustar todo al presupuesto inicial, había que aumentarlo. No nos parecía normal, sobre todo por algunos padres que no están en una situación precisamente boyante, y lo comentamos. ¿Para qué dijimos nada? Se lió. Y eso es sólo un ejemplo.
Lo último de lo último ha sido la celebración de la "Ceremonia de Graduacíon". Una moda ridícula que se ha instalado en los últimos años en guarderías, y colegios y que hay que celebrar "por los niños". No he dicho que Lucas tiene seis años, y que lo que va a terminar este año es tercero de educación infantil. Que no va a cambiar de colegio, si Dios quiere, y que la única diferencia entre este año y el que viene, es que tendrá otra profesora. Por lo demás será todo igual. Mismos compañeros, mismo edificio del centro educativo y nada más. Pero, como cierra un ciclo, hay que celebrarlo, disfrazarlos de graduaditos americamos, con un traje "del chino" (por supuesto) y haciendo un numerito de baile, eso, que no falte.
A nosotros, todo eso nos parece una tremenda tontería, lo digo por si no se ha notado todavía. No le encontramos sentido y, después de tratar, sin éxito, que todo se llevara con cierta cordura, intentando que los niños no se disfrazaran como si fuera carnaval (ya que hacerse, se va a hacer, si o si) decidimos descolgarnos del asunto y ni participar, ni acudir, ni opinar más de esto.
Ahora vendrán las críticas y los comentarios sobre lo raros y anti-sociales que somos pero, a estas alturas, con los años y los tiros que ya llevamos pegados, como que nos da un poco igual. Lo principal es enseñar a tu hijo que es lo que tiene importancia en esta vida y que no lo tiene. Que cada cosa tiene su sentido y que hay otras muchas a las que les damos demasiado bombo, sin ser necesario.
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