Sin Sorpresas


Qué más se puede decir de lo que está ocurriendo en Cataluña que no se haya dicho ya?

Hoy ya han hablado todos, hasta S.M. el Rey D. Felipe ha dicho en seis minutos y a todo el país, que esto se acaba aquí.  Que esta pantomima, este teatro de lo absurdo, esta comedia dramática que estamos viviendo estos días va a llegar a su fin, de una única manera.

Y a nadie puede sorprender lo que ocurra a partir de hoy. Porque todo el mundo sabe que es lo que va a pasar. Ya lo sabíamos todos cuando el maestro de ceremonias salió a la pista central a presentar el espectáculo. "Votarem" decía y todos le aplaudían. Y, para que votaren, se sacaren leyes de la chistera, cual ilusionista "¡chas, chas!". "Nada por aquí, una ley por allá". Y todos seguían aplaudiendo.

Mientras, el resto del país miraba perplejo como pasaban las cosas y esperaba. Como hace siempre. Esperaba una respuesta firme y contundente, del gobierno, de las instituciones y de los partidos políticos. Pero, como siempre, la espera quedaba en más espera. -"Ahora no Mariano, este es otro farol, otra votación con urnas de papel maché". -"Mira, Pedro, que esta vez tenemos que cortar". -"Que no hombre, que no. Tú y yo nos ponemos firmes y defendemos el estado de derecho, otra vez, y mañana estaremos negociando de nuevo cuanto dinero quieren". - "No se yo ¿qué dice Albert?". "A mis padres les pintan el negocio y a mi me dicen facha y me tiran piedras. En mi casa. !El 155 ya!".  -"¡Joder, Albert. No vamos a sacar los tanques a la primera de cambio ¿y los jueces, que dicen?".  -"El TC dice que ni referendum ni referendam". - "Es que me dicen que no quiero dialogar. ¿Pero cómo voy a dialogar con alguien que quiere cometer un delito? ¿Qué le digo. Vale, mátala pero poquito? Esto es peor que un chiste de Gila".

Y con el delito anunciado y la fecha señalada (con premeditación y alevosía) al gobierno sólo le queda hacer una cosa. Tratar de evitar que se cometa. Y para eso están los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Nuestra Policía Nacional y nuestra Guardia Civil. Nuestros, de todos. Esos agentes que juraron defender la legalidad, la que se recoge en la carta magna. La misma sobre la que juraron su cargo los que ahora la quieren romper (ayer me venía bien, hoy me incomoda y me la quito de encima). Y, después de todo este tiempo, de todos estos años de tiras y aflojas, de besitos en la oreja y puñaladas traperas, la cosa acabó como dije al principio, como todos sabíamos que iba a terminar. Todos hemos visto las imágenes. A todos nos incomoda, se nos pone la piel de gallina y un nudo en la garganta. Te indignas, te violentas, te hace sentir mal aunque aquello pase a casi mil kilómetros de aquí. Te duele. Pero, sorprender no. El que diga que no se esperaba nada de aquello, o ha estado viviendo en la selva, o es tonto.

Desproporcionada, esa es la palabra del día después. Acción desproporcionada del gobierno con una actuación policial violenta. No estoy de acuerdo. Lo siento. No digo que ayer no hubo momentos de mucha tensión y actos de violencia que a nadie gustaron, y puedo jurar, que a los que menos gustaron fueron a los agentes implicados. Pienso que no habrá nadie que se crea que a los policías les gusta hacer cosas así y, si alguien se lo cree, es un soberano imbécil. No señores, desproporcionado hubiera sido llevar al ejército a las calles y declarar la ley marcial, como mucho cantamañana ha dicho durante estos meses. Llevar a 12.000 agentes a evitar una ilegalidad, cuando te esperan dos millones de personas en contra... si, pensándolo bien, si es desproporcionado, para los policías.

Y ¿ahora qué? Ahora viene lo peor. Los pintamonas del gobierno catalán declararán la independencia de manera unilateral y, a la ilegalidad de la consulta sumarán el delito de sedición. Habrán pasado de ser desleales una noche a delincuentes la mañana siguente, alta traición. Sin pensar en las consecuencias, no para ellos, sino para la tierra que tanto dicen defender y estar liberando (¡Ja! Me río yo de esa libertad de todo a cien). Sólo buscan la foto de salir de palacio con los grilletes puestos. Mártires de una democracia ficticia, creada a su imagen y semejanza a base de mentiras. Mentiras desmontadas. Mentiras que nadie se ha creído nunca, ni aquí, ni fuera de aquí. Allí donde buscaban apoyo internacional, les fueron dando la espalda. "¡Con el cuento a otra parte monsieur! Ustedes no están oprimidos, están reprimidos, que no es lo mismo". Les dijeron en Europa. - "La teta de Europa, que nos la quitan, Artur". - "A mi no me cuentes nada Oriol, el que manda ahora es Carles" . - "Déjate de coñas Artur y dime que hacemos". - "Pues, ¿qué vais a hacer? Seguir con el órdago. No queda otra". - "Pues claro que vamos a seguir pero, ahora dejadme un momento, que se me están yendo todos los consellers a últimas de cambio". Ni Merkel, ni Macron, ni Trump... nadie les cree. Sólo sus allegados, los de la fe ciega, los que todavía se creen que no va a pasar nada.

Nadie quiere que las cosas lleguen a más. O quería, porque puede que ya hayan llegado a un punto de inflexión. Lo único que yo se es que, llegados a este punto, lo que me gustaría ver, por una vez en mi vida, es la fortaleza y la unidad de los que se dicen defensores de España. Quiero ver a los partidos políticos hablar con una sola voz. Al PP, al PSOE a Ciudadanos y a todos los que piensan que esta locura ha llegado demasiado lejos. Ir de la mano, juntos, a enfrentarse a esos, que son menos pero gritan más, para decirles que esto se acabó. Todos los españoles se lo estamos pidiendo y los catalanes más alto que el resto. Así que, por favor, sin medias tintas, sin titubeos, sin tibiezas. Salgan a la palestra juntos y demuestren a esos millones de catalanes que están en sus casas, asustados, amedrentados y aturdidos por esta explosión sin sentido de locura colectiva, que no están solos y que ustedes están allí para defenderlos, porque por eso, señores, precisamente por eso les votaron.

¡Por favor!

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